Ciudadanía del trabajo y la paz

Que siga la fiesta en paz. Fiesta política o “siesta política”, no importa. Desde el salvacionismo y la siesta política tradicionales, las grandes

El uso de dispositivos conductuales como la “carne de votación” o compra de conciencias y la tradicional política del miedo que apunta a los adversarios de comunistas y abortistas, extrañamente no tuvieron efectividad electoral, esta vez. Tampoco la técnica de “pan y circo” o pan y paradigma. Un paradigma patriarcal y caudillista de ganar-perder, en el cual el ganador es un varón (presidente) que vendrá a salvarnos, por lo tanto no hay nada de qué preocuparse ni razones para pedir cuentas a quienes nos gobiernan.

Que siga la fiesta en paz. Fiesta política o “siesta política”, no importa. Desde el salvacionismo y la siesta política tradicionales, las grandes decisiones nacionales no fueron consultadas con la sociedad en su conjunto; se utilizaron mecanismos seudodemocráticos, como el referéndum, para imponer políticas neoliberales y desmovilizadoras, desatendiendo la demanda popular.

“La participación se redujo a empresarios y líderes corruptos que manipularon políticas de consumo y de mercado. Sin procesos de concertación nacional, el derecho a negociación con el gobierno corporativo fue de sectores ganadores o privilegiados, vinculados particularmente con el poder económico y político” (Jensen, H.1997, p.55). Las elecciones del 2014 dejaron ver los dispositivos del viejo formato y su inefectividad evidencia una ruptura con la política del miedo, con la repetición de imágenes salvadoras y con la conciencia ingenua.

Esta se nutre de imágenes míticas, razonamientos incompletos y sostiene a los votantes del conformismo y la sumisión. Desde esa ventana la votación es la única acción política de la ciudadanía; las acciones que se realizan en la cotidianidad, ni son ciudadanas, ni son políticas. Ahora no fue suficiente con decirle a la ciudadanía “si vota por el otro está cometiendo un pecado, las grandes empresas se irán y quedarás sin empleo”. Años anteriores la Tiquicia pareció deslumbrada por imágenes fantásticas, por sombras de ignorancia y por las atalayas del miedo.

Mas no domesticada y completamente dominada, estas elecciones proyectaron una ciudadanía altamente educada y participativa, con pertenencia a una colectividad política que reconoce que participar políticamente es su solución. No encontró eco en el poder de un salvador para sus demandas particulares y no se mantuvo sumisa. Se organizó y pudo representarse a sí misma por medio de nuevos partidos.

Modeló una ideología que no contempla personalismos de ganadores y perdedores en la estructura del poder, se percibió a sí misma como un conjunto y un instrumento de reproducción de la cohesión social. Su reapropiación crítica es de mucha utilidad, pues reconoce un amplio conjunto de derechos sociales, civiles y políticos que  la integran, teniendo como base el respeto. No llegando a reconocer ciudadanías de consumo pasivo; su organización puede generar condiciones para el mantenimiento y reproducción de una sociedad más justa y equitativa, por cuanto su conciencia organizativa es resultado de un largo esfuerzo colectivo.

Es “Una ciudadanía bien fundamentada, que genera opinión política y lealtad con la nación, aspecto que permite la identificación y cercanía con los proyectos nacionales que guían al Estado y a la sociedad, en lugar de causar malestar y descontento social que se pueden traducir en conflictos internos”. (Roberts, B, 1998, p.65)

Es el largo fruto de la Costa Rica que enriqueció los movimientos de la sociedad civil a partir del año 2000, año en que se evitó la privatización de los servicios de electricidad y telecomunicaciones, gracias a la revuelta social que mantuvo paralizado el país por más de 22 días.

Sus manifestantes representaron abanicos de tendencias y movimientos sociales muy amplios, como los ambientalistas, sindicalistas, mujeres, obreros, campesinos, estudiantes y decenas de otros grupos. En el presente electoral, es una reconfiguración y resignificación de votantes, que actúan su presente colectivo y reconocen que el voto no es la única acción que nos hace ciudadanos, pues también hacia allí apunta la organización para el cambio que se ha llevado a cabo, por medio de un conjunto de acciones de todos los días, todos estos años, en forma organizada, trabajando después del trabajo, en esa organización.

Es para un país pensado por ciudadanos pensantes, que no necesitan salvación sino colaboración y compromiso político. Esta ciudadanía votante ya nos enseñó que el cambio social y político no se trata de un personaje, sino  de todos los actores; que las transiciones requieren del apoyo de todos los que marchamos por el país todos los días, en el  presente y para el futuro.

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