Para el senador republicano por la Florida, Marco Rubio, cualquier levantamiento del bloqueo a Cuba pasa porque en la Antilla Mayor haya partidos políticos, libre mercado y el reconocimiento, ojalá de inmediato, de la contrarrevolución interna.
Rubio cree que las transacciones financieras entre La Habana y Washington suponen que las compañías financieras estadounidenses tendrán cuentas en la ínsula caribeña para dinamizar el comercio en doble vía, lo que junto a la masificación de la Internet y otras tecnologías en manos de los cubanos, crearán condiciones inmejorables para poner de rodillas la Revolución.Pero la “pega” mayor para Obama surge cuando se habla del levantamiento total del bloqueo, debido a que el Senado y la Cámara de Representantes están bajo control de los republicanos que, en resumen, exigen, ojalá mañana mismo, terminar con sesenta años de transformación social y económica en Cuba.
La ecuación lógica republicana es sencilla: damos el pistolazo de salida para que Cuba ingrese al paraíso de la globalización, si acaban con todo tufo de rebeldía, autodeterminación y solidaridad internacional, olvidando además como pueblo medio siglo de cerco económico-comercial, invasiones armadas, guerra bacteriológica, etc.
En la otra acera, los demócratas, más largoplacistas y con un poco menos de miopía, por la misma CNN exponían sus planes sobre esta ínsula: este acercamiento con La Habana, decían, requiere de “tiempo”, porque hay que esperar que las inversiones privadas, agregaban, afiancen una “clase media independiente del Estado” y así surja la necesidad de “partidos políticos democráticos en la isla”.
Así, la odisea guerrillera iniciada con el asalto del Cuartel Moncada durante el 26 de julio en 1953 –y culminada en 1959 por aquellos “barbudos” de la Sierra Maestra, encabezada por Fidel y Raúl Castro, Ernesto “Che” Guevara y Camilo Cienfuegos, entre otros– sigue en la agenda de la nación más poderosa de la Tierra, en un contexto internacional, claro está, con aires de III Guerra Mundial, a juzgar por el cerco y ahogamiento sobre Rusia, el control occidental de las antiguas naciones soviéticas y el inflamiento de los conflictos en Medio Oriente y en Ucrania.
Ambos discursos –Republicano y Demócrata– nos hacen pensar que es ingenuo deducir que esta “normalización” de relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana implica fortalecimiento alguno del socialismo en cualquier parte de América Latina y muy específicamente en Cuba.
El ejercicio estadounidense es de si la República Popular China o Vietnam, ente otros, cayeron en la tentación de la globalización con el llamado “capitalismo de Estado”, vale entonces la pena intentarlo con el único país que hizo valer su Revolución contra viento y marea, incluso por encima de la misma antigua Unión Soviética.
Pero también este intento de restablecer los vínculos políticos con La Habana implican ciertos bemoles políticos- diplomáticos para América Latina, principalmente en cuanto a dos incómodas piedras que Washington tiene en el zapato: Venezuela y Argentina.
No había terminado este primer diálogo en La Habana cuando la llamada oposición venezolana estrenaba sonoras cacerolas nuevas en sus protestas callejeras, aprovechando: a) los efectos de los bajos precios internacionales del petróleo; b) el desabastecimiento calcado en Venezuela de la experiencia aplicada a Salvador Allende en Chile (1973); y c) el estrangulamiento financiero de Rusia, con el cual buscan bajar su influencia en la región.
Además, el escozor producido en Israel por el restablecimiento de relaciones diplomáticas de Argentina con Irán, evolucionó a inflamación con la reciente muerte del fiscal Alberto Nisman, quien había denunciado a la presidenta Cristina Fernández de supuesto encubrimiento a los persas en un atentado en 1994. Ahora, todo se encamina a sacar del poder al “peronismo” en las próximas elecciones presidenciales del 25 de octubre.
En el primer caso, la Casa Blanca apuesta a soltar los vínculos Caracas – La Habana; en el segundo, Obama conoce la influencia histórica que Argentina ejerce en la región. En todo caso, me parece que Washington confía en el poder del dólar para desnaturalizar a largo plazo aquella gesta de “los barbudos”, mientras los cubanos, luego de sobrevivir a la “opción cero” de los años noventa, saben que ya pasaron lo peor de su historia, sin poner rodilla en el suelo ni doblar la cerviz. El tiempo nos dirá si el dólar gana a la dignidad.
Periodista, abogado y notario UCR.