Así, aunque quisiéramos decir que la ingeniería de biosistemas “nace de”, más bien corresponde decir que, aun de previo a existir con ese nombre, “ha dado vida a” varias ramas ingenieriles vigentes y relevantes −entre ellas la ingeniería agrícola, la acuícola y la forestal− las cuales, en su aplicación de métodos y enfoques ingenieriles a la producción y el manejo del ambiente natural, han evidenciado similitud en principios generales y objetivos. Esta revolución paradigmática devino por consolidaciones tecnológicas que permitieron abandonar una “miopía productivista” y, sobre todo, por circunstancias externas que nos enlazaron indefectiblemente a la capacidad de carga planetaria −es decir, a cuántos seres humanos viviendo sustentablemente bien soporta el planeta−. Para ello se debió ampliar el foco que enfatizaba la producción y los productos, para incluir cada vez más las relaciones con el entorno. Lo que antes era mayormente consideraciones financieras, como regar o no regar, o tirar al río los residuos de la producción en vez de procesarlos, o requerir más o menos energía, ahora se ha vuelto parte inseparable de grandes temas ambientales y económicos.
Así, las ingenierías para la producción y el manejo del entorno natural, en la medida que son ingenierías −punto medular que no puede olvidarse−, son ingeniería de biosistemas. Todas ellas aplican la ingeniería en sistemas naturales o en los que lo natural y sus bioproductos y servicios ecosistémicos son preponderantes, tratándolos, valga la redundancia, como un sistema, que existe en un ambiente y tiene límites y un proceso interno, así como entradas y salidas. Visto de esa forma, como ejemplo, una finca, un estanque con tilapias, un biodigestor y una cuenca son biosistemas. La lista es, realmente, interminable y de hecho creciente.
En ese vasto esquema, la ingeniería de biosistemas representa un enfoque genérico, constituyéndose mayormente en una disciplina de investigación y de desarrollo e implementación de soluciones más generales, útiles para campos poco explorados que eventualmente se hacen más comunes, y también de apoyo a las ramas que han nacido y nacerán de ella, así como a otras disciplinas. Por otro lado, esas ramas representan enfoques específicos, más limitados incluso, que pueden o no todavía estar ya al nivel de “aplicaciones”, es decir, consolidadas como profesiones con un rico acervo que les permite ejercer por sí solas.
Entre las ramas consideradas “de aplicaciones” destaca la ingeniería agrícola, nuestra especialidad original que a través de muchos años de trabajo y experimentación ha consolidado un cuerpo de saber y hacer, que permite ejercer en la mayoría de los casos sin necesidad de investigar cada paso, aunque por supuesto se beneficia de investigación. Este desarrollo es tal que, por ejemplo, en un artículo reciente la revista Forbes consideró a la ingeniería agrícola como la tercera carrera de mayor importancia para el futuro, particularmente en cuanto es necesaria para el manejo del agua en la producción de alimentos y otros productos para la vida.
Así, nosotros, con este fundamental cambio de nombre y teniendo como eje la ingeniería de biosistemas, mantendremos y reforzaremos la ingeniería agrícola como carrera necesaria para el país y avanzaremos en otras especialidades, igualmente necesarias. Se trata, en realidad, de un continuo que estamos dimensionando y dotando de cohesividad y flexibilidad entre un todo y sus partes, operacionalizándolo para maximizar sosteniblemente las ventajas que conlleva. Eso es lo que hay en este nombre.