Seis personajes en busca de un texto

Cuando el grupo inició el montaje sólo tenían en mente la palabra potenciadora “habitar”. (Foto: cortesía Teatro Universitario)Empacados al vacío, del Teatro Universitario, bajo

Cuando el grupo inició el montaje sólo tenían en mente la palabra potenciadora “habitar”. (Foto: cortesía Teatro Universitario)

Empacados al vacío, del Teatro Universitario, bajo la dirección de Juan Carlos Calderón, estará en escena hasta el 1° de junio, en Bellas Artes de la UCR.

Deconstruirse, construirse y deconstruirse. Eso hicieron a lo largo de 9 meses los seis actores y actrices −sus personajes− protagonistas de la obra Empacados al vacío, del Teatro Universitario de la Universidad de Costa Rica (UCR), bajo la dirección de Juan Carlos Calderón.

Dramaturgia colectiva, recalca el programa de mano que tiene finas ilustraciones del diseñador gráfico Diego Herrera. En entrevista con Calderón, actor y educador –como se define a sí mismo−, defiende con pasión el proceso de creación colectiva que asumió el grupo para elaborar la narrativa teatral.

“En este país se desprecia la sensibilidad y capacidad del actor y, en general, se trabajan textos desde la ‘letra dura’, que se tiene que acatar”, expresó Calderón.

En el caso de la obra estrenada el jueves pasado, la pregunta generadora fue: ¿qué pasa si creamos nosotros mismos el texto, a partir de la inquietud de habitar y deshabitar, de cuando el ser humano es poblado o desahuciado?

No es descubrir el agua tibia, pues este tipo de abordaje teatral sucede como instrumento de creación en todo el mundo, y nuestro país no es la excepción.

Así que Ana María Barrionuevo, Marta Monge, Natalia Regidor, Pablo Molina, Carlos Miranda y Elvia Amador asumieron el reto que significaba para ellos, y de sus experiencias y contradicciones; de su humanidad empezaron a construir monólogos que luego fueron puestos en común y se modificaron de camino, según las necesidades que iban surgiendo.

Fueron nueve meses de juego, una ‘gestación’ de improvisaciones y compromiso, de trabajo profesional. “El viaje es tan importante como el resultado”, dice Calderón. El título Empacados al vacío que resume este trayecto simboliza precisamente esa relación en la que los vecinos de un edificio de apartamentos viven cada uno en una burbuja, aislada del resto del mundo.

“Refleja el tono y las historias que queríamos contar. Estos personajes no ven más allá, viven en una ciudad-cárcel, teniendo como referencia un entorno, un afuera, que es aún más violento, que les provoca un miedo terrible”, detalla Calderón.

Esta fue la punta del ovillo que fue desenrollándose. “Los personajes fueron pensados, interrogados, se enamoraron y desenamoraron de ellos; cada actor y actriz creó su propio universo, siempre relacionado con la temática, incluso los condujo a descubrir partes oscuras y vulnerables de sí mismos”, recuerda el Director.

En el tejido dramatúrgico metió mano la premiada dramaturga y directora teatral Claudia Barrionuevo. La especialista, mediante sesiones –casi que psicoanalíticas– con los actores, fue depurando las características de los personajes, la coherencia o incoherencia de sus palabras, los mundos de los cuales provenían, sus deseos, sueños y recuerdos que confluían en la propuesta retórica de cada quien. Ella también ayudó a hacer transversales ejes como la solidaridad de género, el patriarcado y el poder.

En esta filigrana de la ‘partitura teatral’, como le llama Calderón, la música de Fabián Arroyo, la escenografía de Carlos Smith y el diseño de las luces de Smith, Calderón y Leonardo Torres apoyan de manera fluida y rítmica la adecuada comunicación del montaje.


Palabra de actores y actrices

Natalia Regidor (“Isabel”): “El tipo de dinámica del proceso nos llevaba a cambiar a nuestros personajes y a formarlos poco a poco. Entonces, era como poner un poco de arcilla y de repente quitarla o moldearla diferente, de una manera muy fluida. Había momentos de incertidumbre, pero esos nueves meses nos dieron tiempo de digerir las cosas. Lo más importante es que el proceso queda en la memoria del personaje, son datos que no se ven, pero que le dan carne al personaje”.

Pablo Molina (“Tony”): “Para mí este proceso ha sido un crecimiento, no solo como artista sino como persona. Hemos hecho un trabajo colectivo, en el que hemos pasado por trabajo práctico en el escenario, por reflexión sobre ese trabajo práctico y en todo momento ha sido un diálogo horizontal. El Director se ha encargado de que nos sintamos en la confianza de hablar sobre motivaciones, personajes, sobre cambios y relaciones; ha sido muy enriquecedor, porque es un producto propio y colectivo”.

Elvia Amador (“Sol”): “Siempre una creación colectiva es como tirarse al vacío, porque una nunca sabe para dónde va a agarrar, cómo va a concluir el texto. Fue muy bonito ir descubriendo algo que se va gestando solo. Muchos veníamos del Teatro Girasol que dirigía Juan Carlos Calderón, y nos ayudó mucho la conciencia del trabajo en equipo que habíamos tenido en esa experiencia, muy importante a nivel formativo. Y este proceso ha sido muy respetuoso de las decisiones, de las inclinaciones que cada uno tiene”.

Ana María Barrionuevo (“Pilar”): “Para mí ha sido muy curioso este proceso de creación colectiva porque soy bastante mayor que el resto del elenco; más allá de que me gusta trabajar con jóvenes, a veces me sentía un poco fuera de lugar, aunque al mismo tiempo fue muy gratificante. Son muchos años de no estar con gente en procesos de este tipo, sino que siempre partía de un texto, aprendérmelo y hacerlo”.

Marta Monge (“Cristina”): “Esta obra ha significado mucho para mí porque es mi regreso al teatro después de muchos años. El proceso ha sido muy enriquecedor porque no se ha tratado de que alguien más lo escribió, sino que fue a partir de las experiencias de vida de los compañeros y la mía, y de cómo ese entorno se ha visto reflejado en este montaje sin habérnoslo propuesto conscientemente”.

Carlos Miranda (“Eugenio”): “En este montaje el objetivo siempre fue trabajar una dramaturgia de texto escrito a partir de nosotros mismos, de improvisaciones. Entonces fuimos encontrando quiénes son los personajes, qué relaciones tienen y eso fue extraordinario. Uno escribe algo y cuando llega a ponerlo en escena en los ensayos es como una improvisación a medias, porque uno produjo un texto que se contrapone con textos que ya fueron producidos por los otros actores”.


Una visita al vecindario

Qué: Empacados al vacío

Dónde: Teatro de Bellas Artes, Universidad de Costa Rica.

Cuándo: Hasta el 1° de junio, jueves a sábado, 8 p.m. y domingos, 6 p.m.

Precio de la entrada: ¢4000 general, ¢3000 estudiantes con carné y ciudadanos de oro.

Reservaciones: 2511-6722, de 8 a.m. a 5 p.m.

Facebook: Empacadosalvacio


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