El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu puso una nota, el 18 de marzo, en el Muro de los Lamentos en Jerusalén, después de la fiesta de la victoria del Likud, en las elecciones generales de Israel. (Foto: AFP)
Estados Unidos y el gobierno que encabeza el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, tienen serias divergencias por el manejo de los territorios palestinos.
“Es la victoria del miedo sobre el optimismo”, opinó el editorialista del diario israelí Haaretz, Ari Shavit, sobre las elecciones de la semana pasada en Israel, en la que el bloque de derecha, nacionalista y ultraortodoxo vio aumentar su precaria mayoría, que es ahora de 61 escaños −en una cámara de 12− a 67.
El resultado sorprendió, pues las encuestas parecían indicar un final más estrecho entre el Likud, del primer ministro Benjamin Netanyahu, y la opositora Unión Sionista, de Isaac Herzog. Al final, la diferencia fue de 30 a 24 escaños. En todo caso, cualquiera de los dos solo puede formar gobierno haciendo alianzas.
«Voy perdiendo. Si pierdo, pueden empezar a hacer las maletas», habría dicho Netanyahu a los colonos de los territorios palestinos ocupados, en una reunión que, según el diario Maariv, sostuvo con sus dirigentes en una reunión celebrada en su residencia, en Jerusalén, seis días antes de las elecciones.«Creo que cualquiera que dé pasos para establecer un Estado palestino y evacuar territorios abona el terreno a los ataques de los islamistas radicales contra Israel», dijo Netanyahu.
El actual ministro de Asuntos Exteriores y jefe del partido Israel Beitenu, Avigdor Lieberman, aseguró, por su parte, que si como pretende es nombrado ministro de Defensa en el próximo gobierno israelí, encabezará la «última campaña» militar contra el movimiento islamista palestino Hamás.
Ese fue el tono de la campaña. El elector israelí no define su identidad en función del precio de la vivienda, sino «en función de su actitud frente a los palestinos, la minoría árabe en Israel y las colonias».
Para Haaretz, Netahyahu, desde que volvió al poder en el 2009, condujo Israel a profundizar la ocupación y colonización de los territorios palestinos, además de haber llevado el país a dos guerras que estimó “innecesarias” en Gaza y de haber tensado las relaciones con Estados Unidos.
La declaración de Netanyahu, de que bajo su gobierno “no habrá un Estado palestino”, solo viene a confirmar una política que va tornando, poco a poco, imposible la creación de ese Estado. Se trata de los asentamientos judíos en esos territorios, donde el primer ministro arrasó en las votaciones de la semana pasada. Pero, también es la construcción de un muro del que casi no se habla en la prensa internacional.
Netanyahu ganó mostrando su «verdadera cara», afirmó en editorial el diario Haaretz, diciendo: «Yo soy la verdadera derecha, determinada a defender los valores nacionales, empezando por el odio de los árabes y la oposición a retirarse de los territorios conquistados por Israel en 1967».
Washington ha expresado su preocupación por las declaraciones de Netanyahu contra la creación del Estado palestino –una política que Estados Unidos defiende– y por las intenciones de «marginar» a los ciudadanos árabes israelíes, expresada durante la campaña. El portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest, recordó que Estados Unidos sigue creyendo que la solución de dos Estados es la mejor para disminuir las tensiones en la región.
En la misma jornada electoral, Netanyahu alertó a los votantes sobre la “amenaza” que suponía el que los electores árabes acudieran «en masa» a las urnas.
Pese a todo, una lista única de partidos árabes en Israel logró ubicarse como la tercera fuerza política en el país, con 13 escaños.
En todo caso, Netanyahu no ha formado gobierno todavía y habrá que darle seguimiento a esas negociaciones, indispensables para terminar de darle forma al panorama político post electoral.
TERRITORIOS OCUPADOS
La colonización de los territorios ocupados es una política del Estado de Israel, que viola los acuerdos internacionales e incomoda tanto a la Unión Europea como a Estados Unidos, aunque las protestas sobre el tema no van acompañadas de medida alguna para tratar de evitarla.
En la margen occidental del río Jordán, Israel había construido ya 250 asentamientos, incluidas varias colonias en Jerusalén este, en las que habitan más de 520.000 judíos, un proceso que se aceleró desde que Netanyahu volvió al poder y que ahora se ha propuesto continuar.
Un informe independiente encargado por el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, divulgado en enero del 2013, acusó a Israel de construir asentamientos de colonos, para anexionarse de forma lenta e inexorable esas zonas ocupadas en Cisjordania y el este de Jerusalén, lo que supondría una violación de leyes internacionales y podría considerarse un crimen de guerra.
Una retirada de las fuerzas de ocupación israelitas de Cisjordania implicaría, además, el desmantelamiento de un muro divisorio que se comenzó a construir a principios de la década pasada, con una extensión prevista de 700 kilómetros. El muro cruza territorio palestino y hace prácticamente imposible la comunicación entre diversas áreas donde tradicionalmente han transitado, dificultando o haciendo imposible el cultivo de tierras o el acceso a hospitales.
La nueva posición de Netanyahu, de oponerse a la creación de un Estado palestino, ha creado nuevas tensiones con Washington, para el que esa propuesta es fundamental en su política en la región.
En todo caso, la creación de ese Estado se ha hecho cada vez más inviable, ante la realidad de la expansión de los asentamientos judíos en territorios ocupados y la construcción de dicho muro.
¿Es una opción?
¿Es una opción viable para Israel encerrarse en sus fronteras en medio de un Oriente Medio que se derrumba? ¿Será posible un Israel próspero en un Medio Oriente ruinoso? ¿Un Israel encerrado tras un muro de 700 kilómetros transformado en un Estado judío?
Como dijo el periodista Gideon Levy, un referente de la izquierda en Israel: “Si después de seis años de nada, después de seis años sembrando miedo y ansiedad, odio y desesperación, esta es la elección de la nación, entonces está verdaderamente muy enferma. Es el resultado de años de lavado de cerebro y de provocación”.
Y agregó: –El martes (en referencia a las recientes elecciones generales) se colocaron los fundamentos para el Estado de “apartheid” que está por venir.
Lo que Inglaterra creó hace más de un siglo –una tragedia dibujada a trazos de regla que determinó fronteras, separó y sometió a los pueblos, especialmente en Oriente Medio y África, pero también en Belice, en Guyana, en las Malvinas o en Gibraltar–, Estados Unidos destruyó −ahora como farsa, en Irak, Siria, Libia o Afganistán–.
Pero tampoco Israel parece en condiciones de escapar a esa realidad destructora, pues ningún Estado parece estar en condiciones de sobrevivir en medio de ese caos. Un caos al que el mismo Israel aporta también su cuota, con su expansión, estrujamiento o eliminación del pueblo palestino, su encierro detrás de un muro y, finalmente, con su bomba atómica (mientras exige impedir el desarrollo de la energía nuclear en Irán), razón definitiva, argumento final de esa política.
Ese aislamiento parece ser el camino elegido por Netanyahu luego de su triunfo electoral de la semana pasada, sin que se vislumbre salida alguna para la crisis en la región, que se extendió trágicamente a Túnez, con un atentado la semana pasada que dejó 23 muertos.
Es evidente que se necesita otro camino en Oriente Medio (y en el norte de África), incluyendo a Israel.