Crímenes religiosos

Históricamente, desde hace milenios de años, las religiones se han encargado de instaurar barreras divisorias y contraponentes entre sí. Cada una de ellas justificando

Históricamente, desde hace milenios de años, las religiones se han encargado de instaurar barreras divisorias y contraponentes entre sí. Cada una de ellas justificando y argumentando con distintas razones porqué se puede catalogar como la mejor y verdadera, simultáneamente, inferiorizando a las demás.

Hemos podido observar la forma en como las convicciones religiosas han sido el detonante de cientos de guerras sanguinarias, en donde millones de personas fueron asesinadas a sangre fría y sin compasión alguna. Asimismo, es importante resaltar que esta realidad se ha transformado, evidenciándose en distintos contextos socioculturales.

Hoy en día, somos testigos/as de crímenes atroces en donde la apología recae fundamentalmente en fanatismos religiosos; esos sucesos en los cuales se apagan las vidas de personas inocentes y además otras son sometidas a tratos crueles e inhumanos, cuando en realidad solo son espectadoras impotentes del odio diseminado. Niñas y niños que su único “delito/pecado” es haber nacido siendo (sin elegir) practicante de alguna religión, la cual fue heredada de sus progenitores.

El caso de la masacre de los dibujantes del semanario francés Charlie Hebdo, es solo una de las cientos de tragedias que suceden aún en el siglo XXI. En este caso específico, las causas no se deben a enfrentamientos de índole religioso; al contrario, a quienes le arrebataron la vida fue a personas que no eran practicantes de ninguna religión,  ciudadanos/as quienes hacían valer su derecho a la Libertad de expresión con la finalidad de criticar y opinar (desde una manera satírica) acerca de las religiones, especialmente sobre el judaísmo, islamismo y cristianismo, pues en este país europeo son las más practicadas.

De igual manera, es pertinente señalar que las portadas colocadas en la primera página, podrían resultar ofensivas y blasfemias para algunas personas creyentes; sin embargo, esa era la esencia que caracterizaba al semanario desde su fundación en 1992, aunando a que este se dirigía a una población específica: Francia cuenta con un alto porcentaje de personas que se definen como ateos/as – agnósticos/as.

Por otra parte, creo que defender o estar de acuerdo con la libertad de expresión (estipulada en el Artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948) solo en casos que no ofendan mis doctrinas o ideales, es un poco conveniente y contradictorio, puesto que la discrepancia es constituyente de este derecho.

Personalmente, considero que un asesinato por el anhelo de comprobar que un “dios es más grande que otro”, o porque alguna persona fanatice por otra religión e incluso no sea practicante de la religión en la que profeso, nunca será justificación sensata ni válida para la matanza que se realizó (ni para ninguna transgresión contra nadie), en donde se les despojó injustamente del derecho humano a la vida. Del mismo modo, es esencial resaltar que en situaciones las injusticias no incluyen asesinatos, por lo cual no se puede ignorar y expresar que eso solo sucede en “el otro lado del mundo”, ya que nuestro país no escapa de esta realidad. Nos desarrollamos en una sociedad en donde se conciben agresiones físicas, verbales, sexuales, simbólicas y demás, como lo son la discriminación (misoginia, xenofobia, racismo, homofobia), todas estas acciones amparadas ante una religión.

La primera interrogante que surge es: ¿cómo es posible que las religiones han convertido a muchos y muchas en asesinos y asesinas? Solo es cuestión de detenerse un momento y mirar hasta dónde nos ha llevado; lamentablemente nos llevará más lejos, sino se hace un cambio pronto. ¿Por qué no nos enseñan a respetar la diversidad de credos y pensamientos? La ausencia de respeto a las demás posiciones, nos ha llevado a asesinarnos entre sí, a discriminar y manifestar odio absurdo que solo provoca perdición. El fanatismo religioso es, y ha sido, la razón justificante de millones de violaciones de derechos humanos.

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