Palabras que se lleva el tiempo
Carlos Morales
Ensayo
Editorial Prisma
208 páginas
La obra no es una disertación sobre moral o epistemología, menos un intento de acercarnos a la semiología. El autor no cree en los semiólogos. Palabras que el tiempo se lleva es una especie de “papá ensayo” de 208 páginas y una veintena de nietecillos traviesos que, despreocupadamente y a espaldas del tiempo, juegan, caminan y saltan dentro de los túneles y recovecos de un portentoso palacete construido a partir de valores que cobran relevancia en una sociedad contradictoria “in extremis”.Es una obra que trasluce un autor en plena madurez intelectual, donde periodista y escritor se funden mediante el “don” de la palabra para transmitir al lector su preocupación por un país que se nos escurre de las manos, a vista y paciencia de empresarios, políticos, educadores, etc. El autor no confronta, pues no pareciera su objetivo como en otras obras de su fructifica producción; en cambio, advierte desde las profundidades de la axiología cómo la “dignidad”, el “arte”, la “fidelidad”, la “lealtad”, la ”familia”, la ”feminidad”, la ”valentía”, entre otros, son hoy intercambiables dentro de una sociedad que endereza sus esfuerzos hacia otros “nortes” y cuyos contenidos, como los conocimos e inspiraron el ser del costarricense, están amenazados de correr la misma suerte que los pobres dinosaurios. Es así como parte de ese norte, lo vulgar y pornográfico ya se nos vende como arte, la falta de ideales es aceptada con natural mediocridad, el honor ahora tiene como referencia la virginidad y no el decoro, el saqueo no es propio de sinvergüenzas y bandidos, sino una manifestación de astucia, por ejemplo.
El interés del autor no son cuestiones ontológicas o epistemológicas, pero ahora, escudriñada esta serie de valores, nos invita a meditar sobre el carácter +êthicos (del griego +ἠθικός) que el costarricense debería asumir en este país +patas arriba, visto así por el ensayista, como si fuere un abuelo que habla a sus nietos desde diversos sitios de su palacio levantado con palabras y a muy cortita distancia. Casi susurrándoles al oído para que reviertan lo que la presente generación se dejó arrebatar, en medio de una noche oscura y llena de milongas donde +Cambalache, el viejo tango de Gardel, quedó elevado a himno de la impunidad y resignación.