Yo no sé a usted qué le parece, pero para mí las confrontaciones que han tenido lugar en las últimas semanas entre el Gobierno y el CONARE constituyen un verdadero despropósito y una pérdida innecesaria de recursos.
Déjeme decirle que, tal y como yo veo la cosa, lleva razón el Gobierno en oponerse a brindar a las universidades el presupuesto que solicitan ya que, como sus autoridades afirman, es mucho el dinero que se destina a la educación superior estatal, con el agravante de que no están muy convencidos de que se estén utilizando estos fondos de una manera racional y productiva.
En pocas palabras, que si las universidades se “socan la faja” y administran mejor el dinero que se les da, con lo ofrecido les alcanzaría para hacer frente a todos sus gastos.
Digo que el Gobierno lleva razón, ya que su tarea es velar porque el presupuesto nacional se distribuya equitativamente en función de necesidades prioritarias. Y, echando un vistazo rápido al estado actual de las cosas, la educación superior parece no constituir para el Gobierno una prioridad tal que justifique dejar descubiertas otras necesidades más importantes.
Puesto en los zapatos del Gobierno, también creo que la educación superior no es una prioridad tan prioritaria como otras. Es más, creo que las autoridades estatales están convencidas de que ni siquiera llega ser una prioridad.
Y usted preguntará: ¿Con base en qué argumentos establece el Gobierno la agenda de prioridades? La respuesta es simple: con base en su propia experiencia y ésta les dicta que universidades que forman profesionales con juicio crítico, orientados a una praxis comprometida y ética, no son prioridad. Y ¿por qué no son prioridad? Porque molestan al Gobierno. Y ¿Por qué molestan al Gobierno? Porque quien gobierna no las necesita. Y ¿por qué no las necesita? Porque son un dolor de cabeza y porque todo lo cuestionan. Y ¿por qué lo cuestionan todo? Sencillo: porque advierten del peligro de dejarse llevar por intuiciones o por el sentido común o por intereses mercantiles, y porque insisten en que hay que investigar, que hay que analizar cuidadosamente las cosas, que no bastan criterios políticos para tomar decisiones. Ah!… y porque también advierten constantemente que hay que ocuparse de prever las consecuencias a corto, mediano y largo plazo de las decisiones tomadas. Y esto es un fastidio porque lo entraba todo y hace que se pierdan oportunidades valiosas que sin duda beneficiarían al país, que lo catapultarían al desarrollo deseado y que, finalmente, lo convertirían en modelo a seguir (¡como el milagro chileno!).
Vistas así las cosas, ¿con qué motivación va el Gobierno a autorizar que le sean girados a las universidades estatales los recursos que solicitan? Por eso me parece que el Gobierno lleva razón. Y usted ¿qué opina?
PD: Si requiere elementos de carácter más técnico: piense en que mucho del dinero que se otorga a las universidades estatales se consume en: planes curriculares de las diferentes carreras que incluyen cursos y actividades que poco tienen que ver con el perfil técnico (humanidades, seminarios de realidad nacional, trabajo comunal universitario, etc.); actividades de acción social (trabajo en comunidades, extensión docente, extensión cultural, programas para niños, para adultos mayores y para la tercera edad, ferias vocacionales, etc.); cientos de cursos libres de acceso a gratuito a la población no universitaria; programas de formación continua de docentes y administrativos para que perfeccionen sus conocimientos en programas de posgrado a nivel nacional e internacional; institutos de investigación que desarrollan programas permanentes de investigación (en Salud, en Educación, en Medicina, en Ecología, en Ciencias Básicas, en Ciencias Sociales, en Ciencias Agroalimentarias, en Ingenierías, en Artes y Letras, etc.); publicación de cientos de libros y revistas científicas y culturales; desarrollo e implementación de nuevas tecnologías de la información, de la comunicación y de la producción; sistemas alternativos de radio, televisión y prensa escrita; y un largo etcétera. ¡Se imagina usted cuánto dinero se ahorraría si se clausuran todas estas actividades!