De acuerdo con el vigésimo informe del Estado de la Nación, bastaría con cumplir tres premisas para reducir la pobreza: el pago de salarios mínimos, que los jóvenes terminen el colegio y mantener los programas sociales. Es decir, dan la receta, pero no el cómo fabricar la medicina; no aclaran cómo obligar o lograr que los patronos explotadores paguen los salarios mínimos, base de su crecientes riquezas, ni cómo evitar que los jóvenes abandonen los estudios por necesidades económicas, por hambre y pobreza, ni cómo mejorar los programas sociales, para que dejen de ser paupérrimas limosnas de subsistencia de la pobreza. No se trata de repartir infinitamente pan y peces entre la población más necesitada, se trata de darles herramientas para que aprendan a sembrar y pescar. Más aún, se les olvida a los consejeros del Estado de la Nación la premisa más importante: la creación de suficientes fuentes de trabajo, con salarios dignos que cubran el altísimo nivel de desempleo, porque en este campo, sin nos atenemos a que la clase patronal y la empresa privada solucionen este gran problema (como vienen proponiendo los neoliberales Oscar Arias, Laura Chinchilla y ahora Luis Guillermo Solís sigue sus pasos), las brechas sociales y la pobreza seguirán aumentando. Y no lo dice este sencillo vecino, lo dice la última Encuesta de Hogares del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), cuya información puede verse en el Semanario Universidad publicada el 5 de noviembre −la pobreza en hogares costarricenses y la falta de empleo llega a 32.727 nuevos hogares en 2014, alcanzando al 22,4% de la población−. Desde aquellas mismas alturas del Estado, el ministro de Bienestar Social, Carlos Alvarado, expresó en este mismo medio sobre el incremento de la pobreza: “Nos parece muy preocupante, nos parece que confirma la tendencia de que el país no ha estado abordando el tema de la pobreza de la mejor forma (…) y ahora con este repunte de 1,7% en la pobreza básica y extrema”.
Señores consejeros del Estado de la Nación, eviten publicar falsas expectativas de que “la pobreza tiene remedio”; esas prácticas engañosas son inaceptables incluso en los políticos demagogos y corruptos, que solo pretenden ascensos en el Poder político y económico; con el tiempo, el pueblo se los cobrará. Recuerden que el capitalismo produce desigualdades insostenibles, como aseveró el matemático y economista Thomas Piketty en el Semanario Universidad el 29 de octubre del 2014: “Cuando la tasa de rendimiento del capital supera de modo constante la tasa de incremento de la producción y del ingreso (…), el capitalismo produce mecánicamente desigualdades insostenibles arbitrarias, que cuestionan de modo radical los valores meritocráticos en los que se fundamentan nuestras sociedades democráticas”.
Por ende, un sistema político corrupto desde sus entrañas, no podría jamás eliminar o prescindir del motor que genera su vida: las diferencias sociales, económicas y políticas, en ellas se sustenta el capitalismo. El capitalismo sin pobreza es imposible. La pobreza es el alma, es el espíritu del capitalismo.