La guerra civil siria es un conflicto internacionalizado

Observadores de Naciones Unidas inspeccionan el lugar de una explosión en un garaje en la zona de Al Sayeda Zainab, cerca de Damasco.

Observadores de Naciones Unidas inspeccionan el lugar de una explosión en un garaje en la zona de Al Sayeda Zainab, cerca de Damasco.

“La revolución siria no se diferencia de las que estallaron desde Túnez hasta Bahrein, desde Egipto hasta el Yemen: es una revolución contra el autoritarismo, la arbitrariedad del Estado, la corrupción y las políticas económicas neoliberales”, explicó su visión sobre la crisis siria el canciller brasileño, Antonio Patriota,  en una entrevista publicada por el diario Le Monde Diplomatique hace dos semanas. Puede ser así; pero, en la situación siria, es difícil incluso ponerse de acuerdo con el tema de la naturaleza del conflicto.

La semana pasada, Hervé Ladsous, subsecretario de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para el mantenimiento de la paz, dijo que se podía calificar de “guerra civil” el conflicto sirio. “El gobierno de Siria ha perdido grandes partes de territorio y varias ciudades para la oposición y quiere retomar el control de estas áreas”, agregó, como explicación.

El gobierno de Assad rechaza la calificación. «Hablar de guerra civil en Siria no es consistente con la realidad (…) Lo que está ocurriendo es una guerra contra grupos armados que eligen el terrorismo», indicó el Ministerio de Relaciones Exteriores en un comunicado citado por la Agencia de Noticias Árabe Siria (SANA por sus siglas en inglés de Syrian Arab News Agency).

 

Francisco Veiga, académico con diversas publicaciones sobre la región de los Balcanes, intervino en el debate al señalar que “la precisión en los términos es importante: en Siria está teniendo lugar una guerra civil”.

En una “guerra civil”, aplican las leyes de la Guerra y, por ejemplo, hay que tratar al enemigo como combatiente y no como un criminal; los prisioneros no pueden ser interrogados ni torturados.

Pese a la oposición siria, hay cada vez mayor consenso en la apreciación de un conflicto, en el cual la escalada de violencia parece imparable, sin que se vislumbre posibles soluciones. Una situación que Richard Falk, relator especial de las Naciones Unidas sobre los derechos humanos de los palestinos, calificó como un “trágico espacio entre lo inaceptable y lo imposible”.

Lo inaceptable, en su opinión, fue la masacre de Hula, ocurrida en pequeñas ciudades musulmanas ubicadas alrededor de Homs. Falk aseguró que la mayor parte de los 108 civiles muertos fueron ejecutados a sangre fría y que más de 50 eran niños menores de 10 años. Ante esa brutalidad, se preguntó qué hacer: “La diplomacia se ha mostrado, hasta ahora, incapaz de detener el baño de sangre. La intervención militar ha sido solicitada durante meses por alguna figura política irresponsablemente beligerante en los Estados Unidos, principalmente por John McCain”.

INTERVENCIÓN EXTRANJERA

Pero el clima político, la crisis económica y las dificultades logísticas hacen de una intervención militar extranjera en Siria una opción “poco realista”. Empero, eso no quiere decir que no exista una creciente participación internacional en el conflicto.

La semana pasada, la Secretaria de Estado, Hillary Clinton, acusó a Moscú de enviar helicópteros de combate y otro tipo de armas al régimen de Bashar al Asad y de mentir al respecto.

El ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, respondió acusando a Estados Unidos de enviar armas a los grupos de oposición sirios y agregó: “No abasteceremos de nada a Siria u otro país para que sea utilizado contra manifestantes pacíficos, a diferencia de Estados Unidos, que entrega regularmente armas especiales a esta región”.

Veiga, en el artículo citado, denunciaba la presencia en Turquía del estado mayor del “Ejercito Libre de Siria”, que encabeza la lucha armada contra el gobierno de Bachar Al-Assad. “La guerra civil siria es un conflicto ya plenamente internacionalizado”, aseguró.

“No es nada nuevo que el régimen de Assad recibe armas rusas y apoyo militar de Irán. Tampoco lo es que el otro bando, el multifacético de la oposición, se beneficia de armas, instrucción, información clasificada y apoyos diversos procedentes, como mínimo, de Arabia Saudí, Qatar, Turquía, el nuevo régimen libio y algunos países europeos”, agregó.

En definitiva, dijo Veiga, “la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) y sus aliados árabes están escribiendo una nueva versión, corregida y ampliada, de su actuación en Libia, el año pasado”.

La alusión a Libia despierta nuevas suspicacias. El canciller brasileño se refirió al tema, en su entrevista a Le Monde Diplomatique.

En febrero pasado durante una visita a Brasilia, la Alta Comisionada de la Unión Europea para las Relaciones Exteriores, Catherine Ashton, le exigió a Brasil “elegir entre Assad y el pueblo sirio”.

“Nosotros escogemos siempre la diplomacia y la paz, las soluciones  que signifiquen menos inestabilidad y menos peligros para los civiles”, respondió Antonio Patriota. “Por eso hemos iniciado un debate en el Consejo sobre la ‘responsabilidad protectora’ (responsability while protecting) en caso de una acción de protección”. Pero, agregó, “aún si el Consejo autoriza una intervención  destinada a proteger a los civiles, la historia no termina ahí. Es necesario que la acción a desarrollar bajo ese mandato sea responsable y no se aparte de los parámetros establecidos por la resolución del Consejo”.

Está en el aire lo sucedido en Libia, cuando el mandato de la ONU para proteger a los civiles en Libia fue usado por la OTAN para derrocar a Kadafi.

“¿Usted piensa en lo que fue la intervención en Libia?”, le preguntó el periodista.
“Pienso en la credibilidad del Consejo de Seguridad, porque si no se respeta el mandato del Consejo, se puede crear una situación en la que cada uno hace lo que quiere. No es para eso que fueron creadas las Naciones Unidas”, contestó Patriota.

El resultado de esa intervención en Libia pesa, naturalmente, en la oposición de Rusia y China a autorizar una intervención en Siria.

CONFLICTO RELIGIOSO

En el conflicto sirio, se cruzan los más diversos intereses. Uno de esos componentes es el conflicto sectario, entre minorías y mayorías étnico-religiosas. “Todo eso puede resultar explosivo, como hemos visto en Hula. Sin embargo, desde hace bastante más de un siglo, sabemos que esos enfrentamientos no surgen de la nada, no estallan como bombetas si alguien no anda por ahí con cerillas. Para prueba, el contagio que está prendiendo en el Líbano”, recordó Veiga.

Un cambio en Siria, agregó, “en sentido proccidental, supondría un golpe muy duro para Hezbollah, para la influencia iraní en la zona y, teóricamente, un alivio para Israel, que anularía a un vecino hostil muy peligroso en sus fronteras”.

Pero hay que contar también con los rusos, recordó. “Un Irán alejado de Siria y Líbano se volcaría más hacia Asia Central, esto es, hacia los países del área persáfona y, entre ellos, Afganistán. En principio y si las cosas se hacen mal, la salida de ese país podría verse como la primera derrota militar de la OTAN”.

Para el canciller brasileño, la “brutal represión” con que el régimen sirio respondió a protestas no violentas “facilitó la aparición de un movimiento de autodefensa, pero también la militarización de ciertos sectores insurrectos”.

“En respuesta a la instrumentalización por parte del poder de las minorías, se desarrolló una movilización comunitaria sunita, envalentonada por la infiltración de grupos armados llegados del Líbano y de Irak, pero también de combatientes de Al-Qaeda, como no dejan de reconocerlo los países occidentales más hostiles al régimen”, mencionó.

“En varias regiones el conflicto, se ha transformado en lucha armada y en guerrillas, asumiendo un carácter confesional. Resulta irónico comprobar que los países occidentales que condenan por lo general la violencia palestina contra la ocupación israelí defienden esa misma violencia en Siria”, enfatizó Patriota.

¿Qué hacer? No hay respuesta clara. “Es realmente necesario explicar  hasta que punto una intervención militar occidental (aunque fuera con el aval de la ONU, lo que parece poco probable) sería una catástrofe, arrastrando una guerra confesional  en su interior y en el plano regional. ¿Irán, pero también Irak, y, sin duda, el Hezbollah libanés se alinearían del lado de Damasco? Una salida de este tipo agravaría por añadidura  las tensiones entre chiitas y sunitas en toda la región”, advirtió el canciller brasileño.

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