Boyhood: eventos de una vida pantalla a pantalla

Generalmente el cine nos muestra historias de ficción que contrastan nuestra percepción de acontecimientos vividos en el mundo cotidiano. Mucho de lo que vemos

Minutos antes de que Boyhood acabe (si es que acaba) me preguntaba precisamente cuál sería el final de una película que narra la vida, paso a paso, etapa a etapa de un joven. A las 8:45 empezaba a pensar que el personaje llegaría a la vejez y yo saldría de la sala de cine en la madrugada. Y es que precisamente el tema de este filme es el tiempo. ¿Dónde están los límites de la pantalla, del libro? Salgo del cine y de pronto soy un guión potencial junto a otros tantos millones de sujetos, deambulando en el momento, eso es lo que hace pensar esta película.

Generalmente el cine nos muestra historias de ficción que contrastan nuestra percepción de acontecimientos vividos en el mundo cotidiano. Mucho de lo que vemos por medio de las producciones audiovisuales transcurre en mundos de ficción que son producidos (posiblemente la mayor parte de filmes que vemos), en función de mero entretenimiento, lo que se ha dado en llamar con el término blockbuster.

Lo cierto del caso es que partiendo de mis propias preferencias en materia cinematográfica, una buena película, lejos de ser una razón para alejarse del tiempo vivido cotidianamente y desvirtuar la realidad histórica, social, personal y emocional en la que se vive, llama la atención del espectador precisamente cuando la propuesta nos muestra una parte de nosotros mismos, un aspecto que nos une en nuestra condición humana y que representa un motivo de reflexión, de cambio inclusive, una manera de llamar la atención sobre ese aspecto que posiblemente hemos olvidado o del cual nunca hemos pensado, es decir un hecho significativo. Si se trata de este tipo de películas, Boyhood es una manera de lograr la atención sobre nosotros mismos a partir de una vida normal, cotidiana, con altibajos, con eventos progresivos que van configurando a una persona y a sus valores, sus creencias, su perspectiva del mundo enmarcada en un contexto histórico y en una serie de eventos que se definen por su interrelación con el pasado y con las personas que alrededor configuran una historia que se mueve por sí sola. ¿Quién no podría sentirse identificado con una historia normal?

Si existe algo que muestra esta cinta de Richard Linklater es la percepción del tiempo vivido en una historia que enfatiza lo que en buena forma todos notamos en el presente: el efecto del momento, el hecho del tiempo que nos vive y que construye a un ser humano que se equilibra entre la voluntad, ese momento endiosado, y el porvenir. El guión de esta película parecerá sencillo, gradual, poco intenso quizás, pero la propuesta al fin y al cabo no tiene problemas en comunicar su intención narrativa-realista.

El guión es la vida y el mundo está lleno de guiones e historias que son potencialmente arte porque ¿qué sería de un ser humano sin una historia que contar? Como la joven de la escena final cuando conversa con Mason Jr, pareciera que el espectador (uno, el espectador) se pregunta si el momento hay que vivirlo o si realmente el momento nos vive, y así preguntarse también si toda aquella oficializada convulsión, ansiedad, cambios veloces, deseos de poseer, será necesaria en un mundo que requiere de quien vive el tiempo una voluntad por vivir en el presente, el cual pasa con gana propia y escribe junto al personaje una historia con un punto final desconocido.

 

 

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