Aprovechándose de un sentido malestar con la gestión de un gobierno surgido de las urnas electorales, un minoritario grupo ultranacionalista, que se declara neonazi, antisemita y antiruso, descendiente ideológico de aquel “Ejército Insurgente Ucraniano”, responsable de crímenes de lesa humanidad durante la ocupación nazi en los países del este, se ha hecho de manera ilegítima del poder. La violencia utilizada culminó en lo que desde un inicio se había programado, en asocio y con el apoyo en dinero, armas y mercenarios de sus amigos de occidente, un golpe de Estado.
Sin embargo, antes de proseguir con este comentario, es necesario aclarar que, entre tanta desinformación, hay algo que es cierto. Sí hay militares rusos en Crimea. Están allí desde 1783 cuando la entonces emperatriz Catalina II anunció la creación de la Flota del Mar Negro en ese entonces territorio de Rusia. Y algo no menos importante: el pueblo de Crimea como de una significativa proporción de otras regiones del sur y el este de Ucrania es ruso parlante. No son “colonos”, como se pretende dar a entender, sino rusos que han vivido allí desde siempre. Crimea es un territorio que fue cedido a Ucrania y luego de la disolución de la URSS, como resultado de negociaciones amigables entre pueblos históricamente hermanos que pertenecen a una misma etnia, quedó bajo jurisdicción de Ucrania con el nombre de República Autónoma de Crimea.
Es difícil predecir si la racionalidad que conduce a la aceptación de las diferencias, que es pacífica convivencia y al final mutua conveniencia, prevalecerán o se impondrán una vez más las delirantes ambiciones de dominación que vienen sumando en la historia de los últimos años páginas sangrientas de golpes de Estado, apoyo a dictaduras genocidas, invasiones y desintegración de Estados. La democracia solo se respeta siempre que gobiernos y países sean sumisos al poder, a los intereses y los designios de una corporatocracia internacional que no conoce de moral, de principios ni de límites.
Tendría algo de validez el reclamo a Rusia por tener presencia militar en Crimea, si quienes mantienen fuerzas militares en Europa y en países árabes y asiáticos, invadidos algunos so pretexto de garantías de seguridad, no se arrogaran un derecho que le niegan a los demás. La intención es otra y muy clara: rodear, aislar y debilitar a Rusia o a cualquier otro país que no se subordine.
A quienes desde su suprema ignorancia de la historia, aplauden o aceptan el golpe violento de una minoría ultranacionalista neonazi en Ucrania alentado desde el exterior, la pregunta es la siguiente: ¿Qué más hace falta para dejar de creer en historias falsas mal contadas y de repetir, sin pensar con cabeza propia, tantas mentiras camufladas, una vez más con ropajes de “defensa de la libertad y la democracia”? ¿Qué pasaría si Rusia decidiera provocar insurrecciones en otros países aportando, dinero, armas y mercenarios a grupos ultranacionalistas y violentos en el País Vasco, en Quebec, en Cataluña y en otras regiones del mundo, susceptibles de conflictos de similar naturaleza? ¿Se crearían mayores equilibrios y mejores condiciones para arribar a acuerdos duraderos? Algo no deseado por supuesto.
Si se persiste en los intentos de imponer y dominar a cualquier costo, la vida humana en nuestro planeta tiene los días contados. Que la paz entre dos pueblos hermanos prevalezca. Los intrusos tendrán que desistir de esta provocativa y peligrosa aventura que pone en riesgo la paz mundial y dejar que ucranianos y rusos rediman sus diferencias como lo han hecho siempre a lo largo de su historia.