Hace unos días fui con mi familia a ver la película Rango, un héroe vaquero con figura de camaleón. Escéptico por ver una fábula de un reptil y del género western animado, me preparé para lo que viniera y sin mayor expectativa me acomodé para disfrutar del momento. Tremenda sorpresa me llevé, ya que con cada escena, monólogo o diálogo mi mente comenzó a dibujar un panorama gris y triste del futuro que nos espera. Mientras los minutos transcurrían en medio de risas y gritos de alegría de mi hijo Josué (11 años), mi inconsciente me traicionaba y persistía en armar un rompecabezas cada vez más sombrío, espeluznante y que sin temor a equivocarme evocó la triste historia por acceso al líquido vital de la vida, el agua. Rango nos presenta la crónica que millones de humanos finalmente experimentarán por una virtual guerra azul que irremediablemente se desatará.
Como ocurrió con los ciudadanos del pueblo Suciedad, “Dirty”, no habrá moneda, piedras preciosas o títulos valor que tengan más poder de adquisición e influencia que el agua, nadie se acordará del petróleo. Razón tenía la tortuga Juan, el alcalde corrupto, al decir “quien tiene el agua tiene el poder”, en este caso el poder que conduce a las desigualdades sociales donde los más pobres están a merced de los agua-tenientes, el poder para que los intereses de algunos prevalezcan por encima de la sobrevivencia de millones y el poder para corromper y comprar conciencias y voluntades que tuercen brazos y negocian por debajo de la mesa. Cualquier semejanza con situaciones nacionales es mera coincidencia.
En la película el agua es una mercancía transable, pero en la realidad es un derecho fundamental de la vida, invaluable e innegociable. El acceso al agua genera impactos sociales, políticos y económicos que desencadenan conflictos en diferentes partes del orbe; casos bien documentados son entre Malasia y Singapur, Botsuana y Namibia y entre Jordania e Israel. Latinoamérica no es la excepción; el acceso al preciado líquido también es motivo de tensiones políticas y sociales; un reciente caso fueron los enfrentamientos y represión político-militar que se gestó en Cochabamba, Bolivia, por la falta, la calidad y el sistema de abastecimiento de agua. Igual que el duelo entre Rango y la serpiente Jake, muchos países están luchando contra las transnacionales por defender la idea de que el agua no es una mercancía y que su uso no puede regirse por los principios del mercado. Desafortunadamente hoy hay más de 1.200 millones de personas en América Latina, África y Asia que diariamente sufren la escasez del vital elemento y peor aún ,porque dentro de 25 años una de cada tres personas en la Tierra tendrá poca agua o nada; una de esas tres podría ser algún familiar.
Cada gota cuenta; por eso recomiendo a todo público ver la película y de manera especial invito a padres de familia, estudiantes, maestros y profesores, a que promuevan el ahorro del agua y que actúen en contra del despilfarro y la contaminación. Costa Rica ha sido bendecida con un patrimonio hídrico excepcional; sin embargo, es imprescindible una nueva cultura hídrica basada en principios de solidaridad que obligue, al menos, a heredar a las generaciones venideras lo que aún disfrutamos diariamente, el poder del agua.