El mito de la democracia, un comodín de la derecha

El manejo de los miedos propios y de los ajenos ha sido esencial en el juego político, muchas veces cínico y sanguinario, de

El manejo de los miedos propios y de los ajenos ha sido esencial en el juego político, muchas veces cínico y sanguinario, de las elites oligárquicas en nuestros países, sobre todo en cuanto al logro de sus más caros propósitos, no siempre tan ocultos como pudiera pensarse en principio, de hacer imposible la conversión de nuestros países en sociedades efectivamente democráticas; de ahí que la existencia de una serie de poderes fácticos que imponen sus propósitos e intereses a la ciudadanía en general, más allá de cualquier ejercicio retórico sobre el tema de la democracia, les resulta esencial para consolidar su dominio.

En consonancia con la naturaleza brutal de esos juegos oligárquicos de poder, los conservadores, o godos colombianos, dieron inicio al conflicto armado más prolongado del continente, durante la segunda mitad de la década de los 1940, asesinando a campesinos y dirigentes liberales, sobre todo gaitanistas, y buscando así, abrirle paso a un régimen fascista nacionalcatólico, al estilo del entonces imperante en la España de Francisco Franco. El odio hacia el caudillo populista liberal Jorge Eliécer Gaitán y la posibilidad de que para 1950 se convirtiera en el presidente de Colombia, los llevó a ejecutar un magnicidio, dos años antes, un suceso macabro que terminó en una insurrección popular, a la que se le conoció después bajo el nombre de El Bogotazo(v.g.r Arturo Alape El Bogotazo, memorias del olvido) y fue el inicio de la insurgencia armada en los campos del país, un conflicto cuya conclusión se ha venido negociando en años recientes.

El populismo peronista era otra bestia negra insoportable e impresentable a los ojos de la oligarquía agraria argentina, pues para ella había envenenado la atmósfera social, política y cultural de ese país, también durante la segunda mitad de la década del cuarenta, al darle Juan Domingo Perón beligerancia a aquellos sectores sociales que hasta entonces habían estado al margen de los juegos de poder, con la sola excepción de las luchas obreras y campesinas que anarquistas y socialistas que habían encabezado algunas décadas hacia atrás.

El 17 de octubre de 1945, no solo marcó el acta de nacimiento del peronismo por la irrupción de una gran base social popular que le dio sustento, al movilizarse para apoyar el regreso de Perón, cuando se encontraba preso en la Isla de Martín García y los obreros movilizados demandaban su liberación inmediata. Las elites vieron con horror como una legión de cabecitas negras (apelativo dado a los habitantes del interior del país) se adueña de las calles, y a partir de 1946, de una parte importante del poder político y económico. La base popular del peronismo aglutinada alrededor de la figura carismática de Eva Perón, devenida en una muestra viviente del poder simbólico de los más pobres se convirtió en la maldición para un abanico de fuerzas sociales y políticas que iban desde el conservadurismo más tradicional hasta los socialistas y comunistas que, sobre todo en el caso de estos últimos, representaban a sectores medios y algunas capas obreras. El populismo argentino planteaba así su desafío democrático a las viejas elites del poder, a pesar de sus ambiguas vinculaciones con el fenómeno europeo del fascismo italiano, alemán y español; lo que se expresó, de manera contradictoria, en la visita de Eva Perón a la España de Franco, por un lado, mientras que por el otro, el régimen peronista marcó hacia 1950 la participación más alta de toda la historia contemporánea del país, en la distribución de la renta nacional. El odio del fascismo nacional católico argentino hacia la clase trabajadora se expresó, sin embargo, en el bombardeo de la Plaza de Mayo, a los manifestantes que se oponían al primer golpe de estado contra Perón, en junio de 1955, donde unos pilotos de la Marina, con insignias de Cristo Rey, asesinaron alrededor de 500 personas, en su gran mayoría obreros peronistas.

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