De México a Costa Rica

Calacas, flores y dulces para sonreírle a la muerte

Entre altares llenos de calaveritas de colores, veladoras, dulces,flores, frutas, olor a incienso y pan recién horneado, se hace posible convivir

Entre altares llenos de calaveritas de colores, veladoras, dulces,flores, frutas, olor a incienso y pan recién horneado, se hace posible convivir con la muerte y hasta reírse de ella.

Celebrar la vida de los seres amados fallecidos, en vez de llorarlos, es lo que hacen los mexicanos cada principio de noviembre, durante el Día de Muertos, tradición que empieza a tomar fuerza en Costa Rica.

El festejo va del 1 al 2 de noviembre y honra a los difuntos: el primer día a los niños y el segundo a los adultos. Por medio de altares y ofrendas en los que se mezclan elementos indígenas con símbolos de la tradición católica, se celebra el regreso de los muertos y se les rinde tributo con comidas, bebidas y fiesta.

Esta celebración, cuyos orígenes se ubican en el culto a los muertos del pueblo prehispánico mexica, fue declarada “Obra maestra del patrimonio cultural de la humanidad” por la Unesco, en el 2003; desde entonces, el festejo se ha popularizado y ha alcanzado también algunas instituciones, establecimientos y hogares en Costa Rica.

Marjorie Ávila, directora de la Maestría Académica en Artes y asesora del Centro de Estudios Mexicanos –ambos de la Universidad de Costa Rica−, comentó que tradiciones como estas se han expandido, pues los latinoamericanos tenemos una base cultural común desde tiempos precoloniales, cuando no existían fronteras o divisiones, y porque compartimos el “trauma histórico” de la violenta conquista de nuestros territorios.

Así, explicó, existe una noción de pertenecer “primeramente a Latinoamérica, que propiamente a cada uno de los países”; esto facilita la adopción de prácticas culturales que, además, calzan con nuestra visión de mundo.

REÍR, COMER Y BEBER

“El mexicano, ante la imposibilidad humana de impedir la muerte, toma una actitud de ‘si no puedo con ella, me le uno’; entonces la mantiene en su cotidianeidad, vive con ella y aprovecha para reírse de ella, convirtiéndola en algo que se acepta con alegría en vez de temerle”.

Según Ávila, aunque en el resto de América Latina “tenemos supersticiones y convivimos con la muerte”, no hemos llegado aún al nivel de la cultura mexicana, de mirarla con simpatía; pero, poco a poco, va calando esa necesidad de superar la seriedad de la partida y reírse, beber y comer para sobrellevar la muerte.

El historiador y director de la orga-nización Somos Patrimonio México, Jesús Petlacalco, coincidió en que las similitudes que compartimos como “cultura regional, conformada por códigos similares desde antes que la llegada de los españoles”, hacen que nos sea fácil reidentificarnos con estas tradiciones y encontrarnos parecidos.

“No es que aquí pase lo mismo que en México, pero toca fibras sen-sibles que hace que uno regrese a
esta visión de los ancestros, que honraban a los muertos, a la tierra, a ciclos agrícolas y a quienes hicieron posible que tengamos comida”, detalló el especialista, refiriéndose a la tradición indígena de la que se desprende el Día de Muertos y que nace de las celebraciones de agradecimiento a los muertos por los frutos de las cosechas.

Es precisamente por esta noción prehispánica de gratitud a los difuntos que en las ofrendas de los altares se incluyen bebidas como el tequila o el café, comidas como chocolate, pan de muerto, mole y frutas, así comocosas que representen los gustos de aquellos a quienes se le rinde tributo.

“Es un día que la cultura mexica-na dedica a sus ausentes. Se les sirve bebida, comida, tabaco, como a quien se le tiene cerca. Es un acto para no olvidarlos”, puntualizó Ávila.

DÍA DE MUERTOS VIAJA

El Día de Muertos nació como una celebración en que los aztecas agradecían a sus antepasados y les ofrecían los primeros frutos de su cosecha. Con la conquista española, esta tradición se vio influenciada por la religión católica y llegaron los santos y las vírgenes a los altares. Así se preservó por mucho tiempo en las regiones rurales de México; posteriormente, el éxodo rural llevó la práctica a las ciudades.

Tras tomar fuerza en las urbes, la fiesta, cargada de colorido y simbolis-mo estético, fue adoptada por los museos y, de ahí, saltó al espacio público.

Hoy existen en México grandes festivales dedicados a esta celebración: el Festival de las Calaveras en Aguas Calientes, el Festival de la Muerte en Guanajuato, la megaofrenda de la Plaza Mayor en el Distrito Federal, entre otras.

Más recientemente, tras la declaratoria de la Unesco, la tradición ha comenzado a expandirse a otros
países por acción de los migrantes mexicanos y de las instituciones culturales mexicanas. La cosmovisión que representa el Día de Muertos ha dejado marcas en otras expresiones artísticas, como la pintura, la literatura y la música mexicana, que se suman a la celebración.

En Costa Rica, los primeros festejos se dieron en el Instituto de México, pero hoy es más común encontrar altares con ofrendas, al estilo mexicano, en casas, bares, restaurantes y hasta universidades.

“El que el Día de Muertos se celebre fuera de México es un gran acontecimiento y nos honra que culturas cercanas se identifiquen con nuestras tradiciones, que encontremos un espacio en el que podemos coincidir.

Sacamos algo de ese México complejo, surreal y maravilloso para traerlo a Costa Rica, y eso es un honor”, dijo Jesús Petlacalco.

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