En el ojo del caballo estoy yo

En la fauna imaginada por el ser humano se suman un sin número de bestias, fieras y monstruos deformes que han provocado los miedos,

En la fauna imaginada por el ser humano se suman un sin número de bestias, fieras y monstruos deformes que han provocado los miedos, pero también las fantasías de muchas gentes que poblaron el pasado. Imposible omitir que los bestiarios del occidente medieval tuvieron un revival debido en parte a las descripciones que los marineros y viajeros llevaron de regreso a las cortes del Viejo continente, dibujos, grabados, escritos, muestras vegetales y luego hasta tejieron tapices con caprichosos motivos de aquella flora y el exotismo de la fauna proveniente del Nuevo Mundo.

La Mantícora: cuerpo de león, cola llena de púas, el rostro de un hombre de bigote acicalado, una boca con numerosas filas de dientes puntiagudos. Se le encontraba en las selvas de las Indias Occidentales.

El Basilisco: producto de la unión entre un gallo y una serpiente, era considerado el rey de las serpientes. Reptil con patas de gallo, cola de lanza y alas con espinas, tenía capacidad de matar con su mirada, por ello solo con un traje de espejos se le podía vencer y capturar.

Sin embargo, de todos los animales creo que el caballo (E. caballus) siendo real y palpable, es uno de los más fantásticos o al menos uno con una de las historias más fantásticas, en mi opinión.

Los testimonios alrededor del mundo de nuestra relación con este animal podría llenar fácilmente una biblioteca; a propósito de ese vínculo es muy importante considerar la diferenciación que hace en cuanto a ello el estudioso de la relaciones hombre-animal James Downs (1960), pues destaca las diferencias entre la domesticación y el pet keeping (tenencia y cría de mascotas) distinguiendo sociedades amansadoras de sociedades domesticadoras, esto según los sistemas de representaciones que sociedades de cazadores-recolectores poseyeron sobre los animales; amerindios, esquimales, o pigmeos, por mencionar algunos han construido su propia cosmovisión y jerarquía de los animales. Hoy esas construcciones prosiguen con otras formas y las personas han recreado sus mundos  a través de sus mascotas, desde quien viste su chihuahua con ropitas navideñas, hasta el sabanero y su prolija parafernalia para cabalgar

Durante miles de años el caballo (E. caballus) ha ocupado un lugar privilegiado en la mente humana. Su retrato rupestre ha galopado desde el paleolítico de las cuevas de Chauvet, corrió por entre las dinastías chinas dejando una enorme tradición de arte equino, Poseidón lo obsequió a la humanidad, Sleipnir el corcel de Odín le ayudó con sus ocho patas a recoger a los muertos, Vishnú en la décima ocasión que encarna lo hizo en Kalki el caballo luminoso, valgan estas pocas alusiones para dar cuenta de que el caballo ha poblado la mente humana durante milenios. Probablemente Peter Schaffer es quien mejor ha retratado la psicología de una obsesión trotante.

Al inicio de estas líneas, mencioné al Nuevo Mundo y quisiera regresar ahí, a ese punto precisamente, pues desde el inicio quería escribir sobre el caballo y los grandes reencuentros.

Las bestias cuyas patas tocaron las tierras de La española en el año 1493 embarcadas en el segundo viaje que hiciera Cristóbal Colón, se reencontraban con el continente que vio nacer al más lejano ancestro del caballo, el pequeño Eohippus hace unos 55 millones de años antes, quiero imaginar los primeros y sonoros que relinchos, reverberando en cada esquina de su continente originario. Hoy unos cuantos miles de Mustang siguen existiendo en su estado natural.

Según Digard (1994) en América Central y México durante el siglo XVI inicia una gran extensión de rancherías, haciendas y corrales, transformando rápidamente la geografía, lo cual marcó profundamente a la región con la yerra ardiente de la ganadería, la cual dejó una silueta de vaquero, un símbolo en el que cabe un gringo tejano y un gaucho.

No obstante, durante el siglo XVI los caballos liberados en las Indias Occidentales llegaron a multiplicarse generando enormes manadas en estado salvaje. Algunos de los primeros exploradores del Nuevo Mundo lo que descubrían  era que en ocasiones llegaban de segundos, pues los caballos eran los verdaderos adelantados de la conquista continental. Suramérica tuvo su propio Old West, los indígenas lograron amansar y poner a su servicio una fuerza con la que nunca habían contado antes. Uxmal, Tenochtitlan, Tulum entre otras, fueron ciudades construidas únicamente con el ingenio y la energía que un cuerpo humano podía brindar, peligrosos trayectos los del Reino de los Patagones.

En nuestra geografía, en La Veragua, Nueva Cartago o Costa Rica, como se le solía llamar a aquellas tierras sin delimitaciones claras aún, fue Juan de Cavallón quien trajo los primeros caballos (E. caballus) y, con la disposición de fuerzas humanas y animales abrió el primer camino apropiado a la cabalgadura, saliendo del pueblo de los Chomes, el camino fue conocido unas décadas después como camino viejo de Cavallón que conducía a la ciudad que él mismo fundó, Garcimuñoz. Según León Fernández (1886) sobre esta empresa Cavallón escribió: “llevar como se lleva y a de llevar, muchos ganados de todos los géneros muchos caballos y otras cosas necesarias y convenientes que no puede yr por la mar”. El caballo protagonista sigiloso de la conquista, fue hecho partícipe y testigo de la furiosa exuberancia de un continente.

Ha sido nuestro cómplice, quizá por eso el atávico trote nos captura como el crepitar del fuego, quizá por eso nos gustaba tanto Mister Ed. Al mirar un caballo hay que darse cuenta que el reflejo del ojo de ese caballo existe, porque nosotros nos vemos en el ojo; en el ojo de un caballo puedo admirar la historia de la humanidad y al mismo tiempo puedo verme yo, sin embargo su mirar remite a lo inmemorial.

 

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