Para que el amor triunfe

El pasado 26 de junio, la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos estableció una garantía constitucional que permite el matrimonio

El pasado 26 de junio, la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos estableció una garantía constitucional que permite el matrimonio entre personas de un mismo sexo en todo el país. Este tema le ha dado la vuelta al mundo, generando reacciones apasionadas de simpatizantes y detractores de decisión.

Costa Rica no ha sido la excepción. Desde hace varios años en nuestro país se trabaja para generar el mismo cambio, pero las opiniones sobre este tema están sumamente polarizadas. El único denominador común entre defensores y opositores de las uniones gays es el fanatismo radical con el cual se expresan unos de otros.

El costarricense, por la cultura y su arraigo religioso, ha estado en contra de las uniones de personas del mismo sexo. En la última década, producto de la apertura, la globalización y el uso de redes sociales, se puede constatar una tendencia hacia el cambio. Cada día más personas están convencidas de que las personas del mismo sexo merecen tener los mismos derechos que los demás. Esto ha generado grandes discusiones sobre el tema, tanto en el ámbito social, universitario, judicial como legislativo.

Si hay algo que está claro en torno a esta discusión es que la falta de tolerancia en este país nos impide hablar, a unos y otros, del tema sin fanatismos y pasiones. Lo planteo de manera más simple: los que no aceptan el matrimonio gay son acusados por sus partidarios de intolerantes; pero los seguidores de ese tipo de uniones, a su vez, critican y condenan a quienes con todo derecho expresan su opinión en sentido contrario.

Lamentablemente, durante décadas hemos descalificado a los homosexuales, utilizando insultos como gay, playo, maricón, tortillera y más. Esta terrible actitud ha condenado a estas personas a vivir escondidas y con miedo a expresar su sexualidad, sin que ellos hayan hecho algo para dañar a los demás. Hoy en día esta reprochable actitud continúa, pero increíblemente, muchos defensores de los gays han caído en la misma forma de insulto y descalificación, pisoteando la misma libertad de expresión que durante años se les ha negado a ellos. Hoy se persigue también a aquella persona que en pleno ejercicio de su libertad manifiesta su opinión bajo un fundamento religioso.

No se debe olvidar que vivimos en un mundo cada vez más pequeño y que ante tal estrechez, el buen vivir radica en la capacidad de convivir, respetar y tolerarnos unos a otros. En tales circunstancias, a quienes se manifiestan en contra de las uniones gays deberían hacerlo de manera respetuosa y viceversa, quienes se pronuncian a favor deberían comprender al otro sector de población que piensa de manera diferente.

En Estados Unidos se dio un gran paso, pero no es cierto que el amor triunfó (#LoveWins). El amor no gana porque se apruebe o no una ley. El amor triunfará cuando independientemente de las costumbres, creencias y religiones toleremos la opinión del otro. El amor ganará cuando dejemos de burlarnos de los homosexuales, y dejemos de crucificar las religiones. El amor ganará cuando nos toleremos los unos a los otros por lo que cada quien es, independientemente de cualquier criterio diferenciador.

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