Entre tanto, en los dos extremos, el amanecer y el atardecer, la luz y la sombra, con diferentes tonalidades, disputan espacios y dibujan, con los objetos, figuras geométricas, y más allá, en un juego de magia, en el alba y en el ocaso, en la ribera del río, los sotacaballos con sus altas y frondosas copas juegan entre la luz y la sombra, albergando gorjeos y cantos de parvadas de pájaros; mientras cardúmenes de peces platean el agua bailarina y cantora, constituyendo un todo sorprendente de sinfonía natural, siempre entre luz y sombra.
Por otra parte, por la noche, la mente se enciende y percibe cómo desaparece la figura de su propia mano, y la de los objetos a su alrededor, momento propicio, a veces, para que aparezcan los fantasmas de las sombras; aunque, paradójicamente, también pueden estar presentes en la luz, la mente es capaz de cualquier birlibirloque.
Entonces, en aquellas noches y días de sombra y luz, de fantasmas oscuros y de ángeles luminosos, los tíos, por su sensual afán de frotar sus pieles y encender el deseo, hasta alcanzar la estrella del orgasmo, en un acto de locura, lo pisotearon, lo rompieron y lo ensuciaron todo. Por el camino de la lascivia bajaron al infierno de la deslealtad y de la deshonestidad. El alma humana, también está hecha de luz y de sombra, y, en ocasiones, sólo muestra la sombra y sus monstros.
Una noche de octubre, con densas sombras, el bisabuelo sueña que levita y se acerca al sol, buscando la luz, para ser deslumbrado, calcinado y lanzado a las más profundas sombras de la muerte. Cíclicamente, todas sus generaciones descendientes sufren el mismo sueño; así es que, hoy como ayer se mantiene la sempiterna lucha entre la luz y la sombra, entre el drama y la comedia.