A inicios del año pasado, el escritor Alexander Obando, dio a conocer dos comentarios sobre la ciencia ficción costarricense, centrados en las antologías Posibles futuros y Objeto No Identificado, publicadas por la EUNED en el 2009 y el 2011.
En el primero de esos comentarios, Obando expuso varias consideraciones metodológicas, que parten del supuesto de que la ciencia ficción y el arte literario “son, en principio, dos cosas distintas”. De esta manera, sentó la base para construir una posición de autoridad: en efecto, la ciencia ficción sólo puede ser arte literario si cumple con una serie de criterios establecidos por él y basados principalmente en la noción de “contrato de verosimilitud”.
Dicho procedimiento, construido de espaldas a las corrientes de investigación literaria en el campo de la ciencia ficción, condujo al escritor Juan Murillo a manifestar que existen otras opciones de análisis, distintas de las utilizadas por Obando (como las expuestas por la autora de ciencia ficción y académica, Ursula K. Le Guin). A su vez, el estudioso de la literatura costarricense, Benedicto Víquez, indicó que hay más “contratos de verosimilitud” que el considerado Obando.Sin atender a los cuestionamientos precedentes, ni tomar en cuenta otras perspectivas de análisis literario, Obando procedió a evaluar Posibles futuros con base en consideraciones dominadas por sus propias preferencias estéticas e ideológicas. El resultado de su ejercicio, por tanto, fue un retorno a los estudios tradicionales de la literatura, en los que los “gustos” del comentarista se presentan como criterios analíticos dirigidos a la construcción de la autoridad literaria.
El caso que mejor demuestra lo anterior es la evaluación que hace Obando del cuento “Los túneles de la memoria”, de Laura Casasa, el relato conceptualmente más complejo de Posibles futuros. Las inconsistencias y cabos sueltos que según él desmerecen ese cuento pueden ser considerados, desde otro punto de vista, como sus mayores logros, en tanto expresión de una narrativa abierta y problematizadora, la única que realmente lo retó como lector.
Aunque Obando hasta ahora no ha publicado el tercer comentario que anunció, al finalizar su evaluación de Posibles futuros adelantó que Objeto No Identificado es “un trabajo de recopilación quizás menos” logrado que el primero.
De hecho, el título del estudio de Obando, “¿Objetivo no identificado?”, sugiere que, en su conjunto, ambas antologías le dejaron más dudas que certidumbres sobre la ciencia ficción que actualmente se publica en Costa Rica como arte literario. Esta presunción es reforzada porque más recientemente, en un breve comentario titulado “‘Hiperión’ y el lector… ¿impaciente?”, Obando afirma que la ciencia ficción costarricense de hoy en día es “una copia de lo que se hacía en los Estados Unidos en la década de los ochenta”.
Puesto que consideró innecesario sustentar tal afirmación con la identificación de las obras y los autores que incurrirían en esa copia, y con el análisis correspondiente que demostraría que lo que él sostiene tiene fundamento, parece claro que Obando se ha desplazado de una posición en la que –aunque con dudas– simpatizaba con la ciencia ficción costarricense, a otra en la que no encuentra originalidad alguna en las narrativas de tal índole.
Tal desplazamiento quizá fue inevitable dado que el esfuerzo intelectual de Obando por aproximarse a la ciencia ficción que se produce en Costa Rica estuvo mediado, desde un inicio, por el interés fundamental de construir una posición de autoridad que le permitiera –con base en criterios definidos por él– pronunciarse sobre su calidad literaria.
Ciertamente, la actual ciencia ficción costarricense necesita de crítica; pero de una crítica profesional, comparativa e informada por los nuevos desarrollos en los estudios literarios, en particular los realizados en el campo específico de la ciencia ficción.