Hace 75 años se sangró en la huelga del Atlántico

La Gran Huelga Bananera de 1934 es recordada como un movimiento que catalizó no solo las iniciativas reivindicadoras de los derechos laborales en la

En agosto de 1934 los trabajadores bananeros se alzaron en un movimiento que cambió la historia de la lucha de clases en Costa Rica.

La Gran Huelga Bananera de 1934 es recordada como un movimiento que catalizó no solo las iniciativas reivindicadoras de los derechos laborales en la zona atlántica, también todo el movimiento sindical del país.

Fue el 4 de agosto de ese año cuando en un campamento en la localidad de Veintiséis Millas, se realizó el Congreso de Trabajadores del Atlántico, que produjo el pliego de peticiones de la huelga. Cinco días después un Comité de Huelga, liderado por el escritor y líder comunista Carlos Luis Fallas, presentó esas demandas al administrador general de la inolvidable United Fruit Company.

Ese hecho desencadenó una serie de acontecimientos, algunos violentos y muy dolorosos que culminaron con el logro de condiciones de vida y trabajo más dignas para los trabajadores, pero sobre todo, “tuvo la importancia de poner en evidencia que los sectores populares tenían la capacidad y la voluntad de luchar por sí mismos para superar sus problemas”, expresó el historiador Gerardo Contreras.

El abogado e histórico activista del sindicalismo, Álvaro Montero Vega, vivió desde San José los acontecimientos, a pesar de que “apenas era un muchachillo”, recordó consultado por UNIVERSIDAD.
“Cuando estalló la huelga, fue una noticia de primera página en los diarios. La gente sentía admiración y simpatía por los trabajadores que peleaban por sus derechos, aunque también hubo protesta por la gran movilización de fuerzas públicas hacia la zona”.

Entre los principales protagonistas del movimiento que recuerda la historia, destacan el escritor Carlos Luis Fallas, líder del Partido Comunista (PC) en la zona y los enviados por el propio partido a la zona, Jaime Cerdas y Arnoldo Ferreto, quienes eran miembros activos de la Comisión Política de esta agrupación. Precisamente Cerdas recibió el impacto de una bala, producto de los enfrentamientos que hubo con la Fuerza Pública.

Por supuesto, tuvo un papel protagónico Manuel Mora Valverde, miembro fundador del PC, quien al final medió entre el Comité de Huelga y el gobierno del entonces presidente de la República Ricardo Jiménez.

De acuerdo con el dirigente Montero, el presidente Jiménez era un hombre  “visionario y entendió que tenía que buscar una salida y dialogar”.

LA LUCHA

Montero explicó que desde su formación en 1931, en el Partido Comunista se “empezó a hablar de los trabajadores bananeros”, a lo cual se sumaba el hecho de que ya en el país existían iniciativas sindicales entre los diferentes gremios artesanales y de diversos oficios. 

Fue allí en la zona atlántica donde se habían dado varios movimientos huelguísticos desde 1888, cuando obreros italianos de la construcción del ferrocarril se alzaron contra Minor Keith, quien luego impulsó la producción bananera en Costa Rica para el mercado estadounidense a finales del siglo XIX.

A partir de entonces se dieron movimientos en 1908, 1910, 1919 y 1921. “Estas luchas reivindicativas permitieron acumular una importante experiencia organizativa y desarrollar la conciencia de los trabajadores bananeros, condiciones necesarias para que culminara exitosamente la huelga bananera de 1934”, apunta la historiadora Marielos Aguilar en su libro Carlos Luis Fallas, su época y sus luchas.

En un ensayo inédito, titulado La Huelga Bananera de 1934: Un paso consolidado en la construcción del movimiento obrero costarricense, que el historiador Contreras facilitó a UNIVERSIDAD al ser consultado sobre el tema, destaca que en el estallido de la huelga mediaron aspectos como la decadencia económica de los años 30, tras la debacle de la Bolsa de Nueva York en 1929; las condiciones de vida de los trabajadores bananeros; su experiencia en la lucha anterior a 1934 y la acción del Partido Comunista.

Sobre la actividad bananera, apunta que desde 1927 las exportaciones habían descendido y ya para 1934 la actividad se encontraba en crisis, pues la caída financiera mundial también afectó el precio del producto.
 
“La Compañía observó el agotamiento de las tierras y las enfermedades del banano, por lo cual la United cedió la fase productiva, menos rentable, a empresarios y pequeños productores nacionales y se guardó para sí la comercialización”, señaló.

Añadió que “los trabajadores bananeros trabajaban y vivían en condiciones miserables y estaban dispuestos a luchar para tratar de superar esa situación tan precaria”.

Esas condiciones fueron conocidas por Carlos Luis Fallas, quien se trasladó a Limón luego de una condena que le desterró a 100 kilómetros de la ciudad de Alajuela.

El líder sindical Montero hoy recupera el relato personal de Fallas. “Conoció cómo vivían los trabajadores: no tenían servicio médico y nada más les daban unas pastillas para combatir la malaria que los ponían de un color amarillento por la quinina. Vivían a lo largo de la línea férrea, sin mayor protección ante los zancudos y demás en los llamados barracones en los que dormían en unas hamacas”.

La experiencia de Fallas como trabajador en las fincas bananeras quedó plasmada en sus novelas Gentes y Gentecillas y Mamita Yunai.

Cuando la huelga estalló en agosto de 1934, las peticiones de los trabajadores se referían precisamente a aspectos como la vivienda digna, el pago del salario en efectivo, en vez de la costumbre de entregar cupones para adquirir víveres en los comisariatos, que eran de la misma compañía bananera, o el pago de horas extra.
 
Todos los historiadores coinciden en apuntar que la huelga tuvo dos etapas. La primera abarcó desde su inicio hasta el 28 de agosto, cuando el gobierno y finqueros nacionales aceptaron las demandas de los trabajadores.

Sin embargo, la United Fruit Company en los días siguientes desconoció el acuerdo, lo cual dio inicio a una segunda etapa más violenta de la huelga.

Con el peso de la bananera transnacional encima, los finqueros costarricenses  también se negaron a cumplir el acuerdo y los trabajadores de nuevo se alzaron en huelga. Según una cita del propio Carlos Luis Fallas, incluida en el texto de Aguilar, los que siguieron “¡fueron quince días negros de violencia y de terror en las plantaciones del Atlántico!”.

Así, esa segunda etapa de la huelga se extendió hasta el 10 setiembre, cuando un ataque de la policía al campamento en la localidad de Veintiséis Millas obligó a la dirigencia, Fallas incluido, a internarse en la montaña.

Contreras, por su parte, sitúa el final del movimiento seis días después, cuando fueron detenidos los últimos dirigentes.

SALDO HISTÓRICO

Dos elementos destacados por Contreras son la “activa participación de las mujeres”, quienes mantuvieron “una actitud combativa que ayudó a sostener la moral del movimiento y también sufrieron la represión policial, cuando trataban de impedir el arresto de algún trabajador” así como la gran amplitud geográfica del movimiento, pues se extendió desde Turrialba hasta la frontera con Panamá, “el epicentro fue la zona de Siquirres y otro punto clave fue Río Jiménez en el ramal de Guácimo-Parismina”.

Apunta que en la segunda etapa la huelga implicó actos más violentos contra la producción de la fruta, “frente a la prepotencia de algunos finqueros y de la United y frente a la represión policial”.

Montero recordó que el nivel de represión y la cantidad de efectivos de la Fuerza Pública que el gobierno envió a la zona levantó una protesta nacional. De hecho apuntó que la movilización de la Fuerza Pública “fue para atacar a los trabajadores. Fueron ataques directos y eso provocó una protesta nacional, el gobierno se vio obligado a detener la represión y devolver a la Fuerza Pública a San José”.

“El ambiente era muy tenso, los trabajadores cada día estaban más violentos. Hubo zonas como Cairo y Guácimo donde se levantaron con sus machetes y cortaron los bananales”, recordó.

Al final, los trabajadores lograron el establecimiento de un salario mínimo en efectivo, higienización de las viviendas costeada por los patrones y la instalación de botiquines en cada finca con suero antiofídico, entre otros puntos, aunque tuvieron que ceder en muchas de sus pretensiones originales.

“No obstante –apunta Contreras– la huelga no fue en vano, incidió en la toma de conciencia, lo cual influyó en las reformas sociales de los años 40 y muchos de los dirigentes de esta huelga tuvieron participación en los sucesos del 48”.

Por su parte, Montero destacó la importancia que el movimiento tuvo en términos de fortalecer la actividad sindical en el país.

 

 

 

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