Nuestro mundo cambiante se manifiesta. Lo evidencia una revolución tecnológica que origina cambios profundos en nuestra percepción del tiempo y del espacio, acortando distancias para compartir eventos y comunicarnos en “tiempo real”; la reorganización del sistema socioeconómico, los cambios en el mundo laboral, social, en la percepción del deterioro ambiental y en la configuración de una economía global.
Esta economía global se caracteriza por una competencia y cooperación global, aumento en el uso, acceso y disponibilidad de la información, de la automatización, la creación de nuevos trabajos y profesiones, el crecimiento del empleo de servicios, y la exigencia de una mayor autonomía en el trabajo. Se trata de una nueva realidad que demanda una comprensión mayor de los cambios demográficos, de cómo aumentar la productividad agrícola, mejorar la eficiencia energética, eliminar las enfermedades y proteger los ecosistemas y sus recursos naturales.
Es un nuevo contexto en el que se requieren profesionales con conocimientos, habilidades y destrezas nuevas, que les permitan ser ciudadanos sensibles a las realidades de su propio entorno al tiempo que son ciudadanos del mundo, que sepan competir por trabajos y mercados, dirigir a empleados de otros países y culturas y tener la facultad de colaborar y compartir con personas de todo el mundo.
Estas necesidades, a su vez, demandan cambios en los procesos educativos para enfatizar en las habilidades del aprendizaje y en los conocimientos básicos, para vincular el saber, con el saber hacer al saber cómo saber donde prime el análisis y el pensamiento crítico. Se requiere formar a un ser humano, un profesional, para realizar trabajos que aún no existen, para que usen tecnología que no han sido inventadas y que, en ese contexto, aprovechen oportunidades y resuelvan problemas. Se requiere, en suma, de una formación científica del aprendizaje y el desarrollo de una sólida formación en valores y comportamiento ético, en la vida personal y laboral. El desarrollo de estas competencias para interactuar satisfactoriamente en la sociedad del conocimiento, identifica las características del siglo XXI y deberían ser interés especial de la formación en las escuelas y las universidades, en América Latina.
La nueva educación deberá hacer realidad que el proceso de aprendizaje no dependa del tiempo ni del espacio físico; que se ofrezcan contenidos curriculares y herramientas para aprender actuales y relevantes; que se adecue para atender también las necesidades sociales, individuales y grupales, del aprendiz.
Es decir, que los procesos de enseñanza y aprendizaje sean integradores, innovadores, continuos, relevantes y adaptables. Se requiere revisar el proceso de formación y crear un ambiente y entorno de aprendizaje donde se potencie el aprendizaje del pensamiento crítico y la resolución de problemas, la comunicación sustantiva, oral y escrita, en más de un idioma, la creatividad y la innovación, el trabajo en equipo y la colaboración, las habilidades para trabajar con la diversidad (en todas sus formas), el liderazgo, la alfabetización en información y aplicación de tecnología de la comunicación informática, la ética, la ética laboral, la responsabilidad social y ambiental y la responsabilidad por el aprendizaje propio y continuo.