La regulación jurídica de los transgénicos

Que  mejorando la técnica jurídica  obtendremos un uso más seguro de la agrobiotecnología (ver: La Nación27/5/14/, campo pagado del INBio), me suena a que

Que  mejorando la técnica jurídica  obtendremos un uso más seguro de la agrobiotecnología (ver: La Nación27/5/14/, campo pagado del INBio), me suena a que la llamada ciencia dura −desprovista de todo conocimiento proveniente de  las humanidades y el arte− está encargada de resolver esto de los transgénicos. Iluso es pensar que nuestro país quede al margen de esta boga, en la cual las ciencias sociales están excluidas de palpitantes obligaciones (ver: Primer Informe del Estado de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación Programa Estado de la Nación).

Por eso, comparto con el analista latinoamericano José Blanco, que Nietzsche, en la gaya ciencia (1882), al dar muerte a Dios como única manera de alcanzar la fuerza, la libertad y la independencia de pensamiento, conocía el pasado y los primeros brotes del Renacimiento, con el surgimiento de una nueva relación con la naturaleza, unida, efectivamente, a una concepción realista de la ciencia que fue configurando lentamente el humanismo.

La aspiración de acceder a toda la verdad de la naturaleza no se orientaba más hacia el conocimiento del fenómeno causal, sino hacia la penetración de la idea, de una idea, por ejemplo, de que un país que no invierte en la investigación científica y la tecnología, pensando en otros grandes mercados, está muerto.

A esta preocupación agrego, a manera de hereje, que no tendremos futuro si no aceleramos nuestro propio espacio de conocimiento, pensando en nuestras necesidades científicas y tecnológicas, para su distribución social (ver: 7 días 18/8/14; Cuba produce medicamento contra el cáncer). ¡Este es uno de los grandes dilemas de nuestras actuales universidades  públicas!

Por tanto, tienen además validez las apreciaciones de  Karl Raimund Popper (Viena, 1902- Londres, 1994) y Friedrich Nietzsche (1844-1900), sobre las limitaciones de la ciencia y su método, a pesar de la inexorabilidad que a veces algunos investigadores tropicalizados otorgan a ésta. Así, ateniéndonos a lo dicho “científicamente” por  Monsanto y la Pontificia Academia de las Ciencias del Vaticano, no hay referencias “científicas” de perjuicios de los transgénicos y, si los hubiere, sería cosa de “ajustar” el ordenamiento jurídico a los efectos.

Lo cierto del caso es que los científicos sociales tienen claro que el hambre en el mundo sigue en ascenso; en la actualidad,  un octavo de la tierra cultivable alrededor del orbe está ocupada por cultivos transgénicos. En principio estas modificaciones genéticas van dirigidas a mejorar cantidad o calidad de granos; mas sería ingenuo no pensar sobre la existencia de planes orientados hacia  plantas y cultivos resistentes al calentamiento global, cuya responsabilidad atribuyen a la agricultura extensiva.

A ello hay que agregar que en esta parte del Tercer Mundo la expansión del mercado de los biocombustibles produce cada día con mayor fuerza  contaminación y  carestía de comida. Según la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) «son los grandes productores agrícolas y las multinacionales las  que más beneficio sacan» del tirón de los biocombustibles. Me temo entonces –y me da sinceramente pena plantearlo “heréticamente” así− que la “hipótesis” de a mayor producción transgénica menos hambre y contaminación, tiene tufillo de falacia.

A la falta de seguridad alimentaria se une  la escasez de agua potable por el calentamiento global,  pues un estudio sobre cambio climático mostró que de 34 corredores biológicos en el país evaluados, 7 reducirán entre 50% y 85% su oferta de agua para consumo humano en los próximos años y en las regiones Huetar Norte, Tortuguero, Tempisque y Guanacaste, se espera que la temperatura de los cuerpos de agua dulce aumente entre 2.3°C y 2.8°C, como resultado de la combinación del aumento de la temperatura del aire y de la disminución de las precipitaciones (fuente: elpais.cr, 2014-03-22).

¿Cómo nos ayudará la ciencia a liberarnos de la nueva esclavitud que asoma, frente a tierras de cultivos sin  agua, contaminación desbordada de ríos y océanos y carencia de alimentos?; he ahí un dilema y uno de sus mayores debates integrales a que deberían abocarse los gobiernos.

Los terrenos abandonados en México por yerbas resistentes, tras cultivarse con transgénicos, el despojo  de semillas autóctonas por  monopolios y el gasto de insumos a que serán “esclavizados” los agricultores, es parte de la discusión pendiente aquí, como parte de esta  gigantesca porción de tierra llamada América Latina.

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