Candidatos a rector en UNA: De los programas y compromisos

Mi afán en este escrito es contribuir a que usted, el lector universitario, tenga un mejor criterio sobre quienes participaron en la elección de Rector

Mi afán en este escrito es contribuir a que usted, el lector universitario, tenga un mejor criterio sobre quienes participaron en la elección de Rector. Mi análisis de los compromisos programados que logré detectar pretende facilitar a ustedes una información racional. Esto es lo que en economía llamamos pensar marginalmente, no sólo como individuos sino también como colectividad heterogénea, en el bienestar general de quienes laboramos en la UNA y del país. La UNA es una organización pública donde la libertad de cátedra nos convoca urgentemente a cuidar de los recursos de que la dotan los costarricenses honestos. Así, tenemos el derecho, pero sobre todo el deber, de poner disciplinada atención sobre quienes participan en eleciones de autoridades de la UNA.

El hecho de que los recursos de la UNA son públicos, no autoriza a nadie a asignarlos o ahorrarlos a su antojo. La eficiencia no debe, por razón alguna, supeditar la eficacia, ni todo lo contrario, pero cómo apremian las dos cosas a la vez. Si en la UNA, como en el gobierno nacional, hay déficit o superávit financiero, en ambos casos se denota ingestión y congestión de la administración en el ámbito político; es decir, de quienes deberían ejercer la autoridad. Estos no están llamados a depredar los recursos públicos puesto que estos son una realidad en la dimensión privada; ingresos versus impuestos, parte de los cuales deviene en FEES año a año. La frase de Carlos Marx me encanta: De cada quien según su capacidad, a cada quien según su necesidad. La capacidad se muestra en la generación de ingresos, la necesidad se refleja en la función de los impuestos. Si no administramos bien el FEES estamos desgraciando la posibilidad de la satisfacción de la necesidad. No debe nunca bastar, ni es tampoco necesario, recurrir a la palabra popular, peor aún, mayorías populares. Esto es demagogia de políticos callejeros o tradicionales con ingente cúmulo cerebral de grasitas socialistas o comunistas.

Un programa no es un discurso prosaico con pretensión aparente y superficial de compromisos. Aun cuando el programa sea un discurso escrito con elegancia meticulosa, su articulación podría evidenciar una habilidad verbal que discurre de cierto modo que la falta de substancia no sea detectada por quien se tome el tiempo de leer sin estudiar. El ejercicio del entendimiento nos hace críticos, y no esperaríamos tampoco que se nos diga qué quieren o desean hacer los candidatos. Empero, para mostrar autoridad, los candidatos que pretenden hacerse de la Rectoría deben elaborar un programa científico. Que no se trata de buenas intenciones con el fin de hacerse de los puestos y promover acentuar la mediocridad que ya nos agobia desde tiempos atrás. Es científico el programa que enseñe coherente y pertinentemente las necesidades que tenemos en la UNA. Para ello, hay que investigar, no se puede suponer a partir de las inquietudes aisladas o gregarias nacidas en la mezquindad. Así, enlisto mis técnicas y métodos, discrimino entre las necesidades y establezco prioridades, todas las cuales hay que satisfacer. Probablemente, algunas con apariencia más o menos urgente se resuelven automáticamente, puesto que todas están integradas.

Más allá de las necesidades esbozadas en un programa científico en la forma del querer hacer, urgen los recursos para satisfacerlas. Se trata del cómo de la satisfacción de los compromisos programáticos: su posibilidad financiera.

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