Pinochet: traidor, dictador y criminal

Yo, Augusto Ernesto EkaizerCrónicaAguilar1000, pgsEsta extensa y profusa crónica escrita por el periodista argentino radicado en España, Ernesto Ekaizer, es apasionante, reveladora, intensa y

Yo, Augusto Ernesto Ekaizer


Crónica


Aguilar


1000, pgs

Esta extensa y profusa crónica escrita por el periodista argentino radicado en España, Ernesto Ekaizer, es apasionante, reveladora, intensa y con un ritmo vertiginoso que no permite abandonar se lectura a lo largo de sus mil páginas.

El origen de este libro es el proceso que impulsó el juez español Baltazar Garzón en 1998 contra el exdictador chileno Augusto Pinochet, lo cual lo mantuvo 17 meses detenido en Londres mientras se tramitaba la solicitud de extradición para ser juzgado en España por crímenes contra la Humanidad.

A partir de documentos desclasificados, archivos especiales, entrevistas, documentos legales, publicaciones, periódicos, novelas, ensayos históricos y contacto directo con lugares y personas, Ekaizer reconstruye con descripciones precisas pasajes de lo fue el intenso proceso en que por primera vez se saba de la impunidad al sanguinario régimen de Pinochet.

 

El triste 11 de setiembre de 1973, cuando Pinochet y sus secuaces encabezaron un golpe de estado para derrocar el presidente Salvador Allende, dio inicio a un periodo de crímenes, oscuridad y terror, que se prolongó por 17 años. Miles de personas fueron torturadas, asesinados o desaparecidas. Se trató pues de una persecusión sistemática para eliminar de raíz toda posible oposición al gobierno militar.

Esta crónica inicia precisamente en los días previos al golpe de los militares.

Chile era una sociedad de ambiente crispado y golpeada fuertemente por una crisis económica profunda. El descontento era patente y las presiones múltiples. El gobierno que encabezaba el presidente Salvador Allende, elegido por la coalición de izquierda Unidad Popular, el 4 de setiembre de 1970, tenía simpatía popular, pero muy fuertes enemigos dentro de sectores empresariales y en la Casa Blanca.

El general Carlos Pratts ya había dentenido un intento de golpe militar el 29 de junio de 1973, pero la tensión no disminuía, había inconformidad y Allende no lograba encontrar la salida para las mútiples presiones y la crisis generalizada. El ambiente de conspiración en las fuerzas armadas era palpable. Pero, el martes 4, en conmemoración del triunfo de la Unidad Popular, una manifestación de apoyo al presidente reunió a ochocientas mil personas frente al Palacio de la Moneda. Los manifestates gritaban por resistir el inminente golpe militar.

Allende quería evitar a toda costa el derramamiento de sangre. Carlos Pratts se daba cuenta que no podría resistir otro levantamiento y que su figura tenía muchas anticuerpos dentro del ejército, de mando que pidió al presidente que lo relevara de su cargo al frente de las Fuerzas Armadas. En sustitución sugirió a su amigo y hombre de confianza, propuesta que Allende aceptó con beneplácito. El general Augusto Pinochet Ugarte fue nombrado al frente del ejército para defender el gobierno constitucional y evitar un levantamiento militar. Juró lealtad.

En esa misma semana, el general Sergio Arellano Stark, le habló claro a Pinochet, había una conspiración en marcha, o se sumaba o quedaría al margen.

Arellano había logrado urdir la conspiración con los oficiales, pero no contaba con el apoyo de las tropas. Pinochet guardó un cauteloso silencio. Se reunió nuevamente con Allende y con el ministro de Asuntos Exteriores Orlando Letelier y solicitó tiempo para hacer los ajustes en el ejército.

Dos días antes del golpe militar, Pinochet aún se paseaba temeroso de una lado a otro en su oficina, hacía todos los cálculos, veía las debilidades del gobierno, sentía la presión de los militares, tenía miedo de que algo saliera mal y no se decidía a cual bando apoyar. Finalmente firmó el pacto de los conspiradores. El lunes 10 de setiembre sacó a su familia de la ciudad y se quedó solo en su casa. Repasó todas las posibilidades, confirmó movimientos y se fue a dormir para esperar la hora en que debía entrar en escena.

Cuando en la mañana del 11 de setiembre se supo que había un alzamiento militar en Valparaíso, donde la Armada, movilizada por un falso ejercicio militar, regresaba a puerto con sus fuerzas en alerta, Salvador Allende quiso saber dónde estaba su hombre de confianza, Augusto Pinochet.

La primera imagen del dictador que presenta Ernesto Ekaizer en este libro entonces es la de un hombre con miedo, calculador y sin escrúpulos.

En seguida vienen los años de la represión y el crimen. La furia con que Pinochet y sus secuaces buscan eliminar toda resistencia tiene como resultado un baño de sangre y tortura sólo comparable con las procesos nazis de eliminación sistemática.

El miedo del general se tenía que curar con sangre.

La descripción que ofrece esta crónica de la llamada «Caravana de la Muerte», perpetrada por Arellano Stark y ordenada y supervisada por Augusto Pinochet, es aterradora.

El dictador está obsesionado.

Pero como esta investigación se basa principalmente en documentos aparecidos a raiz de la denuncias presentadas por el juez Garzón y el proceso seguido en Londres, la profusa descripción de algunos momentos, contrasta con los vacíos en otros.

Por ejemplo, poco está dicho de lo ocurrido entre 1976 y 1988, que es el proceso de consolidación del verdadero proyecto político económico que motivó e impulsó el golpe de estado.

En ese periodo, la crónica de Ekaizer toma el caso argentino. Este vínculo importante lo establece a partir del denominado plan Operación Cóndor, que involucraba a Uruguay, Paraguay, Argentina y Chile, para la eleminación física de personas que se consideraran enemigos en cualquiera de esos países, así como para cooperación en acciones conspirativas y de terrorismo en otras latitudes.

La segunda parte del libro se dedica a los pormenores del proceso. Como una verdadera clase de derecho internacional, los jueces y abogados de ambas partes exponen, refutan, discuten, los cargos y posibilidades para procesar a Pinochet por crímenes contra la Humanidad, y conformar una especia de tribunal de Núremberg, como el que se formó para juzgar a los nazis.

Después de 17 meses de batallas legales, el ministro del Interior británico decide no conceder la extradición a España por razones de salud.

Pero el escándalo internacional ya está hecho. Pinochet regresa a Chile, pero en todo el mundo se ha evidenciado su régimen de terror. En su propio país, más allá de la ley de amnistía que se decretó en 1990 para dar paso a la transición, se siguen causas contra sus delegados criminales, Sergio Arellano Stark y Manuel Contreras, el director de la siniestra Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) y muchos otros.

En su defensa Pinochet alega insuficiencia mental debida a su avanzada edad, pues ya sobrepasa los 85 años, pero se priva de su inmunidad y de su cargo como senador vitalicio.

Incluso hace pocos días han vuelto a aparecer acusaciones contra Manuel Contreras, quien ya fue condenado a siete años de cárcel y cada día aparecen más denuncias en su contra.

Este libro de Ernesto Ekaizer es un valioso y apasionante documento, bien escrito, muy documentado, pero de lectura fácil. Revelador en muchos sentidos, pues se tocan temas laterales, como los acuerdos de Tony Blair y Bill Clinton para atacar Irak en 1998, Kósovo, la complicidad de Pinochet con Margaret Thatcher en la guerra de Malvinas, la visión de Kissinger, el permisivo silencio de la Iglesia Católica y de la Democracia Cristiana ante la inminencia del golpe militar, y mucho dsetalles más.

Yo, Augusto, presenta a Pinochet en tres facetas de degradación humana: traidor, dictador y criminal.

 

 

 

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