Luis Guillermo Solís, candidato a presidente por el PAC: “La amenaza del continuismo sigue allí, en la figura del PLN”

Un poco más delgado y moreno, pero con la misma calva amplia y lustrosa, Luis Guillermo Solís, el político que comenzó la campaña presentándose

Un poco más delgado y moreno, pero con la misma calva amplia y lustrosa, Luis Guillermo Solís, el político que comenzó la campaña presentándose como el hombre de los cuatro trajes, recorre el país conjurando la figura de un rival ausente por su propia voluntad que, sin embargo, afirma que no dudaría en asumir la presidencia en caso de que las urnas lo den por ganador.

Durante el final de una de estas soleadas tardes que nos regala el verano josefino, Solís hizo un alto en el recorrido de su “caravana de la alegría” y conversó con UNIVERSIDAD  sobre las paradojas de una coyuntura electoral inédita; sobre sus compromisos de campaña; sus temores; sobre la necesidad urgente de que la gestión política logre resultados concretos para los ciudadanos de a pie y sobre los desafíos que se plantearían al  gobernar con un electorado hipersensible al menor desatino de la clase política.

A continuación un fragmento de esa conversación.

La renuncia de Johnny Araya a la campaña no tiene efectos legales, pero sí tiene un enorme efecto político. ¿Cómo lo evalúa?

―Es un efecto político de primera magnitud. Al no poder renunciar a la candidatura, Johnny Araya se convierte en una figura política que no ha existido en la historia reciente de Costa Rica, un candidato no activo. Esto le plantea al PAC una situación muy incómoda, al tener que luchar contra una figura que políticamente ha dicho que no va, pero que legalmente no puede renunciar y cuyo partido continúa activamente en la campaña. Tenemos que llevar la campaña a término, con una presunción en el país de que seremos gobierno, sin serlo aún, y enfrentamos una posibilidad de abstencionismo muy  alto, que tendría consecuencias políticas de mucha magnitud.

¿Cómo se plantea debatir contra un contendiente que tiene cuerpo −porque el partido sigue en campaña−, pero no tiene cabeza?

―Bueno, yo he dicho que estoy peleando contra un fantasma. Es una de las peores maneras de acometer el trabajo político, que debería ser entre personas, entre líderes.

Hay que convencer al elector de que, el cambio, que fue uno de los motores del voto, es posible, convencerlos de que el cambio no era solo de personas, sino de modelo y de que la amenaza del continuismo sigue estando allí en la figura del Partido Liberación Nacional.

El abandono de campaña que hizo el candidato oficialista introdujo el tema de la legitimidad de un presidente que podría resultar electo por una porción pequeña del electorado. ¿Políticamente existe un número mínimo de votos?

―La legitimidad, en su forma más básica, emana de las reglas cumplidas para la escogencia de ese candidato. En todas las democracias hay gobiernos que han sido electos con un mínimo. En Costa Rica, elecciones recientes −como la del 2006− se decantaron por 19.000 votos; en esta última elección la diferencia entre el primero y el segundo fueron  también 19.000 votos, menos del 1% del padrón. Uno entiende que habiéndose cumplido la normativa y con lo dispuesto en el Estado de derecho, la legitimidad está garantizada. Ahora, otro factor importante también es la representatividad y si se reduce tanto la muestra ciudadana, si el bloque soberano es tan pequeño, uno puede preocuparse por la calidad del mandato que recibe el vencedor en esas condiciones.

¿A qué lo obliga eso?

―Hay que sacar a la gente a votar, a convencer al pueblo de que se percate de la gravedad en la que estamos y salga a votar. Hay que garantizar que el pueblo se apropie de esta elección y salga a votar. Es un momento extraordinario en el país. No se trata ya de preservar la calidad del mandato que se le da al nuevo gobierno, sino de preservar a la institucionalidad completa.

El deseo de cambio en los electores es muy fuerte y las expectativas sobre un eventual gobierno suyo muy altas. El presidente Barack Obama llegó con una situación similar y luego no pudo cerrar Guantánamo, que era una de sus promesas de campaña. ¿Cuáles serían esos desafíos que usted no puede dejar de cumplir, los “Guantánamos” de Luis Guillermo Solís?

―Creo que hay tres desafíos que son importantes de cumplir: uno, aumentar la productividad nacional y con ello aumentar la riqueza del país; volver a la economía costarricense una economía más próspera. Dos, tener la capacidad de distribuir esa riqueza con justicia. Tres, dar muestras contundentes, permanentes e incuestionables de transparencia y lucha contra la corrupción. No lograr esos tres pilares o alguno de ellos, sería un Guantánamo en mi corazón y también en la perspectiva de la gente.

El concepto “distribución de la riqueza” es novedoso en el vocabulario político costarricense; hasta ahora se habló de agrandar el pastel y que luego de ahí la riqueza se iba a derramar a otros sectores…

―No, creo que ya hemos visto que no derrama nada; ya en la exhortación apostólica ´La alegría del evangelio´, el papa Francisco lo dice con toda claridad: la teoría del derrame es absurda. Así lo dice, hay una claridad de que ese sistema está agotado y que ha sido totalmente fallido.

Si la riqueza no derrama naturalmente, ¿cómo convencerá a un sector de la sociedad que debe ceder en sus ganancias para que otros sectores vivan mejor?

―Eso no se da naturalmente, pero tampoco se da en un vacío histórico. Mi conclusión, luego de haber conversado con muchos gremios y sectores productivos privados, es que

―en la experiencia costarricense al menos―  la distribución de la riqueza se da por dos vías: por el otorgamiento de servicios públicos estratégicos de calidad, como salud y educación, o por la vía tributaria. Con las reformas sociales de los años 40, los sectores empresariales costarricenses aprendieron que la prosperidad de todos era su mejor garantía de tranquilidad. Es decir, que si la mayor parte de la gente tenía niveles de vida aceptables, la posibilidad de que esa población experimentara tentaciones revolucionarias era mucho menor.

Eso tenía que ver con los empresarios de los años 60, los de ahora parecen más ligados a la especulación financiera y menos a la actividad productiva…

―Así es, pero también los hay, y lo interesante es que cuando usted conversa con los sectores productivos, el tema de la desigualdad con 1,1 millón de pobres, 347.000 personas en pobreza extrema, 200.000 “Ninis”, etc., a ellos les resulta racionalmente inadmisible. Es decir, los pobres resultan un mal negocio; ellos saben que son un mal negocio, porque es gente que no consume, gente que tiene tentación antisistémica y eso se notó en esta última campaña: llegó un momento en que aquí creció la izquierda como nunca había crecido en 50 años.

Los sectores productivos están de acuerdo en que haya seguro social y escuela pública de buena calidad, de que existan buenas condiciones laborales ―aunque la mano de obra sea más cara―;  lo que los molesta es que el Estado sea tan corrupto y las instituciones tan ineficientes. Eso, la corrupción y la ineficiencia, los incomoda (a los empresarios) más que la idea de tener que repartir. Aquí nadie está pensando en un modelo chavista o socialista que expropie fincas, nadie está pensando en eso. El énfasis lo vamos a colocar en la lucha contra la injusticia y la exclusión, y esa lucha tiene que ver con educación, salud y redistribución por vía tributaria.

Usted habla de lucha contra la corrupción, que es un intangible, se trata de confiar o no. ¿Cómo se plantea lograr esa confianza?

―Lo primero es no abusar. Cualquier política pública de lucha contra la corrupción no puede ser una cacería de brujas. Tiene que darse sobre datos objetivos, sobre denuncias fundadas. Aquí el gobierno que blanda la espada de la lucha ética descabezando a diestra y siniestra, será descabezado él mismo. No se trata de entrar a un régimen de terror, ni de colocar a la ética como un cadalso. Hay que luchar contra la corrupción sin abusos, sin arbitrariedad, pero con contundencia. Habrá que mirar con detalle qué se ha hecho y cuál es la evidencia. Me imagino que por todas partes estarán destruyendo documentos y todo tipo de cosas. ¿Verdad? Pero es muy importante que el nuevo gobierno otorgue pruebas fehacientes de su determinación, de que no permite actos que lesionen el bien común.

Hay una institucionalidad en el país, la Procuraduría de la Ética, la Fiscalía, la Contraloría, la Defensoría de los Habitantes, la Policía Fiscal,  que constituyen un cuerpo legal lo suficientemente fuerte como para acometer esa tarea en asocio con el gobierno.

Quien habla hoy es el candidato, pero en el gobierno las cosas cambian. La presidenta Laura Chinchilla ignoró tres pronunciamientos de la Procuraduría de la Ética que cuestionaban a sus ministros. ¿Cuál sería su política respecto de los dictámenes de la Procuraduría de la Ética?

―Cambiaría eso claramente. En un eventual gobierno del PAC, acataríamos como obligatorias las resoluciones de la Procuraduría de la Ética. Somos un partido diferente, yo no he recibido contribuciones de ninguno de los grupos que financió campañas de Liberación Nacional o de la Unidad. Esta campaña se ha realizado en un 95% con contribuciones del Estado y el resto en donaciones pequeñas. Aspiro a tener funcionarios de gobierno que se orienten por los principios más estrictos de ética en la función pública. Y el que no esté dispuesto a eso, no estará en el gobierno, y al que agarre fuera de esos márgenes, se irá del gobierno.

¿Cuál será la estrategia en infraestructura? ¿Disolverá el Conavi y el Cosevi como prometió?

―He dicho que quiero cerrar el Conavi y el Cosevi, pero ocurre que legalmente eso no se puede hacer de manera automática. Y además, alguien tiene que hacer las tareas mientras se reforma y se le dan potestades al MOPT, que es la institución que quiero reconstruir. Quiero que el MOPT sea la entidad rectora del sector infraestructura y transportes. Vamos a iniciar la intervención de la red vial utilizando los criterios que han sido divulgados por el llamado “Consenso por la red vial de Costa Rica”, utilizando recursos económicos que ya existen y que no se han aplicado a obra pública, y eso se va a hacer a partir del primer día de gobierno.

Pero el proceso de disolver Conavi y Cosevi se iniciará mucho antes, en el momento en que tengamos un ministro o una ministra designados; uno de sus principales encargos será ver la forma de cómo se altera la ecuación actual que le atribuye al Conavi y a sus hermanitas perversas acciones, que han significado el debilitamiento absoluto del MOPT.

Tipo de cambio: ¿Mantendrá las bandas u optará por flotación?

―Vamos a mantener las bandas del tipo cambiario, pero con unas bandas con mucho menos distancia entre ellas, de manera que las fluctuaciones no sean tan violentas. El Banco Central tendrá, por supuesto, una obligación de administrar el tipo de cambio de forma oportuna y eficiente. No podemos tolerar atrasos como  los que hemos visto en la intervención del BCCR. Ellos tienen los recursos; hay más de $7.000 millones en reservas y pueden hacerlo perfectamente.

Usted inició la campaña presentándose ante el electorado; durante ese proceso la gente lo conoció, pero también usted recorrió el país y conoció de cerca los problemas de la gente. ¿Cómo lo afecta o lo compromete ese conocimiento?

―Fue un proceso muy hermoso; la intimidad que logra el candidato con su pueblo en el proceso electoral es la parte más emotiva de una campaña política. En la calle es donde se vive la cotidianidad, las relaciones que se establecen en el barrio, metiéndose a una casa, tomando el refresco de una señora o el abrazo de un niño, tienen un efecto anímico peculiar.  Me ha generado emociones fuertes frente a la pobreza, frente a la necesidad, la carga que siento de no defraudar a esas personas, especialmente por lo que me dicen: ´no nos quede mal´, ´ayúdenos a cambiar´, ´acuérdese de los pobres´, ´no se le olvide volver´… son convocatorias que, al menos yo, me tomo muy en serio.

Esas mismas frases se las han dicho a todos sus antecesores y todos, en buena medida, los defraudaron…

―De hecho así es; una señora en Rincón Grande de Pavas, me dijo: ´dígame una cosa Solís, por aquí pasan todos los políticos diciendo lo mismo que usted. ¿Cómo sé yo que usted no está mintiendo?´. Y la verdad es que no saben; la única garantía es mostrarles mi vida, mi vida política, lo que yo soy, mis cuentas abiertas para que todo mundo las vea.  ¿Qué más puedo dar?  Es una cosa intangible pero fundamental; fíjese que hoy no ha habido ninguna reforma teológica en el Vaticano; el Vaticano que entregó Ratzinger es exactamente igual al que hoy tiene el papa Francisco. Sin embargo, es un Vaticano completamente diferente y esa diferencia la hace un Papa que deja los apartamentos pontificios y se va a trabajar a la Casa Santa María, un Papa que deja de utilizar zapatos rojos hechos a mano, se calza zapatos cómodos, para viajar sin que le duelan los pies.

¿Va a hacer las del papa Francisco, entonces?

−Sin querer compararme con el Papa para nada, creo que hay todo un aparataje simbólico en esta campaña que cambia la naturaleza de mi relación con el pueblo de Costa Rica. Es una relación que se construyó con gran naturalidad en estos intercambios humanos y, desde la presidencia, le voy a dar continuidad; pero, no puedo darle continuidad sin resultados. Los afectos están bien y tienen un valor, pero la palabra empeñada también y yo empeñé mi palabra por hacer crecer la economía, por distribuir la riqueza, por luchar contra la corrupción y por mejorar la infraestructura. Y eso va a tener un peso al final; si sigo dando besitos sin arreglar el problema de fondo, la gente no me va a dejar salir de la Casa Presidencial; por eso el cariño y los abrazos son buenos, pero con lo simbólico no basta, hay que cumplir.

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