La horizontalidad educativa como actitud

Señalaba el escritor estadounidense Zig Ziglar que “la gente muchas veces dice que la motivación no dura. Bien, tampoco el baño que tomamos en

Señalaba el escritor estadounidense Zig Ziglar que “la gente muchas veces dice que la motivación no dura. Bien, tampoco el baño que tomamos en la mañana; por eso la recomendamos diariamente”.

Teniendo como partida esta máxima de vida, y de acuerdo con el estudio Salud y estrés laboral, de la Organización Internacional del Trabajo (OIT, 2010), se determinó que en los centros de trabajo un vínculo más directo, más horizontal, entre jefes y empleados es parte primordial de las estrategias de productividad, debido a que mantiene a los trabajadores más motivados; ahora bien, si la motivación brindada a los empleados, desde relaciones laborales más horizontales, ha sido desde el siglo XX una de las principales responsables de aumentar la productividad en el ámbito laboral, sería conveniente plantearse ¿por qué no intentar aplicarla, también, en el ámbito educativo costarricense, para lograr una formación más integral y motivadora en los estudiantes?

Ante este panorama, si lo que se busca es alcanzar estándares de calidad en el ámbito educativo, la educación  no debe ser opresora; por el contrario, lo que se busca es que se dé una enseñanza más igualitaria, respetuosa, colaborativa, empática y solidaria en los ámbitos educativos, a la vez que se enfatice en un modelo pedagógico humanista, donde el estudiante adquiera un rol más dinámico y, por supuesto, que se hagan tangibles los objetivos de algunas políticas educativas, como la Política Educativa hacia el Siglo XXI del Ministerio de Educación Pública, la cual señala que su visión es humanista, en el tanto tiene como base la búsqueda de la plena realización de los humanos.
Por lo tanto, se debe instaurar en la educación una voluntad constructiva, es decir, orientarse a que el conocimiento sea construido por el estudiante y no simplemente que sea transmitido de una persona a otra; la idea es aplicar una horizontalidad que lleve a una estrategia de liberación, la cual vaya de los centros educativos a las organizaciones, para formar personas autónomas y cooperantes. Se requiere, además, que los docentes formen, desde políticas horizontales, estudiantes con una amplia responsabilidad ciudadana, independientes y propositivos, donde la función del docente sea la de alentar, pues una actitud positiva puede constituir un verdadero motor de progreso; en cambio, una actitud negativa sofocaría el desarrollo del estudiante.
Además, se está en una época donde el docente ya no se debe perfilar como el generador absoluto de los conocimientos, como la suprema autoridad; por el contrario, este debe ser un compañero que también busque motivarse con los estudiantes, para construir positivos ambientes de aprendizaje mediante la realimentación, el respeto, la confianza y el buen trato dentro del aula. De ahí que la empatía se convierta en una condición necesaria, para lograr relaciones más sanas dentro del proceso educativo.

Por ello se debe comprender que estamos tratando con humanos −no simples receptores de información−, personas con aspiraciones, características y problemáticas particulares, las cuales influyen, a la vez, en la dinámica de aprendizaje; obviar esta situación sería abordar de una manera muy fría, muy mecánica, la enseñanza. En este sentido, el docente debería tratar de ser más empático con los alumnos y viceversa, preguntarse ¿qué hacer para generar mayor empatía con el estudiante?, ¿con cuánta frecuencia nos colocamos en la posición del otro?, ¿cuánto tiempo de la clase le dedicamos a saber cómo piensan y cómo se sienten? Mostrar interés en los estudiantes puede significar el compromiso responsable por parte de los alumnos, de querer ser educados, pues se sienten valorados, tomados en cuenta; esto aumenta su autoestima y la capacidad de adaptación. Además recuérdese que en esta época los docentes ya no deben formar estudiantes solamente para realizar un examen; hoy, requerimos modelarlos con un gran sentido de responsabilidad y compromiso.
Se trata, entonces, de ayudar a crear, a partir de la educación horizontal, una actitud horizontal, en la cual ninguna mujer y ningún hombre anula la libre expresión de otro, de manera que todos pueden manifestarse sin hallar un obstáculo en el otro, sino más bien un apoyo para el propio crecimiento. La pregunta es, ¿se estará aplicando a conciencia este cambio pedagógico en nuestras aulas, para desarrollar ambientes atractivos de aprendizaje, donde se forme un clima emocional basado en la motivación, y en donde la horizontalidad sea tomada como esa trascendental oportunidad para hacer del accionar educativo un ámbito más humanista, intelectual, creativo, pensante y sensible? Bien valdría la pena evaluarlo, pues recuérdese que estudiantes más motivados académicamente resultan más provechosos para el desarrollo social del país.

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