Diversidad funcional es un término facultativo al de discapacidad que ha comenzado a utilizarse en España y otros países; tal vez se puede mencionar que en América Latina, aunque todavía un poco, porque está en prospecto como proyecto, por iniciativa de los propios afectados que padecen el maltrato y violación a sus derechos como ciudadanos.
El término fue propuesto en el Foro de Vida Independiente, en enero de 2005; en este tiempo aún no se vislumbra un cambio radical y pretende sustituir a otros cuya semántica puede considerarse peyorativa, tales como «discapacidad» o «minusvalía». Se propone un cambio hacia una terminología no negativa, no rehabilitadora, sobre la diversidad funcional, dar un giro diferente y más aceptable, antes que academicista o terminológica.El cambio terminológico ha dado lugar también a una nueva manera de entender el fenómeno y ha significado la descripción de un Modelo de la Diversidad.
Existen muchas palabras ampliamente utilizadas en diferentes ámbitos, para denominar al colectivo de mujeres y hombres con diversidad funcional. La más utilizada en países europeos es «minusválido»: plazas de aparcamiento reservados para minusválidos, servicios sanitarios para minusválidos, pensiones para minusválidos, residencias para minusválidos, entre otras terminologías que por ende se excluye y se observa el patrón de diferencia o anquilosamiento del pensamiento social, ante un ser humano que participa activamente en una sociedad de consumo.
Tanto en los medios de comunicación como en las calles, las personas con diversidad funcional forman parte de un colectivo «menos válido», o que «vale menos».
Por otro lado, en los textos jurídicos persiste esta terminología y se usan términos como incapacitación, incapacidad, discapacidad, invalidez (parcial, total, absoluta, gran invalidez), minusvalía y dependencia. Todos ellos resaltan el lado negativo de una realidad humana, que cala en estos seres dotados de grandes capacidades intelectuales y cognitivas; no por poseer una deformidad −llámese invalidez− son prospectos menos válidos en consecuencia de pensamiento y conocimientos.
Más que científica o académica, se parte de la convicción de que la cuestión en el ámbito de la diversidad funcional (discapacidad) ha sido un elemento del que se precisa saber más, y que tiene que ver la luz, si se quiere realmente transformar la existencia de muchos seres que viven una exclusión en medio de los excluidos.
Así pues, trato de contribuir a cubrir la necesidad de evidenciar la importancia de integrar, en cualquier reflexión o actividad dirigida a provocar el cambio, ya que obviarlo lleva a crear un mundo −el de muchos seres con diversidad funcional− distorsionado, enmarañado, mostrando una realidad invivible, donde se instalan fácilmente la injusticia, la explotación, la discriminación, la violencia y aún en nuestras leyes, que por sí solas muestran un estancamiento, ya que no actualizan los términos para el trato de estas personas de la sociedad que conviven y son parte del colectivo.
Observando la ambivalencia del ser humano como dentro de los procesos de desarrollo que lo caracteriza cada vez se sumerge al detrimento de sus valores morales convirtiéndose en un artilugio de pensamientos y acciones que menoscaban a la sociedad.
No descuidemos a esta población y tratemos de realizar un balance de nuestras leyes en consecuencia con las personas con Diversidad Funcional, para que no solo la voz preponderante de una sociedad hostil −que fustiga y aniquila con su terminología a una población excluida− se le dé un trato más digno y no se continúe maltratando y ultrajando a los seres que son parte de una sociedad en progreso.
