Trucheros mejoran técnicas de producción con la ayuda de la UCR

Una de las variables que los productores deben controlar es la temperatura del agua. Aquí Gonzalo Céspedes recibe instrucción de la investigadora Ruth Vargas

Una de las variables que los productores deben controlar es la temperatura del agua. Aquí Gonzalo Céspedes recibe instrucción de la investigadora Ruth Vargas (foto Laura Rodríguez).

Elevar el potencial productivo de las fincas dedicadas al cultivo de la trucha en poblados del Cerro de la Muerte es el objetivo de la Ing. Ruth Vargas Cordero, de la Escuela de Zootecnia y del Centro de Investigación en Nutrición Animal (CINA) de la Universidad de Costa Rica (UCR). Ella desarrolla un proyecto de transferencia de tecnología, que ha incidido en mejores rendimientos.

La trucha es un salmónido que para su sano desarrollo requiere aguas de muy buena calidad desde el punto de vista microbiológico, cantidad de oxígeno disuelto y recambio durante el día. Para ello, es indispensable contar con una buena gestión de la finca, sobre todo debido a los efectos del cambio climático en la actividad acuícola de montaña. Se estima que este 2014 ha habido un 50 % menos de agua en la zona que en 2013.

Asimismo, es fundamental conocer la temperatura del agua, el número de truchas por estanque y la alimentación. “Si no se tiene en cuenta que hay una reducción en la cantidad de agua y por ende de oxígeno disuelto, y se maneja la misma cantidad de animales y tasa de alimentación, las truchas entran en estrés, retardan su crecimiento y hay afectación de la economía del pequeño productor”, indicó Vargas.

Por esa razón, su labor con truchicultores de Copey y La Trinidad de Dota, la Esperanza, Macho Gaff, Río Blanco y Río Macho del Guarco, Cartago, está dirigida al mejoramiento de la técnica con la que se producen estos animales.

CONTROL DE VARIABLES

La primera cosa que los productores deben tener en cuenta es la cantidad de agua que tienen para la producción, junto con el recambio o flujo de agua en los estanques, ya que eso favorece una buena oxigenación.

La tasa de alimentación, que es la ración de alimento que hay que darle al animal durante el día, también es importante. Sin embargo, esta variable  también depende de la temperatura del agua. “Si por efecto del cambio climático las aguas no solamente son menos, sino que tienen mayores temperaturas, eso también incidirá en el engorde, porque afecta el metabolismo de los peces”, explicó la investigadora.

Si la temperatura del agua es menor a la óptima para que el animal crezca, su metabolismo se empieza a desactivar y tiende a comer menos. De la misma manera, si la temperatura del agua aumenta, el metabolismo de la trucha tiende a activarse y requiere más alimentación.

Se estima que la trucha de engorde se desarrolla de forma adecuada en aguas entre los 13 y los 18 grados centígrados, mientras que la producción de alevines o truchas de corta edad utilizadas para el engorde o poblar ríos, se da mejor en aguas entre los 9 y 13 grados centígrados de temperatura.

Por eso, se les recomienda a los productores medir tres veces al día la temperatura del agua y llevar una bitácora durante un período, con el fin de determinar un índice denominado Coeficiente Térmico de Crecimiento (CTC).

Igualmente, se les pide registrar el peso promedio al inicio y al final de la cosecha de trucha, para determinar la curva de crecimiento de los animales y  así determinar el potencial máximo de producción de cada finca.

BENEFICIOS

Para Gonzalo Céspedes Ceciliano, productor acuícola desde hace 25 años y presidente de la Asociación de Productores de Trucha del Cerro de la Muerte, el aporte de la UCR ha sido fundamental. “Creo que la Universidad es una fuente muy importante de conocimiento y queremos que nos sigan dando esa capacitación que necesitamos todos los campesinos”.

Céspedes cuenta con una naciente propia que le permite criar anualmente unos 10 000 animales con pesos entre 600 gramos y un kilo. Además, posee una planta, en la que empaca filete de trucha que distribuye en los negocios de los alrededores y permite a otras 19 familias colocar su producto.

Aunque reconoce que en principio le ha costado trabajar en el control de todas las variables, la asesoría de la Ing. Vargas ha sido crucial. Ahora en su finca no se corta un solo árbol y se ha reforestado en un 75 % con variedades de la zona como roble, quizarrá, magnolia, bolilla y guayabillo, para proteger las fuentes de agua y su pureza.

También posee un manual sobre buenas prácticas de manufactura y flujos de proceso, específicas para su pequeña planta.

Digna Prado Cruz, precursora de la producción de trucha en La Trinidad de Dota, empezó en la actividad hace 23 años, con la compra de 200 alevines. Ella pasó a desarrollar en diez tanques de engorde unos 10 000 animales por año, que dan de 5000 a 6000 kilos de carne, lo que complementa con un estanque de pesca recreativa y un restaurante en el que sirve platillos a base de trucha.

Digna y su hijo Minor consideran que con la asesoría han tomado conciencia sobre la forma óptima de producción: “Antes echábamos más trucha en los estanques y no medíamos ni el oxígeno, ni la temperatura, ni la cantidad de alimento. La calidad y el sabor han mejorado y mientras antes tardábamos casi 12 meses para producir una trucha de 600 gramos, ahorita lo logramos en seis o siete meses y tenemos trucha para la venta casi todo el año”.

Vidal Camacho Flores, productor desde hace más de 15 años en Río Macho, empezó en 1993 a trabajar en desove e incubación de alevines de trucha arcoiris, que vende sobre todo a fincas de pesca recreativa en zonas frías de Alajuela, Heredia, Turrialba, Cachí y Orosi.

Camacho opina que la labor desarrollada con la UCR les ha posibilitado verificar muchos datos de su actividad que antes desconocían. “Por ejemplo, temperaturas, pH, oxígeno y tablas de alimentación con las que nosotros nos hemos guiado para desarrollar el cultivo”, indicó.

El mejoramiento en la gestión de la materia prima se ha traducido en mayor ganancia, porque antes no se llevaban controles y muchas veces se sobrealimentaba o subalimentaba a los animales o se recargaban los estanques, con lo que obtenían un crecimiento muy pobre de la trucha. “En el último año –detalló–, hemos manejado aquí 30 000 animales, con un porcentaje muy pequeño de mortalidad”.

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