A las mujeres se le paga menor salario que a los hombres, según un estudio de la OIT. (Fotos con fines ilustrativos).
Nunca en la historia del sistema capitalista, tantas mujeres vendieron su fuerza de trabajo en el mercado: en 2003, 1.100 millones de los 2.800 millones de personas trabajadoras del mundo -o el 40 %-, eran mujeres, lo que representa un aumento de casi 200 millones de mujeres con empleo en los últimos 10 años.
Así lo reporta el informe «Tendencias mundiales del empleo para las mujeres 2004», de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el cual advierte que sin embargo, este crecimiento explosivo de la fuerza de trabajo femenina no se ha visto acompañado de una verdadera emancipación socioeconómica de las mujeres ni de una igualdad salarial o de prestaciones con los hombres, por realizar los mismos trabajos en iguales condiciones.
«El número de mujeres que ingresa en la fuerza de trabajo mundial nunca ha sido tan elevado, pero tienen que hacer frente a tasas de desempleo más altas y a salarios más bajos», dice la OIT.
La investigación verificó que mundialmente a las mujeres se les sigue pagando menos que a los hombres, «incluso en ocupaciones «típicamente femeninas» como en la enfermería y la enseñanza.» Según una reciente investigación local, en Costa Rica esta diferencia salarial en desmedro de las mujeres, por causa de la desigualdad sexual, es del 14% (ver UNIVERSIDAD 1567).
Además, ellas se ven obligadas a asumir empleos de baja calidad.En los países pobres -dice el informe- «las mujeres no pueden simplemente permitirse el lujo de no trabajar y, por consiguiente, las bajas tasas de desempleo ocultan el problema. La dificultad para ellas no reside en obtener un empleo -tienen que aceptar cualquier trabajo disponible y suelen acabar en el sector informal como en la agricultura con ninguna o pocas prestaciones de la seguridad social y un alto grado de vulnerabilidad- sino en obtener un empleo decente y productivo.»
Aunque no es una conclusión del informe, estos hechos parecerían sugerir que, en su actual fase de expansión, el capitalismo recurre crecientemente a la fuerza de trabajo femenina precisamente porque al contratarla a precios inferiores y explotar así el orden sexual existente, puede obtener una mayor rentabilidad.
Así, por ejemplo, un estudio realizado por la confederación sindical estadounidense AFL-CIO, en 2003, realizó los siguientes cálculos para Estados Unidos:
*La familias trabajadoras pierden $2.000 millones anuales de ingresos debido a la brecha salarial de género (más de $4.000 cada mujer trabajadora).
*Si a las mujeres casadas se les pagara lo mismo que a los hombres con igual capacitación, su ingreso familiar aumentaría en casi 6% y las tasas de pobreza de sus familias caerían del 2.1% al 0.8%.
* Si las madres solteras ganaran tanto como los hombres con igual capacitación, sus ingresos familiares aumentarían en casi 17%, y sus tasas de pobreza se rebajarían a la mitad, de 25.3% a 12.6%.
* Si las mujeres solteras ganaran tanto como los hombres con igual capacitación, sus ingresos aumentarían en 13.4% y sus tasas de pobreza bajarían de 6.3% a 1%. («Equal Pay for Working Families: National and State Data», AFL-CIO, 2003.)
Y son los patronos quienes se quedan con esa parte del salario de las mujeres que no les pagan, gracias al orden sexual.
POBREZA Y DESEMPLEO
La investigación de la OIT también constató la persistencia de lo que se ha llamado la «feminización de la pobreza».
«De los 550 millones de trabajadores pobres del mundo (personas incapaces de superar ellas mismas y sus familias el umbral de 1 dólar de los Estados Unidos al día) 330 millones, esto es el 60 %, eran mujeres. Si a los 330 millones de trabajadoras pobres se suman los 77,8 millones de desempleadas significa que se tienen que crear como mínimo 400 millones de empleos decentes para que las mujeres pobres y desempleadas puedan superar la pobreza», dice la OIT.
En 2003, el desempleo de las mujeres «fue ligeramente superior al de los hombres en todo el mundo en su conjunto (6,4 por ciento para las mujeres y 6,1 para los hombres), de forma que 77,8 millones de mujeres que estaban dispuestas a trabajar y buscaban trabajo se quedaron sin empleo. Sólo en Asia Oriental y Africa Subsahariana la tasa regional de desempleo de los hombres superó a la de las mujeres, con un 3,7 % de desempleo masculino en Asia Oriental frente a un 2,7 % de desempleo femenino, y un 11,8 % de desempleo masculino en África Subsahariana frente a un 9,6 % de desempleo femenino.»
En América Latina y el Caribe, añade, «la tasa de desempleo femenino fue de un 10,1 % frente a una tasa del 6,7 % para los hombres, mientras que en Oriente Medio y África del Norte la tasa de desempleo femenino del 16,5 % fue 6 puntos porcentuales superior a la de los hombres. Para los jóvenes en general, pero sobre todo para las jóvenes de 15 a 24 años resultó incluso más difícil encontrar un trabajo, elevándose el número de mujeres jóvenes desempleadas involuntariamente en todo el mundo a 35,8 millones.»
Según reporta una nota de prensa de la OIT, su director General, Juan Somavia, afirmó que «sólo se pueden crear suficientes empleos decentes para las mujeres si los responsables de la formulación de políticas sitúan al empleo en el centro mismo de las políticas económicas y sociales y reconocen que las mujeres se enfrentan a problemas más importantes en el lugar de trabajo que los hombres. Al aumentar los ingresos y oportunidades de las mujeres se contribuye a que familias enteras salgan de la pobreza y al progreso económico y social.»
PERSISTE EL «TECHO DE CRISTAL»
Por otra parte, la investigación «Romper el techo de cristal: las mujeres en puestos de dirección. Actualización 2004», también de la OIT, encontró que «la proporción de mujeres que ocupan puestos profesionales aumentó sólo un 0,7 % entre 1996 y 1999, y 2000 y 2002; y la proporción de mujeres en puestos de dirección, en unos 60 países, osciló entre un 20 y un 40 %. Estos datos muestran que las mujeres están, a todas luces, insuficientemente representadas en los puestos de dirección en relación con su proporción total en el empleo.»
En general, en América del Norte, América del Sur y Europa Oriental la proporción de mujeres en puestos de dirección es superior a la de Asia Oriental, Asia Meridional y Oriente Medio.
«No obstante, en los sectores predominantemente femeninos en los que hay más mujeres en puestos de dirección, un número desproporcionado de hombres accede a puestos de alta dirección y en las profesiones normalmente reservadas a los hombres, es raro encontrar a mujeres en puestos de dirección», dice la OIT.
Según la nota de prensa, al referirse a la persistencia de este «techo de cristal», por el cual existe un límite -impuesto pero no nombrado- al desarrollo profesional de las mujeres, Linda Wirth, directora de la Oficina para la Igualdad de Género de la OIT y autora de la investigación, dijo que «las mujeres siguen teniendo más dificultades en acceder a puestos de dirección que a puestos más bajos en la jerarquía. De vez en cuando, algunas mujeres son noticia por atravesar la barrera, pero estadísticamente representan un porcentaje muy bajo en los altos puestos de dirección. Sigue vigente la regla empírica: cuanto más elevada es la jerarquía de una organización, menos mujeres hay».
