Soldado Bradley Manning: “Empecé a deprimirme al vernos cada vez más empantanados”

Amenazado con pasar el resto de su vida en la cárcel, el soldado Bradley Manning defendió la difusión de documentos y videos sobre las

Amenazado con pasar el resto de su vida en la cárcel, el soldado Bradley Manning defendió la difusión de documentos y videos sobre las guerras que Estados Unidos libra en Irak y Afganistán.

Los personajes en las dos puntas de una trama que ha atraído la atención internacional están detenidos, por ahora, debido a diferentes situaciones, pero ninguno de los dos puede pasearse libremente por las calles.

El soldado Bradley Manning, detenido en mayo del 2010, espera juicio en una corte marcial que debe iniciarse en junio próximo. En la otra punta de esta historia, el fundador de WikiLeaks Julian Assange —“el hacker itinerante australiano que ofreció al mundo la mayor filtración de documentos secretos de la historia”— sigue el desarrollo del proceso a unos 10 000 kilómetros de distancia, desde su más cómoda “prisión” en la embajada de Ecuador en Londres, donde permanece desde hace siete meses.

Manning podría ser condenado a cadena perpetua por haber entregado a Assange miles de documentos que revelaron las interioridades de dos guerras y terminaron por asombrar el mundo. Assange podría correr suerte similar si logran echarle el guante y llevarlo a los tribunales de Estados Unidos de América (EUA).

Por el hilo que los une, circularon lo que Manning calificó de “unos de los documentos más significativos de nuestra época”, que contribuyeron a remover “la niebla de la guerra y a revelar la verdadera naturaleza de la asimétrica confrontación del siglo XXI”.

La historia está revelada en detalle en la larga presentación que el soldado hizo al tribunal en marzo, al contar cómo y por qué decidió divulgar documentos hasta entonces secretos. La mayor parte de estos tratan de una recopilación de los SigActs —el acrónimo de Significant Activities de las guerras de Irak y Afganistán—. Para Manning, estos representan lo que está ocurriendo en el terreno en los dos conflictos. Como analista, afirmó que “yo veía los SigAct como datos históricos” y, por eso, los usó para alimentar nuevas bases de datos sobre ambos países, llamadas Combined Information Data Network Exchange (CIDNE), los cuales entregó a Assange para alimentar sus WikiLeaks.

Mas Manning reveló otros como la presión que bancos de Inglaterra y Holanda ejercían sobre Islandia, país que decidió declararse en suspensión de pagos y enjuició a altos ejecutivos de la banca que habían endeudado el país de forma fraudulenta, una decisión que terminó por afectar los intereses de inversionistas y especuladores, tanto de Inglaterra como de Holanda.

MANNING

Especialista en inteligencia, de 25 años y homosexual, Manning explicó cómo se transformó en un analista de inteligencia. “Para enlistarme en el ejército, realicé los exámenes de aptitud de los servicios militares. Mis resultados en estos exámenes fueron lo suficientemente altos para aspirar a cualquier especialidad militar ocupacional. Después de investigar sobre la posición de analista de inteligencia, llegué a la conclusión de que esto me podría servir. Mi interés natural en asuntos de geopolítica y mis habilidades en computación podían hacer de mí un excelente analista de inteligencia”. Así empezó su historia.

El texto de Manning refleja también sus estados de ánimo frente a la guerra, al cinismo de algunos compañeros y oficiales superiores, su deshumanización y el sentimiento de soledad provocado, entre otras cosas, por su homosexualidad.

“Parecían no valorar la vida humana”, dijo refiriéndose a algunos de sus compañeros. “Llamaban dead bastards a personas que trataban de mostrarse amistosas y se felicitaban unos a otros por su capacidad de matar a mucha gente, como en un incidente en el que mataron a dos periodistas de la agencia inglesa Reuters y a varios civiles, entre ellos niños”.

Cuando decidió divulgar el video de ese incidente, Manning escribió: “Mi esperanza era de que el público se alarmara, tanto como yo, por el comportamiento de la tripulación encargada de esas armas aéreas. Quería que el público norteamericano entendiera que no cualquiera en Irak y Afganistán era un objetivo que debía ser neutralizado, más bien había gente que estaba luchando por vivir en un desgarrador ambiente, de lo que llamamos guerra asimétrica”.

“Creía, agregó, que si el público en general —especialmente, el norteamericano—  tenía acceso a la información contenida en los CIDNE-I y CIDNE-A (correspondientes a Irak y Afganistán), eso podría desatar un debate doméstico sobre el papel de los militares y nuestra política exterior, en general”.

Divulgar estos hechos le provocaba una sensación de alivio, afirmó en su larga exposición. El anonimato bajo el que se escondía en sus relaciones a través de Internet “me permitía ser yo mismo, sin la preocupación por el señalamiento social o las opiniones que emitían sobre mí en la vida real”.

Manning expuso que, en su vida real, “no tenía amistades cercanas con la gente. Carecía de relaciones estrechas con mi compañero de cuarto, por su incomodidad respecto a mi evidente orientación sexual”.

COSTO DE LA GUERRA

Su otra preocupación era la del costo de la guerra. “Pensé que esta información podría ayudar a documentar el verdadero costo de las guerras de Irak y Afganistán”.

En general, el informe de Manning deja la impresión de que no se daba cuenta de lo amenazante que podrían ser para los intereses del sistema sus revelaciones, como lo señaló el profesor Mark LeVine, de la Universidad de California Irvine. “Ahora lo sabe”, dijo LeVine en relación con el duro tratamiento al que fue sometido durante tres años de cárcel y a la corte marcial.

Estos documentos “quedarán entre los más importantes de nuestro tiempo, revelando los verdaderos costos de la guerra”, no solo los financieros. También, lo que LeVine calificó de “infames asesinatos colaterales”, añadió.

Los costos financieros fueron estimados por el presidente Barack Obama en junio del 2011 en un millón de millones de dólares (un trillón, en inglés). “Asombrosa como es, esta cifra subestima el costo total de las guerras en Irak, Afganistán y Pakistán” e “ignora los costos aún mayores que vendrán”, expresó un corresponsal de la agencia británica Reuters.

Los efectos de la guerra se han hecho sentir en la pérdida de empleos y en el incremento de las tasas de interés, aunque estos efectos han sido subvalorados, según un estudio de la Brown University.

Nancy A. Youssef, de McClatchy Newspapers, hizo un detallado análisis de esos costos y coincidió en que el millón de millones no representa los gastos totales de esas guerras. Según el estudio de la Brown University, citado por ella, la guerra y sus efectos costarán $3.7 millones de millones “o más de $ 12 000 por cada ciudadano norteamericano”.

“Es casi imposible saber cuánto EUA ha gastado en esas guerras”. Pero adelantó una cifra de 9,7 mil millones de dólares por mes, dos tercios de los cuales son invertidos en Afganistán. Esto representa seis veces más de lo que costó la última misión de los transbordadores de la National Aeronautics and Space Administration (NASA). Solo asegurar el aire acondicionado a las tropas en Afganistán cuesta $ 20 000 millones por año, detalló. El costo de mantener un solo soldado en Afganistán se estimó, en 2011, en $ 694 000.

Youssef recordó que, para hacer frente a los gastos de conflictos anteriores (como la II Guerra Mundial, la guerra de Corea o la de Vietnam), Estados Unidos emitió bonos o aumentó impuestos. Nada de eso se ha hecho en estos casos más recientes, lo cual ha agravado el déficit público que el almirante Mike Mullen, exjefe del Estado Mayor Conjunto de las fuerzas armadas norteamericanas, estima como la mayor amenaza para la seguridad del país.

Antes, puntualizó Youssef, era considerado poco “patriótico” andar hablando del costo de una guerra. Se gastaba lo que había que gastar. Ahora, preguntar es quizás más patriótico, aseveró.

Es en este contexto que se explica la actitud del soldado Manning, cuando externó su convicción de que EUA necesita, no solo una diplomacia “más abierta”, sino también un análisis documentado sobre los costos de la guerra.

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