En el Semanario Universidad del 19 de mayo del presente año salió en la página 22 de Opinión, un brillante artículo “El colapso de los significados” escrito por el profesor Hermann Güendel, subdirector de la Escuela de Filosofía de la Universidad Nacional.
Pocas veces he leído un trabajo periodístico tan profundo como dicho artículo. El autor examina el grado en que el significado de la vida misma ha entrado en decadencia e implica que hay una desvaloración existencial de las categorías del pensamiento y del sentimiento, en la sociedad capitalista.
En un trabajo anterior, en el Semanario también, yo había expuesto en “Ideas fragmentadas” conceptos similares a estos. Mas el autor ha hecho un trabajo excelente de iluminar nuevas relaciones existenciales, comunicativas y categóricas al respecto. No en vano nos da a entender que se pueden dar colapsos profundos en la capacidad de asociar el significado de algo con la valoración que este conlleva en el nivel personal. Esto ocurre cuando dichos significados han entrado en un proceso de decadencia social e intelectual. Dicho hundimiento en el significado de la cosa, se traga la valoración personal y el individuo con ello.
La esquizofrenización de las masas mundiales consiste en establecer que algo es feliz, cuando nos hace infelices y disminuye nuestra autoestima y autoimagen. Se nos está mintiendo en forma meta comunicativa. Tal es el programa, también global, de “un mundo feliz” lanzado por las economías empresariales autorreguladas. La carencia de valor evolutiva y transformativa en el significado de las categorías, es pues un desastre para la vida humana, que no encuentra paradero ni en la abstracción misma, para encubrirse del diluvio que continuamente la azota.
Se nos sigue mintiendo al respecto de paraísos falsos prometidos, que son presentados como hechos de la felicidad y de la salvación. Se nos indica día a día que comprar tales o cuales productos comerciales, es el camino a obtener los deseos más profundos y las dichas más deseadas. Esto corresponde a tener a los “mercaderes dentro del templo”. Mercaderes que deben ser expulsados antes de que nuestra psique se contamine irreversiblemente con la falsedad de un camino que conlleva solamente peripecias, peligros y precipicios.
Como explicaba anteriormente, muchas de esas mentiras y manipulaciones de orden meta comunicativo, resultan eventualmente en enfermedad mentales, porque no logran otorgar realidad alguna o bien un sendero válido para encontrar la verdad. Consecuentemente, nuestra humanidad queda enajenada, solitaria y triste. Por ende parece titubear ante la muerte. De hecho vivir en ese titubeo es haber internalizado los programas de la devastación, impuestos por una sociedad codiciosa que necesita vendernos la nada, pero disfrazada de redención.
Cuando esto ocurre, los significados y su simbolismo, comienzan a desaparecer por su ausencia de categorías correctas y válidas. Añádase a eso, una ausencia de importancia para con el propósito de la vida humana. Por ende ocurre un relativismo que llega a imperar sobre la vocación hacia el conocimiento y la sabiduría. Como corolario, ocurre la mediocrización del pensamiento y del sentimiento emocional, que son afectados por un “me importa que” tipo de actitud, que empaña la búsqueda de la verdad. Encubre la vocación humana hacia mejores linderos de conocimiento y de espiritualidad. Dicho relativismo cínico y bufón, es una actitud creada por el “maelstrom” que induce el colapso del capitalismo autorregulado. Consecuentemente, las añoranzas del ser humano hacia lo trascendental y lo lógico se encuentran perturbadas por el grado de incertidumbre de una sociedad, que debido a esa codicia, disminuye el grado de protección que debe tener para con su ciudadanía. De hecho la sociedad que privatiza sus programas sociales, tendrá más criminalidad, más desigualdad y más enfermedades relacionadas con el estrés, de acuerdo con los estudios de Kawachi, Wilkinson, McEwen, Yu y Kirkbride, entre otros.
Naturalmente dicha sociedad se convierte en una proliferadora de las señales de inseguridad y como indicó Quirce en una ponencia del 2009, han de reproducir los casos de depresión y angustia, pues equivalen al retiro de las señales de seguridad en una otrora sociedad más sana y protectiva. La búsqueda pues, de lo protector y lo significativo en la comunicación válida, no es típico de las sociedades atrasadas o subdesarrolladas, tal y como se nos llegó a indicar hace veinte años y aun recientemente se continúa haciendo en algunos periódicos. Es más bien una necesidad imprescindible que proviene de la realidad del hombre sobre la tierra.
Hoy existen sectas religiosas que mantienen que el verdadero cristianismo está basado en el capitalismo autorregulado, aunque este estimule salarios por debajo del sueldo mínimo. Lo esquizofrenizante en la comunicación ha llegado a ese punto, pues al Dios del Amor se le mediatiza como defensor de la explotación. Son tantos horarios de la devastación, donde la comunicación inválida es disfrazada por la sastrería e ingeniería de imágenes, hasta parecer humanamente inductor de la felicidad. Son relaciones de parodia en la comunicación. Son paradójicos y letales.
Debemos recordar que el sarcasmo y el cinismo son parte de la meta comunicación que hoy en día se esgrime para confundir las mentes ajenas. En consecuencia, las diferencias entre la verdad de los significados y los significados inválidos, tienden a palidecer, para resaltar las conductas de compra y de venta, a través de la manipulación conductual y comunicativa. Se ha intentado destruir el símbolo trascendente y espiritual, como inductor de la transformación.