A pesar de promover el diálogo como filosofía, el pensador Mijaíl Bajtín sufrió una vida de incomprensión e infortunio.
“El arte y la vida no son lo mismo, pero deben convertirse en mí en algo unitario, dentro de la unidad de mi responsabilidad”, escribía un joven intelectual ruso en 1919. Su nombre: Mijaíl Bajtín.
Considerado como uno de los pensadores más influyentes de finales del siglo XX, Bajtín dedicó gran parte de su vida a analizar la relación del lenguaje con la vida social, desde el aspecto más ínfimo hasta las grandes demarcaciones ideológicas. Otra gran parte de su obra la consagró al estudio de la literatura.
La vida de Bajtín estuvo llena de episodios dolorosos que lo obligaron, en muchas ocasiones, a esconder su trabajo. Sus aportes serían reconocidos hasta pocos años antes de su muerte.
Inmerso en un momento histórico difícil, tuvo que enfrentarse al acomodo de la sociedad rusa después de la revolución bolchevique y al acecho de la sombra stalinista.
Defendió el diálogo como fin auténtico del espíritu humano, proponiendo que el mundo social es una interacción de voces y perspectivas diferentes. Pero sus ideas, consideradas peligrosas, serían la causa de que muchos quisieran callar su voz.
DIÁLOGOS CIRCULARES
Procedente de una familia que había pertenecido a la nobleza, el joven Mijaíl entró a la Universidad de San Petersburgo siguiendo los pasos de su hermano Nikolai.
Bajtín comenzó a frecuentar un grupo de intelectuales que se reunía periódicamente para entablar discusiones concernientes al arte y al lenguaje. El principal interés de los participantes era la filosofía de la cultura. Allí, conocería a Valentín Voloshinov y a Pavel Medvedev.
Al grupo se le daría el nombre, posteriormente, de “Círculo Bajtín”. Las reuniones iniciaron en 1918, pero hasta 1924 los trabajos de sus miembros empezaron a publicarse.
Se ha afirmado que Bajtín fue el verdadero autor de la obras de Voloshinov y Medvedev. Empero, aunque comparten temáticas similares, seguramente fueron producto de las discusiones entre los miembros del círculo y, luego, cada quien le imprimió su propia perspectiva.
Bajtín logró la publicación, en 1929, de su libro Problemas de la poética de Dostoievski. En esta obra, se introducían los conceptos de dialogismo y polifonía. La censura stalinista consideró que esta postura alentaba una apertura que podía incidir en el ámbito político; así, Bajtín entró en su mira.
EL PRECIO DEL SILENCIO
La tercera década del siglo XX fue recibida en la Unión Soviética con persecuciones a los intelectuales que no se adecuaban al régimen. Por esto, el “Círculo Bajtín” se vería forzado a desintegrarse.
Bajtín fue acusado de complot político por un presunto ligamen a la Iglesia Ortodoxa y fue condenado a 10 años de exilio en las Islas Solovetsky. Ante esto, sus allegados intercedieron por él y lograron que su pena fuera reducida a 6 años de exilio en Kazajistán.
Pero sus colegas no toparon con la misma suerte. Valentín Voloshinov moriría de tuberculosis en 1936 y Pavel Medvedev desaparecería en las purgas de 1938.
En su exilio, Bajtín no perdió tiempo y continuó su trabajo. Debido a una osteomielitis severa se le tuvo que apuntar una pierna. A pesar de esto, terminó una obra acerca de la novela alemana del siglo XVIII y fue aceptada para su publicación.
Cuando el manuscrito de la obra estaba esperando a ser impreso, las instalaciones de la editorial fueron destruidas por las fuerzas alemanas en las primeras invasiones a territorio soviético. Así, este trabajo se perdería por completo, sumado a muchos otros que Bajtín llegó a utilizar como papeles para cigarros durante la época de escasez ocasionada por la Segunda Guerra Mundial.
En plena guerra, Bajtín decidió mudarse a Moscú y comenzó a trabajar en una tesis doctoral acerca del escritor francés François Rabelais. La tesis divide al mundo académico ya que su énfasis en el sexo y las funciones corporales resulta polémico. Después de muchas reuniones, la oficina acreditadota del estado soviético decidió negarle el doctorado.
Ante su mala suerte, algunos simpatizantes de sus ideas le consiguieron a Bajtín un puesto como profesor. Se dedicaría a la docencia hasta su retiro por motivos de salud en 1961. En esta década, un grupo de jóvenes académicos descubriría su trabajo, empezándolo a difundir y a promover nuevas ediciones. Incluso, su polémica tesis lograría ser publicada.
El 7 de marzo de 1975, Mijail Bajtín muere. Nunca se daría cuenta del reconocimiento que su nombre estaba ganando gracias a las traducciones de sus obras ni de la influencia de sus trabajos en el pensamiento contemporáneo.
ECOS MÚLTIPLES
Las teorías de Bajtín fueron innovadoras al considerar el lenguaje como una experiencia, como una interacción entre muchas voces.
El crítico cultural Tzvetan Todorov resalta que Bajtín logró entender que “después de Adán, no hay objetos sin nombre ni palabras sin utilizar”. Es decir, el lenguaje no es pasivo, sino activo y se encuentra en constante cambio.
Para Bajtín, dependiendo de nuestro contexto, adoptamos cierto lenguaje. Sin embargo, este lenguaje tiene un amplio rango de significados, de los cuáles ‘pescamos’ algunos para comunicarnos. Esto crea muchas voces dentro de un mismo espacio social.
El diálogo es, entonces, el reconocimiento de esas múltiples voces y perspectivas, permitiendo encontrarnos con los otros.
El ‘Otro’ es toda aquella persona o grupo diferente a nosotros. Bajtín propone que esta diferencia es fundamental para que el ser humano se dé cuenta de su existencia. En otras palabras, “yo me conozco y llego a ser yo mismo sólo al manifestarme para el otro, a través del otro y con la ayuda del otro”.
Así, el lenguaje es alguien hablándole a otro, incluso si ese otro somos nosotros mismos. Según Bajtín, “ningún acontecimiento humano se desenvuelve ni se soluciona en los límites de una sola conciencia”.
Pero el teórico ruso no cayó en un sentimentalismo idílico. Observó que el lenguaje es un campo de batalla en el que diferentes grupos quieren acentuarlo de forma que sus voces se impongan. Así, el principal enemigo del diálogo es el monologismo. Este niega todo carácter igualitario de las diferentes voces y pretende imponer una sola perspectiva. Por esto, muchos consideraron su obra peligrosa al pretender reconocer todas las voces de la sociedad.
Bajtín nos dice que el diálogo debe ser la aspiración del ser humano. No por nada, afirmaba que “en la cultura, la extraposición viene a ser el instrumento más poderoso de la comprensión”. El concepto mismo implica una dimensión de escucha: la voz de cada persona se forma a partir de otras.
Al final, la cultura es también un diálogo. Los múltiples discursos que la conforman se encuentran relacionados; Intencionalmente o no, están en diálogo con discursos anteriores, como también lo están con futuros discursos.
Las ideas de Bajtín adquieren una gran importancia en la actualidad. Para considerar que los ‘otros’ son fundamentales para nuestra existencia, se necesita un ejercicio de tolerancia y reflexión.
La voz de Mijaíl Bajtín nos sigue recordando que “ser significa comunicarse”.