Guila Flint: “Israel está ganando la guerra, pero va a perder la paz”

Durante una tregua de 72 horas, un palestino revisa casas destruidas por bombardeos israelíes y la zona donde solía estar el hospital Al Wafaa

Durante una tregua de 72 horas, un palestino revisa casas destruidas por bombardeos israelíes y la zona donde solía estar el hospital Al Wafaa en un vecindario de la ciudad de Gaza. (Foto: AFP)

La frase no es suya, fue dicha hace muchos años, cuando comenzaron los conflictos por la tierra en Palestina. Es solo ver el mapa: 1947, 49-67, 2010. Probablemente, ese mapa explica casi todo.

Guila Flint (59 años) recuerda la frase antigua: “Israel está ganando la guerra, pero va a perder la paz”. Esta periodista brasileña, judía, vive en Tel Aviv hace 20 años, quien cubre la guerra de los dos lados, habló largamente en el programa Espaço Público, de la TV Brasil, el pasado 23 de julio, con el periodista Paulo Moreira Leite y los intelectuales Florestán Fernandes Jr. y Emir Sader.

Flint habló del dolor y de los momentos clave de la cobertura en esa área de conflicto, del inicio de los atentados en Tel Aviv, del asesinato de Rabin y del dolor palestino.

De repente –recordó– empezaron los atentados suicidas en Tel Aviv. “Durante años oí las explosiones, desde mi casa. Era un cotidiano loco, algo surrealista. Atentaban contra librerías, cafés, restaurantes. El primer atentado suicida fue contra un bus. Un palestino entró en el bus y se hizo estallar. Al mediodía, en una calle principal, el bus estalló y empezaron a caer cadáveres por los aires, pedazos de personas colgados de los árboles. Algo insoportable, insoportable para todos”. En ese atentado no solo murieron 18 personas, sino que alimentó un proceso de desconfianza que no ayudó a la paz.

Otro momento clave fue el asesinato del primer ministro Yitzhak Rabin, después de la firma de los Acuerdos de Oslo.

“La muerte de Rabin fue un golpe enorme para mí. Él estaba decidido a avanzar hacia la paz con el líder palestino Yaser Arafat, quizás por eso lo asesinaron”, afirmó.

Rabin fue asesinado por un fanático israelí que le disparó por la espalda al concluir un mitin por la paz en Tel Aviv, el 4 de noviembre de 1995.

La otra historia que cuenta Guila Flint ocurrió en un campamento de refugiados en Cisjordania. “Hay experiencias dolorosas también del otro lado”, enfatizó.

En Cisjordania, en el 2002, cuando las fuerzas israelitas entraron en todas las ciudades palestinas, Flint cubría la llegada de heridos en un hospital en Belén. Entonces, llegó una señora palestina, madre de cuatro hijos, atropellada por un tanque que entró en un campo de refugiados y se llevó su casa. La atropelló en su cocina, mientras cocinaba. “Su marido estaba esperando afuera, y yo vi el momento cuando el médico salió y le dijo que no habían podido salvar a su mujer. En ese momento se desmayó. No vi sangre, solo vi la cara del marido de esa mujer. Ese fue el momento que más me marcó en toda la cobertura que he hecho en Palestina. Vi momentos más violentos, pero no me marcaron tanto como este”.

De esa conversación, de cerca de hora y cuarto, sacamos este texto que trata de apegarse estrictamente a la visión de Guila Flint, que hurga en los dolores de la guerra y en las causas del conflicto.

PAZ LEJANA

Han pasado 47 años desde la guerra de 1967, 21 años desde los acuerdos de Oslo, y observamos que la situación solo empeoró, que los obstáculos para la paz solo aumentan, afirmó la periodista brasileña. En este tiempo casi se triplicó el número de colonos israelíes que viven en territorios palestino ocupados (ver mapas).

Hace 21 años no existía una fuerza fundamentalista tan grande y poderosa como Hamas, que se opone al acuerdo que firmaron Arafat y Rabin (los Acuerdos de Oslo de 1993). Ahora existe una situación mucho más complicada y se va a complicar aun más, estimó Flint.

La muerte de Rabin fue uno de los factores que llevaron al deterioro de la situación pues, aseguró la periodista, él tenía una autoridad moral para conducir a Israel a la paz y desmantelar los asentamientos.

El segundo elemento que perjudicó la posibilidad de un acuerdo, en su opinión, fueron los atentados suicidas cometidos por Hamas en ciudades israelitas. Eso causó un impacto muy perjudicial en la psicología del pueblo de Israel, que perdió confianza en la posibilidad de paz.

El tercer factor que causó la pérdida de confianza de los palestinos fue la ampliación de los asentamientos judíos en los territorios ocupados.

“En este momento –agregó– es difícil encontrar un interlocutor en el Gobierno”. De acuerdo con las últimas encuestas, si las elecciones fueran hoy, 70 de las 120 sillas del parlamento serían de derecha, extrema derecha y de religiosos. “Podríamos tener algo más radical, como Avigdor Liberman o el ministro de Industrias –dijo Naftali Bennett–. “No veo un interlocutor más moderado en el Gobierno de Israel”.

Los partidos que hoy gobiernan Israel están contra la devolución de Cisjordania y de Jerusalén oriental a los palestinos, explicó la periodista. El primer ministro, Benjamin Netanyhau, dijo que Israel no va a abandonar el control militar de Cisjordania, lo que contraría la afirmación de aceptar la creación del Estado palestino al lado de Israel.

Mientras no haya una presión más incisiva del Gobierno de Estados Unidos, no habrá perspectiva de cambios; este es el único país que tiene capacidad de presión sobre Israel (EE. UU. da a Israel $3000 millones al año en ayuda militar) y, aun así, no han logrado convencerlo de congelar los asentamientos en territorios palestinos, añadió.

Consultada sobre otras formas de presionar al Gobierno israelí, expuso que la única manera de cambiar la posición de Israel sería un boicot, pero dentro de la propia izquierda israelita –agregó– hay una resistencia a eso. Algunos apoyan un boicot solo a los productos de los asentamientos, pero no un boicot generalizado. Ese es un tema altamente político.

GUERRA ASIMÉTRICA

Sobre la naturaleza del conflicto actual, destacó su carácter “totalmente asimétrico”. Esto se manifiesta en el área militar. “Tenemos, por un lado, un Estado muy avanzado, con un ejército muy fuerte; por otro, una gran ‘favela’, que es la franja de Gaza”.

Pero, según analistas militares citados por Flint, hay una cierta sorpresa entre las fuerzas de seguridad israelitas respecto al poder militar de Hamas. Israel entró a Gaza con varias divisiones de infantería, artillería, aviación; Hamas sigue resistiendo y enviando cohetes contra Israel. Desde el punto de vista de Israel, esto provoca una cierta sorpresa –reconoció–, incluido el número de cohetes de largo alcance que tiene Hamas (más de mil ya fueron lanzados sobre Israel). También, el número de túneles era mayor que el previsto: estimaban 13 y ya encontraron 20. Hay una cierta sorpresa, enfatizó.

En junio pasado hubo un acuerdo de unión entre las principales agrupaciones palestinas, se había tratado de hacer durante años y, finalmente, se logró. Por ese acuerdo, Hamas implícitamente reconocía la OLP y a Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina, como negociador.

De hecho, dijo Flint, Hamas reconoció las negociaciones pero Israel desconoció este Gobierno de unidad. Ahora, con esta crisis, Hamas puede fortalecerse y Fatah debilitarse. Va a afectar la estabilidad de ese nuevo Gobierno que Abbas trató de crear.

Antes de la formación de este Gobierno, externó la periodista, el argumento de Israel era que Mahmud Abbas no representaba a los palestinos, que solo controla Cisjordania y no la Franja de Gaza −controlada por Hamas−, que Abbas no es aliado confiable. Abbas creó un Gobierno de alianza nacional con Hamas y ahora dicen que se transformó en “aliado de terroristas”, que no puede ser un aliado confiable.

En su opinión, el significado político de ese acuerdo es positivo para el proceso de paz porque, al reconocer a Abbas, Hamas estaría renunciando a su autonomía y aceptaría a Abbas como negociador con Israel, pero dentro de la confusión de categorías y argumentos esa lógica se pierde.

“Veo un vínculo entre la expansión de los asentamientos, que causa un congelamiento del proceso de paz y, con eso, crea una situación de tensión cada vez mayor, que lleva a acciones militares”, hizo ver.

Consultada por los entrevistadores, Flint aceptó que esto plantea “una cuestión nacional grave para los palestinos”. Israel, después de la guerra del 48, amplió las fronteras de la partición (como puede verse en los mapas).

Hay, por otro lado, colonos fanáticos que queman olivares palestinos en una disputa casi tribal sobre la tierra; no es el ejército israelita el que quema los olivares, pero el ejército apoya a los colonos. Considera que “es bueno distinguir entre los actos de los diversos componentes de esta realidad”.

De acuerdo con analistas políticos, a los que se refirió Flint, el plan de Netanyahu es mantener el control de Israel en Jerusalén oriental. El segundo elemento sería mantener el control de las fronteras del Valle del Jordán, con Jordania. Los bloques de asentamientos serían mantenidos y lo que quedaría para los palestinos serían “bantustanes” (los pueblos segregados creados en Sudáfrica por la política del apartheid) desconectados entre sí: un enclave en el norte de Cisjordania, otro en Belén y otro al sur. Israel mantendría el control militar de las carreteras que conectan esos “bantustanes”.

Ese Estado propuesto por Netanyahu no sería viable y para el mundo tampoco lo sería,  pues hasta Barack Obama dice que apoya la construcción de un Estado palestino

viable. Ese cuadro dificulta mucho la vida, la viabilidad económica de Palestina. Un palestino en Cisjordania tiene mucha dificultad de movilización de una parte a otra, aseguró Flint.

¿DOS ESTADOS O UNO SOLO?

En momentos que el grado de odio aumenta de forma geométrica, “es muy difícil pensar en un Estado conjunto de israelitas y palestinos”, aunque hay muchas utopías, señaló la periodista. “Una versión que me parece muy interesante de un grupo de intelectuales israelitas es algo intermedio entre dos Estados o un solo Estado”, explicó.

Según esa propuesta, sería creado un Estado palestino al lado de Israel, en las fronteras de 1967. Las relaciones entre esos dos Estados sería algo así como en la Unión Europea. Los ciudadanos de Palestina votarían por un parlamento palestino; los israelitas, por un parlamento israelita. Las fronteras estarían abiertas y los moradores de los dos Estados podrían vivir donde quisieran en toda el área, desde el Mediterráneo hasta el río Jordán.

Esta propuesta es interesante porque respeta la aspiración nacional de cada pueblo y, al abrir la frontera, permite que cualquier palestino o israelita pudiera vivir y trabajar en toda la región, estimó Flint.

Finalmente, sobre el futuro, Flint destacó algo que no siempre se ve con claridad. Se oye ahora hablar de una nueva idea: “un plan mini Marshall para Gaza”. El cese al fuego sería acompañado de medidas económicas para promover el desarrollo de la franja. Puede ser que, tarde y después de mucha muerte, alguien en la política de Estados Unidos o Europa comience a ver una nueva posibilidad.

“Lo que percibo en la juventud de ambos lados –expresó– es un cansancio”. Ese cansancio percibido en la juventud palestina, también lo está en la juventud israelita. Eso representa ganar la guerra y perder el futuro.

Del lado palestino hay desesperación, del lado israelita hay un fenómeno muy interesante: el éxodo. Lo mejor de la juventud israelita, los mejores profesionales, se están yendo, dejaron de creer en el país. Hay miles en Berlín, Londres y Nueva York, aseveró.

Con un cuarto de lo que Israel gasta en armas se podrían resolver los problemas de desarrollo de Gaza. ¿Por qué eso nunca ocurrió?, se preguntó Flint.


A alguien le falta un tornillo

“Más de un centenar de palestinos murieron el miércoles 30 de julio en la Franja de Gaza, devastada por los ataques israelíes, en una jornada de pesadilla marcada por las matanzas ocurridas en un mercado y en un centro de refugiados de la ONU”, reseñaba una agencia de noticias sobre la masacre del día en Palestina.

Las imágenes eran devastadoras. Israel deja Gaza sin luz, dice otra nota. Van ya más de 1400 muertos entre la población de Gaza, muchos de ellos niños, consecuencia de ataques a escuelas, hospitales y, en realidad, a todo el territorio de la angosta franja de 360 km2 y cerca de 1,8 millones de habitantes, una de las zonas de mayor densidad poblacional del mundo.

Las noticias del día indicaban también que “el Pentágono envió munición adicional a Israel por petición del Estado judío, que mantiene su ofensiva contra la milicia de Hamas en Gaza”.

Para el primer ministro israelí, Benjamin Netanyhau, “no hay guerra más justificada que esta”. Uno de los ejércitos mejor equipados del mundo, contra un grupo armado con  cohetes caseros incapaces de dar en un blanco elegido, y una vasta población civil sitiada desde hace años y sometida a todo tipo de humillaciones.

¿Qué pasa después de la devastación? Hay que ser muy ingenuo para no pensar en los efectos a más largo plazo de esta masacre.

No es el único lugar del mundo donde a algunos parece habérseles perdido un tornillo. El día anterior, en Washington, el presidente Barack Obama anunció nuevas y dramáticas sanciones a Rusia, que buscan afectar los sectores de finanzas, defensa y energía.

A esas sanciones se sumó la Unión Europea. El objetivo es multiplicar su costo para Moscú. El pretexto es la política rusa en Ucrania.

Parece que “Occidente” llegó a la conclusión de que es la hora del asalto final. Avanzaron sobre Ucrania, dejando a un lado las promesas de no hacerlo del período del fin de la Guerra Fría. Entonces, cuando la Unión Soviética se desmembraba, actuaron con más prudencia; ahora que “Occidente” ve crujir sus estructuras, en medio de la crisis que no afloja, decide “huir hacia adelante”, cercar Rusia y… ¿qué pretenden?

Digamos que lo logren. ¿Es tan difícil imaginar las consecuencias de una Rusia desestabilizada, sumergida en un previsible conflicto interno? ¿No basta ver las consecuencias (mucho menos graves y aun así desastrosas) de esa política en Ucrania?

¡Alguien ha perdido un tornillo en ese devastador (y miope) escenario internacional! ¡Va a ser difícil encontrarlo en medio de este caos!


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