Albert Chillón, profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, recién publicó La palabra facticia, que es una ampliación del imprescindible y ya inencontrable Periodismo y Literatura, una tradición de relaciones promiscuas.
Aquí este primer volumen circuló muy poco y hubo que buscarlo por intermedio de apasionados del lenguaje, pero su valía ameritaba el esfuerzo e incluso supe de colegas y amigos que tuvieron que apelar a la cultura del “clon” para poder contar con el libro.
Ahora, y precisamente, porque el libro no se podía encontrar, Chillón decidió realizar una edición ampliada, lo que ha despertado grandes expectativas entre aquellos interesados en descubrir cómo la palabra, en sus distintos ámbitos, convoca a la ficción.No importa ya si lo hace desde el periodismo, el ensayo, el discurso científico o la ficción, da lo mismo, porque el poder del lenguaje siempre convoca a la ficción.
Medir esos grados de ficción en cada uno de los discursos es uno de los grandes retos que se planteó el profesor Chillón, que recoge en su libro la herencia del “giro lingüístico” o de la tradición relegada, y que ahonda en la manera en que, como ya había sentenciado Frederich Nietszche, “todas y cada una de las palabras son tropos”.
La palabra facticia, y la comentamos a partir de Periodismo y literatura, una tradición de relaciones promiscuas, ha de ser un libro imprescindible para quienes estén relacionados con la comunicación en sus distintas modalidades.
Para los profesores de la Escuela de Comunicación debería ser de lectura obligatoria y para los periodistas un libro de consulta permanente, por las luces y las rutas que traza con tanta claridad en un tema tan complejo como el que aborda de fondo.
Chillón, director de la Maestría en Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona, apunta en relación con La palabra facticia: “Como su título sugiere, el libro trata acerca de las posibilidades, límites y ambigüedades de todas las modalidades –sean literarias, testimoniales, documentales o periodísticas-, del discurso facticio, tan sujetas a incomprensiones y malentendidos: aquel que, a diferencia del ficticio, se propone dar cuenta de los hechos reales, y que al hacerlo inevitablemente debe re-presentarlos y configurarlos, ya que no puede en modo alguno re-producirlos. “Facticio”, porque recrea los hechos (“factum”), pero también porque los hace al empalabrarlos.
Respecto a los cambios en relación con Literatura y periodismo, una tradición de relaciones promiscuas, apunta: “A semejanza de un árbol al crecer, La palabra facticia añade nuevos anillos concéntricos a los precedentes, en este caso varios capítulos extensos dedicados a explorar las relaciones entre la literatura, el periodismo escrito y la comunicación audiovisual en la postmodernidad; proponer una teoría acerca de la construcción mediática de los hechos sociales, deudora de la filosofía del lenguaje y de la hermenéutica; explorar los nexos temáticos entre las tradiciones culturales heredadas y los temas, motivos, argumentos y figuras que componen el imaginario mediático; y vindicar con, espero que convincente pasión, el imprescindible lugar de las “Humanidades” en la educación universitaria y en la comunicación, y las irreemplazables contribuciones que el plural humanismo puede y debe brindar a la reforma del vivir privado y público”.
Además del prólogo que la versión de 1999 traía del inolvidable Manuel Vázquez Montalbán, Chillón agregó el de Jordi Llovet, “uno de los más relevantes humanistas y estudiosos de la literatura de nuestro país y del orbe hispánico”.
Esperamos con ansias que La palabra facticia llegue muy pronto a Costa Rica, porque será de imprescindible lectura.