De teórico autorreconocido a descalificador desaforado

Nuevamente, el filólogo Roy Alfaro Vargas se empeña en demostrar, en las páginas del Semanario UNIVERSIDAD (30/4/2013), por qué lo que escribe no puede

Nuevamente, el filólogo Roy Alfaro Vargas se empeña en demostrar, en las páginas del Semanario UNIVERSIDAD (30/4/2013), por qué lo que escribe no puede ser tomado en serio.

Para quienes no estén familiarizados con el “debate” que Alfaro, desde finales del año pasado, ha intentado desarrollar sobre mi libro, Revolucionar el pasado, resumo: después de un primer comentario en el que se presentó como un consumidor insatisfecho y demostró que los referentes teóricos desde los que había leído mi libro son las telenovelas mexicanas y las “soap operas”, Alfaro retornó con afirmaciones infundadas sobre la historiografía costarricense, a la que acusó de estar afiliada con el arismo y con el fascismo católico.

Como si esto no fuera suficiente para que los lectores pusieran en duda su seriedad académica, Alfaro, en una tercera intervención, psicoanalizó a todos los historiadores del mundo, a quienes diagnosticó como narcisistas y neuróticos. A la vez, recomendó, como lecturas fundamentales para conocer la teoría marxista, varios trabajos de Marx y algunos de sus propios artículos (de Alfaro), incluido uno sobre el “capitalismo zombie”.

Puesto que al final de ese tercer comentario se autosituó –en términos de estatura intelectual y de densidad teórica– al mismo nivel que Marx, poco sorprende que Alfaro incurra ahora en una descalificación totalizante e indiscriminada de “los estudios culturales y poscoloniales, la Nueva Historia, el psicoanálisis lacaniano, etc.”, corrientes a las que presenta como “pseudometodologías” o como “pseudoplanteamientos”, aliadas con lo que él denomina “el salvaje pensamiento neoliberal”.

En esta nueva intervención, Alfaro ya no se lamenta por los millones de personas a las que el capitalismo sume en la pobreza (esta empatía le duró poco); pero, coherente con sus intervenciones anteriores, demuestra una vez más que desconoce la cronología básica del desarrollo del  neoliberalismo y de las corrientes intelectuales que descalifica.

La descalificación referida se extiende no sólo a las corrientes que Alfaro explícitamente menciona, sino a todas las que puedan caber en el “etc.” con que termina el párrafo respectivo.

Mediante este “etc.”, Alfaro deja abierta la posibilidad de descalificar a cuanta corriente intelectual se le ocurra, escudado en un marxismo al que reduce a un burdo instrumento de descalificación ideológica.

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