Adicciones

Los organizadores del Augusta Masters, considerado sacrosanto torneo de golf en los Estados Unidos, pusieron tanto requisito, escogieron los periodistas, para que nadie preguntara algo ingrato al negro santulón en la conferencia de prensa (su regreso a los palos), con periodista buenos  para cualquier cosa que no sea informar sobre la cruda realidad que envuelve […]

Los organizadores del Augusta Masters, considerado sacrosanto torneo de golf en los Estados Unidos, pusieron tanto requisito, escogieron los periodistas, para que nadie preguntara algo ingrato al negro santulón en la conferencia de prensa (su regreso a los palos), con periodista buenos  para cualquier cosa que no sea informar sobre la cruda realidad que envuelve el orbe, y un comercial en el que su padre hace de álter ego.

Al fin, ni siquiera tuvo que abrir la boca. 90 guardaespaldas, entre ellos 4 del FBI, que nadie intente sacarle un palo gratuito a Mr. Tiger Woods. El show mediático pretendiendo negarse a sí mismo. Al negrito que tenía tantos hoyos como la cancha de golf, para disfrute sexual. No más llegaba al hoyo 18 y regresaba al principio, y allí ninguno lo hacía de un solo palo, era más lento y juguetón.

Pero ¡oh Dios!, no los disfrutaba, pandemia en un solo cuerpo, la terrible adicción del Tigre al hoyo (un sacrificio caer en cualquiera, éstos lo llamaban, lo hipnotizaban, acudían a él como flores del mal); no sé si después del accidente, porque antes, ni sabíamos nada del negro angelical, solo su pulso con los hoyos. Y si pasamos a Jesse James, no el pistolero, aunque algo de ello tiene, me refiero al esposo de Sandra Bullock, vive en otro purgatorio del sexo, volando pistola a diestra y siniestra, mientras la Bullock sube a los platós. Controlada al minuto, todos sabemos lo que dura un rodaje, Jesse los medía por coitos. Pobres víctimas (de su ricura, o de su riqueza), adictos al sexo, sacrificados en el altar de la gozadera, como si el sexo no fuese  adictivo (en términos generales, cotidianos, naturales, de pura picazón). Cómo nos explicamos, entonces, esta gran inflación de gente.

Ingenuos pasatiempos, comparados con los pedófilos del Clero. Mientras no se les aplique el verdadero castigo, seguirán bendiciendo nuestras vidas, Satanás con el agua bendita. Pobres víctimas del celibato, dicen algunos desvergonzados, como si fuese digno de cuestionar a estas alturas, cuando alienígenas nos pisan los talones. Y a los casados pedófilos, ¿cómo les llamaríamos?

¿Habrá que aplicar igual correctivo a los adictos a malbaratar los bienes públicos? Al menos se les debería aplicar algún código de ética, si es que alguien sabe de qué tratan esos bichos raros de la retórica política, porque nuestro Ministro de la Presidencia no tiene ni la menor idea.

Mundo simpático, hasta para las infidelidades o el crimen aparece una gran versión del sacrificio. ¿O lo que priva es el shock publicitario a toda costa?, ya que en el caso del golf, un deporte aburrido para ver por tele, parece que iba de pique, según algunos estudios mediáticos. Y a la Iglesia, podría convertírsele la situación en advenimiento apocalíptico.

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