Mientras un nuevo fantasma recorre Europa desde hace varios años, con sus vientos neoliberales que solo encuentran ecos en el mercado y las finanzas, el Premio Nobel de Literatura 1997, Darío Fo (Sangiano, Bolonia, 1926), levanta la voz y reivindica la necesidad imperiosa de rescatar la cultura de las garras de la destrucción capitalista.
En su visión, ignorancia y poder se conjuran para evitar que los ciudadanos de hoy piensen y profundicen en la realidad que los rodea, y la mejor manera es debilitando de forma estratégica a la cultura, cimiento de la Europa de avanzada y que dio al mundo el siglo de las luces y otras manifestaciones mayores.
“Pero, sobre todo, existe el interés de llevar a toda la gente a la ignorancia. Intentan llevar el nivel cultural al mínimo porque así es más fácil dominar. Porque la cultura es algo verdadero, la cultura aparta la violencia, la margina, margina la especulación, hace razonar al hombre, le da una moral, le da una conciencia cívica. Pero ahora lo único que parece urgente es ir tirando para vivir”, respondió Fo en una entrevista en la que habló de su primera novela, publicada a sus 88 años.
En Lucrecia Borgia, la hija del papa, el autor reivindica a esta mujer que, por más de un siglo, ha gozado de una fama tergiversada y que el Nobel, fiel a su estilo de ir contracorriente, desmonta en su texto.
La cultura, en la Europa actual, ha sido arrinconada por las visiones económicas y capitalistas, que la ubican como un “algo” inútil para el ciudadano y la sociedad, denuncia el escritor, pintor, dramaturgo y actor.
Este tema preocupa, desde hace ya una década, a escritores e intelectuales, de cómo los cimientos de la vieja Europa, construidos precisamente con base en sus manifestaciones culturales, ahora se dejan de lado y se marginan.
En ese sentido, el profesor y escritor italiano Nuccio Ordine asegura en su libro La utilidad de lo inútil, que la cultura es fuente de pensamiento.
“Llevo 24 años como profesor intentando convencer a mis alumnos de que no se viene a la universidad a obtener un diploma, sino a intentar ser mejores, esto es, a aprender a razonar de forma autónoma”, sostiene Ordine.
Y en esa línea, Fo reivindica el derecho al pensamiento, al compromiso, a la capacidad de rebelarse contra lo intrascendente de los tiempos que corren y que arrastran el viejo fantasma de que lo útil, lo valioso, tiene que tener una conexión siempre monetaria.
“Solo Francia demuestra interés en tener una inteligencia operativa respetando la cultura. Lo que hay aquí es una elección. Nosotros hemos tenido un ministro de Economía, Giulio Tremonti, que dijo que “con la cultura no se come”.
Nosotros, los italianos, teníamos un volumen de negocio importante. Cuando un mercader venía a Venecia o Florencia o Roma no pedía el pago en oro, sino que pedía arte, cuadros. Justamente parece que pintar en tela viene de ahí porque resultaba más fácil y cómodo para ellos enrollar la pintura que llevarse una tabla. En cambio, ahora, todo es dinero, oro, aunque la verdad es que los ladrones no entienden de arte”.