Elecciones en Brasil: Marina Silva surfea en la ola provocada por el deseo de cambio

El apoyo político para Marina Silva proviene principalmente de los electores que desean cambios en el país y de sectores de la derecha, aseguran

El apoyo político para Marina Silva proviene principalmente de los electores que desean cambios en el país y de sectores de la derecha, aseguran analistas. (Foto: //marinasilva.org.br)

–¿Ud. cree que, pese al aumento de la intención de votos por Dilma (Rousseff), Marina (Silva) será la futura presidenta?

–No, al contrario, creo que pese a toda esta conmoción, la presidenta Dilma será reelegida. Creo que, a lo largo de estos dos meses, las ideas de la exsenadora (Marina Silva) van a quedar en evidencia.

Quien habla así, en reciente entrevista del periodista Dario Pignotti, es el embajador Samuel Pinheiro Guimarães, exsecretario general de la Cancillería brasileña y exministro de la Secretaría de Asuntos Estratégicos en el gobierno de Luiz Inácio “Lula” da Silva.

Esa es solo una opinión. En Brasil, a solo tres semanas del primer turno −el próximo 5 de octubre−, lo más común es oír que las elecciones están “abiertas”.

“Marina todavía está llevada por los vientos”, afirmó en su columna del pasado fin de semana el periodista Janio de Freitas. La frase es una referencia a la conmoción política causada en el país por la muerte en un accidente de aviación del candidato del Partido Socialista Brasileño, Eduardo Campos, el pasado 13 de agosto, de quien Marina era candidata a la vicepresidencia.

Con un capital político propio mucho mayor que el de Campos (Marina disputó la presidencia con Dilma hace cuatro años, cuando sacó cerca de 20 millones de votos), al asumir la candidatura presidencial, nuevamente sus cifras se dispararon. Si Campos nunca superó el 13% en intenciones de votos, Marina en dos semanas se pegó a Dilma y  comparten el apoyo de cerca de un tercio del electorado.

Ese crecimiento no se dio a costa de la actual presidenta y candidata a la reelección del Partido de los Trabajadores (PT), sino del hasta entonces segundo en la disputa: el exgobernador de Minas Gerais, Aécio Neves, del conservador Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), quien ha visto caer su apoyo a los niveles que tenía Campos y ya no tiene posibilidades siquiera de pasar a un probable segundo turno, en caso de que ningún candidato alcance más del 50% de los votos en el primero.

En todo caso, “llevada por los vientos”, no hay todavía “una seguridad mínima sobre el techo o el potencial de crecimiento de Marina”, según el mismo Janio de Freitas. Ella “no necesita hablar, y poco o nada habla”.

“Su programa –agrega– es un conjunto de retazos, recogidos aquí y allá −varios acusados de plagios y contradicción−, sin costura y, por lo tanto, sin conformar un todo claro y coherente”.

MARINA

Quizás por eso, un esfuerzo por “ubicar” la posición política de Marina y tratar de entender las posibles líneas de un eventual gobierno suyo ocupan buena parte de los análisis de la prensa brasileña.

El embajador Pinheiro Guimarães, quien fue también alto representante general del Mercosur (2010-2012), se refirió a lo que percibe como un distanciamiento de Marina de esa institución de integración regional.

“Ella y los sectores que representa buscan otro modelo de inserción internacional. Un pensamiento que se traduce en el objetivo de debilitar el Mercosur, con el pretexto de abrirlo al mundo”, afirmó.

“Interesa a Estados Unidos que el Mercosur sea desmontado y que los proyectos de la era ‘tucana’ (los dos período de gobierno de Fernando Henrique Cardoso, 1995-2003) sean retomados. No nos equivoquemos, en estas elecciones está en juego la retomada del proceso privatizador, parcial o total, de Petrobras, del Banco do Brasil y del Banco Nacional de Desarrollo (BNDES)”.

“La embajada norteamericana –agregó Pinheiro Guimarães– adoptó un perfil muy discreto en las elecciones. Pero eso no debe confundirse con el hecho de que son ajenos a lo que ocurre. Cuando Aécio Neves queda fuera de la jugada, Estados Unidos se inclina por Marina, por pragmatismo y porque ella representa lo opuesto al PT”.

“Todo indica que el proyecto norteamericano de integración hemisférica, de eliminación de barreras, de aprobación de leyes que benefician a sus multinacionales, etc, sigue vigente. Hay que poner atención a la Alianza del Pacífico (México, Colombia, Perú y Chile). Creo que Estados Unidos se prepara para retomar esa propuesta, en el caso de que gane Marina”, advirtió.

Sobre la posición política de Marina, la empresa Datafolha divulgó la semana pasada una encuesta, de cuyo análisis saca la conclusión de que “es con el apoyo de los electores de una creciente derecha y centro-derecha que Marina Silva asegura su empate con la presidente Dilma Rousseff en el primer turno de la elección presidencial y, sobre todo, derrota a la candidata del PT en una simulación de la ronda final”.

Dilma saca nueve puntos de ventaja sobre Marina entre los electores de izquierda y algo menos cuando se analizan las preferencias de los electores de centro o de centro-izquierda.

Pero la polarización del electorado, afirma Datafolha, se acentúa cuando se analizan las intenciones de voto en un segundo turno. En ese caso, “en el universo de los electores de izquierda, Dilma gana por 50% a 43%”.

“Pero –agrega– a medida que el electorado camina hacia la derecha, aumenta la ventaja de Marina. Entre los electores de centro-derecha la diferencia a su favor es de 12%. Entre los de derecha alcanza 14% (49% a 35%).

CAMBIOS Y ESCÁNDALOS

Es el deseo de cambios lo que parece alimentar también la votación de Marina. En opinión de su candidato a la vicepresidencia, el diputado Beto Albuquerque, “este sentimiento de cambio es muy fuerte y los electores ven en Marina la representación de esos cambios”.

Albuquerque cree también que mientras más se debata sobre el programa de Marina, más se fortalecerá su campaña, pues se le identificará con ese deseo de cambio que prevalece en cerca de 70% del electorado, según las encuestas.

Otro factor que puede incidir en el resultado electoral es el escándalo de corrupción en la empresa petrolera brasileña, la semiestatal Petrobras.

En marzo de este año fue detenido por primera vez el principal implicado, el exdirector de la empresa, Paulo Roberto Costa. En junio, autoridades suizas enviaron a Brasil documentos que comprobaban depósitos por $23 millones en cuentas de Costa y sus familiares en bancos de ese país.

Fue su decisión hacer un acuerdo con la justicia para revelar detalles de los sobornos −la semana pasada−, lo que prendió la luz de alarma en la campaña de Dilma y entre las empresas vinculadas al escándalo.

Desde el 29 de agosto, Costa viene prestando declaraciones a la justicia. La semana pasada, medios de prensa dieron a conocer ya los primeros detalles, incluida una amplia lista de nombres involucrados.

Costa denunció a, por lo menos, 12 senadores, 49 diputados y 2 gobernadores estatales como beneficiarios del esquema de corrupción montado por las empresas. Costa, que fue escogido para el cargo por el Partido Progresista (PP), uno de los aliados del PT en el Congreso, denunció que también el PT y el PMDB recibieron dinero para financiar sus campañas o para garantizar su apoyo al Gobierno.

Costa citó, además, al fallecido candidato presidencial del PSB, Eduardo Campos, como uno de los que recibieron dineros del esquema de corrupción montado en torno a las obras de la Petrobras.

Las empresas que obtenían licitaciones tenían que entregar un 3% de sus ganancias que, luego, eran traspasadas a los partidos y a algunos de sus dirigentes, entre ellos el presidente del Senado, Renán Calheiros, y de la Cámara de Diputados, Henrique Eduardo Alves, ambos del PMDB.

El comando de campaña de Dilma trata de evaluar las consecuencias de las denuncias y, aunque se estima que no la comprometerá personalmente, reconoce que sus consecuencias son “imprevisibles”.

Dilma fue ministra de Minas y Energía y jefa de la Casa Civil durante la presidencia de Lula, y presidió el Consejo de Administración de Petrobras cuando se decidió la compra de una refinería en Texas, un caso de sobreprecio vinculado al esquema de corrupción.

En medio de unas elecciones en las que se parece jugar más que la presidencia de Brasil −por las consecuencias políticas regionales que podría tener un cambio político en ese país−, los resultados parecen aún muy difíciles de predecir.

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