Los invito a leer el libro de Andrés Oppenheimer, “Crear o morir (CM). La esperanza de América Latina y las cinco claves de la innovación”. CM es una invitación a hacer cosas nuevas, a pensar diferente, pero sobre todo es una inyección de optimismo de que se pueden hacer cosas nuevas y de que se puede y se debe innovar en todos los niveles: social, empresarial, político, económico, deportivo, etc.
En verano, cuando la invitación común de los amigos es a la playa o a las fiestas taurinas, yo los estoy invitando a leer, parece una ironía o una broma de mal gusto, pero no es así. El libro en mención, es tan trascendente como apasionante y útil, ya que nos invita a la innovación y a romper paradigmas. Como educador, mi primera reflexión con la lectura del libro fue, este libro lo deben leer mis alumnos en primer lugar y luego pensé que realmente lo deberían leer primero todos los periodistas, todos los educadores, todos los políticos, todos los empresarios y todos los estudiantes, el orden no importa. Es un bálsamo similar a los efectos que produjo en el científico español Rafael Yuste, el libro de Santiago Ramón y Cajal, “Los tónicos de la voluntad”, citado por Oppenheimer en su libro.Debemos trascender de lo cotidiano y operativo, a lo estratégico y grandioso, pensar en grande y cuestionarnos como dice un colega “¿por qué nuestro país y Latinoamérica no producen cosas innovadoras que el mundo ocupe y que esté dispuesto a pagar por ello? Muchas de las respuestas están en la educación, en la cultura y en un entorno que no promueve la innovación. A la reflexión de mi colega y amigo yo agregaría; ¿por qué no producimos innovaciones sociales como la citadas en CM, que ayuden a reducir la pobreza y crear oportunidades para que los jóvenes desarrollen su talento, como parte de su satisfacción y realización personal y en beneficio de nuestros países.
El gran tema en este caso es educación y es cultura. Educación para la ciencia y la tecnología, y educación para la innovación y tolerancia al fracaso y al riesgo. La educación debe formar jóvenes científicamente sólidos, pero el Estado y todos los sectores deben contribuir a crear una cultura de innovación. Debe haber una política de Estado con mayúscula sobre innovación.
Un papel preponderante en el tema de la innovación lo tiene todo el sistema educativo, en especial las universidades, sobre todo las públicas, que son financiados con los tributos de todos los costarricenses y están llamadas a ser la vanguardia de la ciencia y la innovación. Parafraseando y “tropicalizando” a Oppenheimer, deberíamos estimular el surgimiento de muchos Keylor Navas de la ciencia, de la tecnología y de la innovación. La prensa jugaría un papel preponderante estimulando la creación del entorno y la cultura necesaria para la innovación, el riesgo y la tolerancia al fracaso.
Se requiere un cambio paradigmático, donde el poder de la prensa y del sistema educativo es fundamental. Las empresas mediante la Responsabilidad Social Empresarial (RSE), tipo AED (Asociación de empresarios para el Desarrollo), podrían apoyar la cultura de la innovación. Las empresas podrían ofrecer premios a estudiantes y empresarios jóvenes que resuelvan problemas científicos y sociales, de trascendencia para el desarrollo del país y para las mismas empresas.
Es hora de que todos, pero sobre todos los que tienen cargos de dirección, los administradores, los gerentes políticos y los políticos, trasciendan de la gestión operativa de las organizaciones a planteamientos estratégicos para el país, que nos permitan superar viejos paradigmas y formular políticas de Estado que promuevan cambios fundamentales en la educación, en la cultura y en las empresas, como podría ser una política de innovación en los términos que lo está haciendo el mundo y que está muy bien documentado en el libro Crear o morir.