Jornadas de violencia y sociedad

UCR aborda violencia desde la filosofía, sociología, psicología y politología

Las II Jornadas de Violencia y Sociedad propusieron un giro radical en la forma de abordar el concepto de violencia: hacerlo desde una perspectiva filosófica

Las II Jornadas de Violencia y Sociedad propusieron un giro radical en la forma de abordar el concepto de violencia: hacerlo desde una perspectiva filosófica de las vivencias en la sociedad costarricense.

La investigadora y psicóloga Mónica Vul Galperin tuvo el papel de moderadora en la actividad, organizada por el Instituto de Investigaciones Psicológicas (IIP) y el Programa de Investigación en Violencia y Sociedad.

Vul, a modo de introducción, planteó el interés de abrir este espacio fuera de la Universidad, fortaleciéndolo a lo interno y a lo externo, pues es un tema que trasciende fronteras y que nos interroga sobre la violencia que emerge en los lazos sociales.

“Hoy, a diferencia de lo que podríamos pensar sobre que una mayor globalización hace al ser humano más tolerante, lo que surge como efecto es justamente lo contrario: a mayor globalización se registran procesos de más segregación, violencia y crecientes formas de racismo”, señaló Vul.

La moderadora también mencionó los procesos migratorios que ocurren en Europa, los recientes comentarios a los inmigrantes de E.E.U.U y la violencia de Centroamérica en general. Así, invitó a los asistentes a pensar, reflexionar y debatir los temas que se están investigando.

Pablo Hernández Hernández, filósofo y vicedecano de la Facultad de Letras, presentó su libro Filosofía y violencia: de conceptos y acciones en el cual comenta que, desde su perspectiva, el concepto de violencia viene acompañado de muchos otros, siendo una defunción de límites, así como la intervención o ruptura de ellos.

Como parte de su estudio, Hernández, con relación a la tesis del filósofo francés Jean-Luc Nancy, explicó cómo surge el problema de la violencia: “Es una especie de dialéctica constante entre la apertura del ser-con y el cierre que se da en cada forma plural concreta de comunidad”; todo intento de formar una comunidad, por tanto, es un acto de violencia.

El vicedecano concluyó con que hay una delgada línea entre el acto de presencia –“estoy aquí, háganme un lugar”– y la violencia bruta –“estoy aquí, y usted no puede estar”–. Desde este punto de vista, la violencia parece ser parte del mundo cuando este es concebido como una totalidad no cerrada, mientras en la apertura del mundo sí cabe hablar de guerra y paz. “Si el mundo fuera cerrado, no habría cabida para la guerra”, mencionó.

Rodolfo Calderón Umaña, profesor de la Escuela de Sociología de la UCR, expuso sobre el avance de su proyecto “Proposiciones analíticas para el estudio de la violencia en Centroamérica: una mirada desde la exclusión social”. En él plantea un esquema analítico para entender la violencia que predomina en el contexto de Centroamérica de posguerra.

“No se puede hablar de la violencia, sino de las violencias”, dijo Calderón señalando que el sujeto que realiza la violencia espera un reconocimiento por la jerarquía social y un sentimiento de pertenencia a una comunidad, así como puede sentir placer en el exceso de la transgresión.

Violencia como castigo

Mariano Rosabal Coto, investigador del IIP, presentó “Violencia y parentalidad: educar por tu propio bien”, estudio ayuda a determinar cómo interpretan los niños del castigo que reciben de los padres, para lo cual se entrevistó a niños, niñas y a sus padres sobre la frecuencia, el porqué y las reacciones ante estos castigos.

Las respuestas dadas por padres y madres de familia indican que el castigo físico no es el ideal y tampoco el más efectivo, pero que se usa cuando ellos están exhaustos.

Los niños, por su parte, identifican la diferencia entre castigo y regaño, como dolor o sufrimiento en el primer caso. Tanto niños como padres afirman que la mayoría de veces la nalgada o el pellizco es el último recurso, pues primero se pasa por una serie de advertencias.

Rosabal explicó que al disciplinar por el castigo se experimenta una vivencia desde lo afectivo, sin entender que hay normas que sirven para algo. Esto genera un parentaje ambivalente, que consiste en la dependencia y la autonomía, pero sobretodo se enfrenta un dilema: actuar de acuerdo con los sentimiento propios o de acuerdo con los sentimientos de las figuras parentales, o sea con base en los sentimientos de los otros.

La cuarta expositora, Marcela Piedra Durán, investigadora del Centro de Investigación de Estudios Políticos, presentó los resultados de su proyecto “Seguridad ciudadana y violencia contra las mujeres: un asunto cotidiano”.

Ella aclaró que hacer estudios de violencia contra la mujer o intrafamiliar se dificulta, puesto que la mayoría de los casos no son reportados a las autoridades. De todas maneras, en el estudio se tomó en cuenta la violencia contra la mujer en vía publica y privada, la violencia simbólica –entendida como un dominio sutil que plantea a las mujeres cómo se deben comportar –, y la violencia intrafamiliar o doméstica.

En la vía pública, la politóloga mencionó lo normalizada que está la violencia sexual callejera en el país, ya que existe un apoyo mínimo por parte de las autoridades.

Además, Piedra indicó que la ausencia de un enfoque integral de la seguridad en la perspectiva de género, la saturación de los programas de ayuda de violencia intrafamiliar y la poca información sobre los procesos de victimización son aspectos que el país debe mejorar.

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