En el atentado murieron 3 personas y otras 29 −costarricenses y extranjeros− resultaron heridas, algunos de ellas de gravedad.
A medida en que se alejan en el tiempo, los acontecimientos van adquiriendo un tinte irreal, sumergiéndose en una niebla que desdibuja sus contornos, que solo la memoria va reconstruyendo, aunque sin los trazos precisos que tuvieron en el pasado.
Sentado, escribiendo a pocos minutos de que se celebrara la hora exacta del atentado de “La Penca” que, en 1984, costó la vida a tres periodistas (casi se lleva también la mía) y a una integrante del grupo que entonces dirigía Edén Pastora en su lucha contra el Gobierno sandinista de Managua, se vuelven a cruzar los caminos de los conflictos políticos que desangraron América Latina en el último cuarto del siglo pasado.
En Uruguay, ha causado conmoción la “reaparición” de Héctor Amodio Pérez, exdirigente del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros (MLN-T), que a fines de los años 60 y principios de los 70 tuvo en jaque al Gobierno uruguayo. Es el mismo al que acusaron de haber puesto la bomba en el atentado de La Penca. Fue el primer nombre mencionado en los días siguientes al atentado. Después, surgieron otras líneas de investigación sobre ese caso.
REAPARECE AMODIO PÉREZ
“Cuatro décadas después de su fantasmagórica desaparición, Héctor Amodio Pérez vuelve a ser noticia en Uruguay”, dice el medio electrónico “La Red21”, al presentar unas cartas cuya autoría Amodio reivindica. “En poco menos de un mes, se dieron a conocer seis cartas firmadas por Amodio, en las que da su versión de los hechos que derivaron en su famosa ‘traición’ al movimiento Tupamaro a principios de 1972”.
Capturado por el ejército, Amodio negoció su colaboración con las Fuerzas Armadas a cambio de su libertad, junto con la de su compañera Alicia Rey Morales, agrega la nota.
El supuesto Amodio hizo llegar a algunos medios uruguayos −el 19 de marzo pasado−, una primera, extensa y cuidadosamente redactada carta. Las otras derivan a esa primera y responden a algunas reacciones de los ahí mencionados.
Es una verdadera novela de intriga y horror, tejida en el entramado de la clandestinidad de la lucha guerrillera de entonces, historias de traición, torturas y muertes, que surgen precisamente cuando un exdirigente tupamaro, José Mujica, ejerce la presidencia del país y el Frente Amplio, al que los extupamaros pertenecen, podría asumir un tercer mandato, si triunfan en las elecciones del próximo año.
La “reaparición” de Amodio ha despertado toda clase de reacciones: desde quienes niegan que esté vivo y sea el autor de las cartas, hasta quienes lo descalifican o quienes deciden responder a sus afirmaciones.
El objetivo de este escrito es “modesto”, dice Amodio, antes de comenzar a disparar contra algunos de los principales líderes tupamaros. Uno de ellos es Raúl Sendic, fallecido en 1989 en París, después de haber permanecido 12 años en prisión en condiciones infrahumanas, como “rehén” de los militares durante la dictadura en Uruguay. Condiciones similares a las que padecieron en los años 70 y 80 el hoy presidente José Mujica y otros dirigentes tupamaros, como Jorge Zabalza o Euleterio Fernández Huidobro, actual ministro de Defensa de Uruguay.
Para el ministro, Amodio Pérez es un “muerto que camina”. “Estos son los traidores, estos se murieron en el momento de cometer la traición; lo que hay allá en la tierra son muertos que caminan”, expresó.
La “reaparición” de Amodio Pérez (nadie lo ha visto aún públicamente) ha provocado un intenso debate en el país. Esto “no es más que un distractor que usa de manera indirecta la derecha uruguaya (blancos, colorados e “independientes”) para continuar su muy precoz campaña electorera”, afirma un lector, al comentar la noticia.
Otro, Edgardo de los Santos, reacciona de manera distinta: “La verdad es que empecé a leer la carta de este personaje y llega un momento que da asco. Sí, mucho asco”, afirma.
Amodio explica su “traición” matizando las acusaciones en su contra, entre ellas la de haber entregado la “Cárcel del pueblo”, donde los tupamaros mantenían a sus rehenes.
Impresionantes imágenes de esa “cárcel”, con su bucólica fachada en un barrio residencial de Montevideo, pueden ser vistas en el post “La cárcel del pueblo de los Tupamaros” en la página www.taringa.net.
“Me seguí considerando un militante del MLN-T hasta que, en el propio Florida [un batallón, centro de detención y tortura del ejército], empiezo a enterarme de cómo viene la mano. Méndez me lo puso fácil y acepté. Después aceptará Mercedes, porque no nos quedaba otra”, dice Amodio, refiriéndose a su captura y a la oferta que le hiciera el teniente Méndez para que cooperara con el ejército. Oferta que aceptó, junto a su compañera, Mercedes. Eran los años de plomo.
Zabalza lo rechaza: A las pocas horas de ser detenido Amodio accedió a colaborar con los militares para no ser torturado. “Traición y mentira es el contexto ético y moral de su reaparición en el escenario político. La historia que Amodio cuenta es la historia contada por un traidor mentiroso. Amodio relata varios episodios inconexos para justificar su cobardía y enlodar al movimiento revolucionario”, dijo Zabalza.
“¿Quiénes serán sus socios en esta nueva ‘operación enchastre’, tan parecida a la 1972?”, se pregunta.
Por su parte, Amodio afirma: “Ni pretendo volver a residir en Uruguay ni reciclarme, ni pedirle nada a nadie. He vivido desde 1966 en la clandestinidad y he aprendido a ser médico, ingeniero, maestro, cura, pastor metodista y otros etcéteras. Y fui el responsable del servicio de falsificación. Es decir, tengo bagaje y experiencia para vivir en la clandestinidad los años que me queden de vida”.
¿EN COSTA RICA?
Había avanzado la noche y los que iban saliendo de las primeras curaciones empezaron a juntarse, en sus sillas de rueda, en una sala del hospital de San Carlos. Era ya la madrugada del 31 de mayo de 1984. El atentado había ocurrido poco después de las 7 p.m. del día anterior, en una casa rústica de madera, en la orilla nicaragüense del río San Juan. En varias pangas los heridos venían subiendo el río, para entrar por la boca del río San Carlos. Otra hora de navegación y estaban las ambulancias esperando para llevarlos al hospital.
Después de las primeras curaciones, cada uno tomaba su destino. El asesino pasó un rato sentado delante de mí, con un cigarrillo en la mano (como en la foto). De ahí volvió a San José, se fue a su hotel, recogió sus cosas y desapareció.
Yo me fui a cuidados intensivos, en el hospital México. Solo varias semanas después revisé periódicos. Ahí estaba la foto y la historia.
“Uno de los primeros señalados como posible perpetrador fue Amodio Pérez, un uruguayo perteneciente a agrupaciones de extrema izquierda en Sur América”, se puede leer en el blog “El cliente siempre tiene la razón”. El texto es de 2008, cuando el atentado cumplía 24 años: “Un periodista exiliado, que había conocido a Pérez en persona, admitió el parecido con las fotografías de Hansen”, señaló, refiriéndose al danés Per Anker Hansen, cuya identidad asumió el asesino, utilizando un pasaporte robado. Sin embargo, “parece existir problemas con esta teoría, ya que todo apuntaba a que nadie había visto a Amodio Pérez en más de una década. Durante el 70 y el 72, Amodio había sido arrestado dos veces. Después de eso no se conoce su paradero”, agrega el texto.
Ahora se conoce, ¿o no? Son los años de plomo, en los que algunas cosas no son lo que parecen.
En todo caso, también en Uruguay recordaron la historia. Uno de los lectores –Víctor Fernando López Alvarado– agregó un comentario a la primera carta de Amodio.
Hace algunos años atrás, recuerda, “en un atentado contra Edén Pastora, estuvo Amodio Pérez entre los que atentaron contra este líder guerrillero. Saco conclusión que estuvo todo este tiempo trabajando para la CIA. Por eso estaba cómodo oculto en algún lugar. Ahora aparece con el fin de desvirtuar la figura de los dirigentes del Frente Amplio (FA). Cumpliendo parte de un plan ideado por los EE.UU. para terminar con el socialismo en América. Es una simple opinión”, asegura.
Las investigaciones sobre el atentado −sobre todo las realizadas por el periodista sueco Peter Torbiesson, autor de un documental sobre lo ocurrido en La Penca, titulado “El último capítulo”− apuntan en otra dirección: a la seguridad sandinista.
Probablemente, todos tengan algo de razón y quizás nada sea exactamente lo que parece. Eran los años de plomo.