El jueves 12 de diciembre pasado, a eso de las 2 de la tarde me encontré con un amigo que cuida carros en la calle, en Guadalupe, por fuera de las oficinas de una institución pública reconocida por su ineficiencia y holgazanería. Me extrañó verlo alejado de su lugar de trabajo y le pregunté: -¿Saliste temprano hoy? -No, -me respondió- hoy no trabajaron por ser día de la Virgen de Guadalupe…
Ya que un nuevo gobierno está por definirse, y tomando en cuenta las promesas de reivindicar al ciudadano en sus derechos y deberes, roguémosle a la Virgen de Guadalupe que se realicen algún día esas promesas que hemos escuchado, de poner orden y empeño en las funciones de las administraciones y que disminuyan su corruptela; o que por lo menos hagan sus descaros con más disimulo, para no darnos cuenta.Desde tiempos coloniales, según la vieja crítica, la casta burocrática, ese brazo tullido del Estado, sin haber intentado jamás el esfuerzo por cambiar, disfruta de este país. Fue el último resabio que, del Imperio Español, de la Casa de Borbón, recibimos como herencia, creyendo inocentemente que serviría a la Nación. Era parte de un sistema central, por ese entonces (y actualmente también) totalmente corrupto, de autoridad vertical, que distinguía a la Corona Española; proliferó en sus comarcas de esclavos, y luego en nuestras instituciones para combatir al ciudadano.
Tomando esa herencia, el Sistema Institucional Costarricense se identificó plenamente con los nefastos servilismos y nepotismos heredados que lo marcaron para siempre. Esas formas de favoritismo reinaron en la provincia y al tiempo se convirtieron en la piñata estatal que hasta hoy, con protección sindical, manipulan al país sin frenos ni contrapesos.
Si miramos hacia delante, y hablando en general, la disfuncionalidad administrativa de Costa Rica, con su torpe asidero legal por un lado, y el perjuicio e impotencia del administrado por otro, no tiene comparación con ninguna institución a nivel internacional.
Nuestras burocracias, según las disfunciones que organicen, tendrán siempre características que las identifican, y todos los conceptos dicen algo de su inoperancia. Así que hay mucho que hablar de ellas, pero en la ocasión nos limitaremos a señalar algunas de sus particularidades.
Los que hemos visto pasar varias administraciones sabemos que las burocracias, desde que nacen, aumentan cada día en forma parasitaria, siendo la fuente principal para su incremento el clientelismo estatal, complacido y exacerbado por los gobiernos y los partidos de turno con mando en los tres poderes del Estado.
Con obesidad creciente, las burocracias compensan su corta inteligencia e imponen su voluntad tan solo por volumen, inercia y gravedad. Renuncian a toda racionalidad fomentando estancamiento social y mediocridad material y espiritual en toda la comunidad.
Se puede decir que las burocracias tan solo se organizan para su reproducción, odian el trabajo que dicen que realizan y se convierten en castas abominables, e inaceptables para el desarrollo del país. Por ser castas son por naturaleza despreciables en cualquier conglomerado; pero, al ser estatales son aún más odiosas, e igualmente peligrosas y enemigas del pueblo subyacente.
A lo anterior debemos añadirles su inmunidad congénita, ya que las autoridades de su igual naturaleza y origen, confabuladas con ellas, les disimulan sus delitos, creando tal impotencia en los administrados, que saben de antemano que recurrir a una burocracia para señalar a otra es perder el tiempo en nuestra “sabia democracia”.
Siempre ofrecen una necia oposición a los cambios necesarios para el avance del país o la comodidad de los administrados; pero no se oponen con valor por no tener argumentos ni motivos y estar anquilosadas a sistemas y métodos trasnochados de viciosa tradición, que al final de cuentas es lo que las constituye en las más prestigiosas Escuelas Nacionales de Corrupción, con sus consignas labradas en sus escudos significando glorificar la pereza, decir que no al que pretenda sus servicios y construir miseria.
Por fin, las definiciones de las burocracias que podemos encontrar en los diccionarios, todas, con mucha razón, las ponen en vergüenza; pero esta me parece que dice mucho de su realidad:
Son adefesios sociales
Que carentes de virtud,
Con increíble lentitud,
Para hacerlo todo mal,
Se gastan un dineral
Usando una multitud.