De los del closet para los de afuera

La sexualidad, parte fundamental de los seres humanos, tan ajena y tan mítica. Ni las sociedades que se consideran modernas y evolucionadas, ni siquiera

La sexualidad, parte fundamental de los seres humanos, tan ajena y tan mítica. Ni las sociedades que se consideran modernas y evolucionadas, ni siquiera en pleno siglo XXI, se entienden por completo. Un concepto tan amplio que no me alcanzaría la vida para abarcarlo todo. Por lo que me limitaré a hablar sobre la experiencia de esos seres “extraños” que se autodenominan diversos y su vida en lo que se denomina closet, la salida simbólica de este que no es más que la aceptación de una orientación sexual no “convencional” o heterosexual.

Este no es un manifiesto cargado de rencor por las injusticias y discriminación que padecemos en muchos ámbitos; asumimos con orgullo nuestra sexualidad y lo que eso conlleva. Pero para entender nuestra visión de la vida desde la luz tenue del closet y aun cuando logramos salir de él, tengo que citar algunos ejemplos: nos cerraron las puertas del cielo; en cuanto a religión somos los sodomitas modernos, según he escuchado; en los trabajos debemos asumir roles de asexualidad, muchas veces para no ser descubiertos y tener consecuencias negativas; en Costa Rica no nos dejan formar uniones legales como parejas, con todo lo que eso implica; algunos tienen suerte y en sus familias no los ven con asco, como bichos raros y deformes. Y aun así no los odiamos; desde nuestro closet, que es un sarcófago social, vemos, sentimos y la mayoría de las veces callamos.

Tampoco nos consideramos víctimas ni mártires de la sociedad; simplemente quisiera que ustedes, los de afuera, puedan echar un ojo a nuestro hábitat. Nuestra vida en el closet empieza con la duda de qué nos atrae realmente y puede ser a cualquier edad; un día lo que parece no gustarnos nos produce curiosidad, ya sea uno homosexual, homoflexible, bisexual, heteroflexible, transgénero, travesti o cualquiera de las variaciones de la diversidad sexual; pasa por un período de duda, de análisis introspectivo, de consultas que no siempre tienen una respuesta clara o directa. Tomar la decisión de alumbrar el closet, de entreabrirlo o de simplemente reventarlo a patadas para salir de él, conlleva una serie de implicaciones que no todos podemos soportar. Se necesita de un carácter y de un temple de acero.

La orientación sexual no es una decisión consciente; si pudiéramos elegir, la respuesta obvia es ser pura y llanamente heterosexual, es muchísimo más fácil. Nosotros no elegimos ser diversos para molestar a nuestros padres, para llevarle la contraria a las iglesias y religiones, para ser parte de una moda o para pertenecer a un grupo social donde uno se sienta integrado. Nosotros los de adentro, simplemente nacimos diversos. Es una pena que le haya tomado tanto tiempo a la humanidad comprender que en la diversidad está la riqueza y que somos seres humanos iguales que el resto, solo que a ustedes los de afuera les gusta el café y a nosotros el té o el café con leche.

Como en todo en esta vida, no hay negro y blanco solamente; celebro y aplaudo de pie que se respetara nuestra marcha; que se hayan abierto espacios de discusión en la Asamblea, donde se quieran reconocer nuestros derechos; que en la Universidad se tenga este día donde uno puede ir y simular un matrimonio, sin importar los participantes. La vida en el closet se podría considerar agridulce, con una gama de sabores que las experiencias diarias nos dan. Cuando reconocemos en la mirada o nuestro “gaydar” nos indica que estamos frente a alguno de nosotros, el closet deja de parecer solitario y oscuro. Otras veces parece muy incierto y desolado, como cuando una pareja te dice que se muere de ganas de caminar contigo de la mano, pero no soporta la idea de que sus amigos sospechen.

Me siento realmente hipócrita de no firmar esta opinión con mi nombre real, pero comprenderán que debo seguir en este closet, que para efectos de este pequeño pronunciamiento debe entenderse como un cerco social, no porque yo no haya salido hace un buen rato de mi closet personal y haya reconocido abiertamente mi diversidad sexual a mis familiares y amigos. A los de adentro, el peor closet es el que nos autoimponemos; a los de afuera, ojalá les haya quedado una pincelada de cómo se ve la vida adentro. Sería muy pretencioso asumir que con este escrito se van a acabar las negatividades que la diversidad trae, o que la opinión de la gente que no nos acepta cambie; pero, me gustaría pensar que un poco de este mensaje cale en la consciencia de algunos de los de afuera, ya sea que le agrademos o no.

 

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