Algunas personas, sencillas y trabajadoras, fueron presa fácil de la manipulación de profesionales de la palabra fácil, de los predicadores de opinión, del discurso religioso que adormece las almas y las santifica; y ya se sabe que el sistema de significaciones es un laberinto verbal, en el cual la realidad se presenta según los intereses y según la visión de mundo que se ofrezca. A ese tejido de significados agréguele las poses demagógicas, las falsas imágenes de los que ofrecen redimir la exclusión y la pobreza extrema; los briosos nacionalistas, golpe de pelo en pecho, que multiplicarán los salarios, los empleos y la inversión extranjera (cero impuestos, muchos incentivos, para que fluya a granel la riqueza y el bienestar social).
Pero, ¿ha cambiado la cultura mediática del carnaval electoral? ¿Hay o no un voto más consciente, más preocupado por el destino del país? ¿Será que la lectura de las elecciones es cuestionar los grandes desafíos, como ponerle freno a la avidez de las consultorías? ¿A las concesiones amañadas –infraestructura− de las transnacionales que amarran al país a una legislación internacional? ¿Qué hacer frente a la voracidad de las compañías y los recursos naturales? ¿Cuál son las gestiones para no seguir desmantelando el sistema de salud y frenar el negocio de unos cuantos?
Tal y como se vislumbra la composición de fuerzas en la Asamblea Legislativa obliga a los futuros diputados a dos alternativas: o negocian o negocian, porque hay que “entrarle duro” al déficit fiscal, sin hundir los colmillos de impuestos en la clase trabajadora; sin olvidar las estrategias políticas que demanda: educación, salud, empleo, seguridad, relaciones exteriores; pero, sobre todo, que se den respuestas concretas a aquellos sectores marginados y olvidados por los medios de producción: Guanacaste, Puntarenas, Limón, Zona Norte, Zona Sur y los precarios.
Ya vendrán los chamanes de la política local, calculadora en mano, para hacer los balances de esta segunda ronda electoral; ya vendrán las inevitables alianzas y estrategias políticas con uno u otro sector, y se verá quién desea el cambio, quién apuesta a una nueva forma de hacer política, aunque pareciera que es obvia la preferencia electoral. Mientras tanto, y ahora que, las “agencias locales”, han sustituido a “El Diablo Cojuelo” (Luis Vélez) para “vigilar y castigar”, hay que seguir desnudando a La Patria, sin teorías conspirativas ni espejos conspirativos, y según las representaciones simbólicas e ideológicas de los medios de comunicación.