Sin amor un niño no puede ser educado.
Pero, ¿de qué amor estamos hablando?
Un niño de tres años entra a una reunión de docentes llorando. Toma un objeto de madera que forma parte de la institución y sale corriendo. Es detenido por el director. Lo ve a los ojos y le dice que ese objeto no es para jugar y lo vuelve a poner en su lugar. El niño llora y a los pocos minutos vuelve y toma el objeto nuevamente. Su madre que estaba en la reunión, corre tras él, coge el susodicho objeto y lo pone en otro lugar distinto al que estaba. Donde no lo pudiera alcanzar más. Para que no moleste. El niño llora de nuevo…
Era quizá necesario poner el objeto en su lugar original, dos, tres, cuatro, cien veces hasta que ese pequeño, no importa su edad −pues está en formación− entendiera muchos aspectos de vida que le serán importantísimos en su vida por mucho tiempo: el orden, la disciplina, el respeto a la autoridad, la obediencia, en sí, el amor de un padre o de una madre que se manifiesta en los valores que se intentan inculcar en la escuela, pero que deben ser fomentados en el hogar.Es hermoso abrazar al niño. Decirle que es grandioso, único, especial. ¿Qué niño no es así? ¿Qué niño no es una criatura maravillosa? Todos. ¿Para cuál padre o madre su hijo no es el más lindo? En la actualidad, el niño que será considerado así fuera del hogar, será aquel a quien en su casa le enseñen los valores de convivencia humana. Aquellos que sean inducidos a desarrollar la inteligencia emocional, es decir que pueda sentir, entender, controlar, modificar los estados de ánimo, propios y ajenos. Es por eso que en lugar de quitar el objeto del alcance del niño para evitar una escena, hubiera enfrentado el manejar la frustración de no tener el capricho que quería. Hoy fue un simple adorno de madera. Mañana no sabemos que podría ser.
Ya el amor no se demuestra prometiéndole a la niña que no desea ir a la escuela, una hamburguesa y unas papas fritas o diciéndole que mañana irá al “mall”. Pero que debe portarse bien.
Hoy en día el niño necesita de amor y ese amor debe venir de padres y madres seguros de sí mismos. Que sepan tomar decisiones y que puedan decir sí cumpliendo sus promesas, y que sepan decir “no” manteniendo su palabra.
Abrace a su hijo, pero dígale que debe arreglar el desorden de su habitación. Luego cerciórese de que lo haya hecho.
Bese a su hijo. Dígale que lo ama, pero enséñele a decir por favor y muchas gracias, sí señora, y con mucho gusto (como quizá le enseñaron a usted de pequeño o si no salía manazo).
Juegue con su hijo. Saque el tiempo para él, pero explíquele que debe comer sano, acostarse temprano y saber compartir lo que tiene con los demás. Que la ropa de marca no lo hará más importante ni más aceptado.
Ame a su hijo. Ámelo bien. Pero sepa que el amor no está presente en un teléfono celular
ni en una computadora, y por favor, dele el ejemplo necesario para que quiera ser como usted, y si quiere dar un paso más, enséñele a dar gracias a Dios.
Sin amor, un niño no puede ser educado. Esa es una verdad absoluta. No hay duda.
Experimente usted el amor verdadero, para que pueda compartirlo con su hijo.
Aún está a tiempo.