Director de Escuela de Artes Musicales de la UCR en gira por EE. UU.

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El pianista y director de la Escuela de Artes Musicales de la UCR, Manuel Matarrita, ofrecerá dos recitales en Estados Unidos y varias clases maestras. (Foto: sitio en Internet de Matarrita)

Manuel Matarrita, director de la Escuela de Artes Musicales de la Universidad de Costa Rica (UCR), realiza una gira por Arizona y Texas del 26 de enero al 4 de febrero, en el que ofrecerá conciertos como solista, dará clases maestras y hará de jurado en un concurso de ópera.

Matarrita destacó la importancia de este tipo de giras porque, en este caso, no sólo le permitirá hacer contactos para posibles intercambios culturales sino que, además, le permite a él mantenerse activo como músico.

Este es un aspecto de suma relevancia para él ya que, si bien en el presente desempeña un cargo administrativo de importancia, una de sus mayores preocupaciones es continuar ejerciendo en su condición de pianista.

Destacó que cada año, por lo general, efectúa dos giras al exterior con el fin de mantenerse activo como solista y también para entrar en contacto con otros ambientes musicales.

Con una amplia experiencia como pianista, Matarrita se ha presentado en Estados Unidos, Colombia, Perú y Cuba, entre otros países, a lo largo de su ya extensa carrera.

En el país también ha tocado con la Orquesta Sinfónica Nacional, la Orquesta de Cartago y en la de Heredia.

 

RECITAL DE ESPAÑOLES

 

Una de las sorpresas con que se topará el público estadounidense asistente a los recitales de piano en la Universidad de Arizona (el 31 de enero) y en la Universidad de Texas (el 4 de febrero) será el tipo de compositores que interpretará Matarrita.

En ambas presentaciones, tocará música de los compositores españoles Manuel de Falla, Enrique Granados, Isaac Albéniz, Ernesto Halffter y Antonio Soler. Dichos músicos obtuvieron en su momento un gran reconocimiento por sus obras.

Albéniz, por ejemplo, ya a los cuatro años, según la Enciclopedia Británica, era reconocido como un genio y fue uno de los que se decantó por el “nacionalismo” en la música española.

Manuel de Falla, entre tanto, logró una amplia gama de composiciones. Entre las de piano se encuentran “Serenata andaluza”, “Canción”, “Vals capricho”, “Cortejo de gnomos” y “Cuatro piezas españolas”.

Matarrita reconoció que el público al que se dirigirá no está muy habituado a que se toque a este tipo creadores, por lo general esperan interpretaciones de los clásicos.

La primera escala de la gira la hizo Matarrita en Arizona, donde hará de jurado en el concurso de ópera Amelia Rieman.

“Está claro que no soy cantante de ópera pero tengo mucha experiencia como pianista que acompaña al cantante; por esta razón, me eligieron para participar como jurado en dicho concurso”, dijo.

En cuanto a su participación académica, ofrecerá clases maestras y de repertorio vocal.

María Clara Vargas, profesora de la Escuela de Artes Musicales, expresó que “para los músicos siempre es un reto importante el presentarse ante nuevos públicos”.

Además, ello implica “nuevos retos técnicos”, que obligan al solista a realizar siempre su mejor esfuerzo fuera del país.

Vargas hizo ver que Matarrita y la mayoría de los músicos −cuando van a representar a Costa Rica− incluyen en sus presentaciones un repertorio con base en compositores nacionales o, como sucede en este caso, a creadores españoles no habituales, aunque su obra sea muy reconocida.

“Para un músico siempre es muy importante estar probándonos en espacios distintos”, puntualizó.

Vargas añadió que cada vez que un músico sale de la UCR en una gira tiene en mente el hacer contactos con artistas y creadores, con el fin de que ello beneficie al entorno en general. “Los contactos que se crean con otros artistas son de suma relevancia, porque traen beneficios para todos”, acotó.

Ya en nuestro país, Matarrita, fiel a su estilo de combinar su trabajo académico con sus presentaciones, tiene previsto actuar como solista con la Orquesta Sinfónica de Heredia, dirigida por el maestro y decano de la Facultad de Bellas Artes de la UCR, Eddie Mora.

En esa oportunidad, tocará el concierto para piano y orquesta del compositor colombiano Luis Carlos Figueroa.

“Pienso que es importante que, aparte de nuestro quehacer universitario (académico y administrativo), tanto Eddie como yo comprendemos lo importante de permanecer activos en el medio. Estos conciertos son el 23 y 24 de febrero en el Teatro Eugene O´Neill y en la Parroquia de Heredia, respectivamente”. 

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En febrero arranca Verano Sinfónico

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En el 2012, Verano Sinfónico reunió a la OSN, Humberto Vargas, Cantoamérica y otros artistas nacionales en un mismo escenario. (Foto: cortesía OSN)

Este 16 de febrero arranca Verano Sinfónico, una temporada de conciertos en la cual la Orquesta Sinfónica Nacional compartirá escenario con las agrupaciones nacionales Éditus, Gandhi y Marfil y los cantantes líricos Ono Mora y Sofía Corrales.

Esta es la tercera edición de los espectáculos de verano, que tienen por objetivo cultivar y difundir la música, al tiempo que se promueven las composiciones musicales de artistas costarricenses.

“Este tipo de conciertos de verano, además, permiten crear un espacio donde las familias costarricenses puedan disfrutar de distintos géneros musicales, porque vamos desde obras clásicas hasta géneros como el rock, el reggae, el calipso, la salsa y otros ritmos latinoamericanos, en un esfuerzo por mostrar la simbiosis de ritmos que representan a nuestro país”, dijo el director general del Centro Nacional de la Música (CNM), Guillermo Madriz.

Por seis fechas, los músicos se reunirán en conciertos de dos horas, durante las cuales cada agrupación y músico invitado se presentará con la Orquesta, bajo la dirección del puertorriqueño Rafael E. Irizarry.

Según Madriz, la selección de las bandas y músicos invitados se realizó tomando en cuenta su trayectoria artística, la calidad de su trabajo y la representación de la diversidad cultural del país.

Así, se incluyeron tres bandas que cuentan con, al menos, 20 años de existencia y de géneros distintos: Gandhi, con su pop-rock, Éditus, con ritmos clásicos cercanos al jazz y “new age”, y Marfil, con sonidos tropicales provenientes del Caribe. “Con esta combinación sentimos que damos una muestra de lo que es la música original hecha en Costa Rica”, dijo.

Abel Guier, bajista de Gandhi, comentó que los integrantes de la banda están “sumamente emocionados” por arrancar la gira de conciertos.

“Tuvimos una pausa y ahora hemos estado montando música para hacer un disco nuevo; esto nos cayó en el mejor de los momentos, es algo muy inspirador. ¿Qué mejor manera de volver a los escenarios que con una Orquesta Sinfónica atrás, con la energía que transmite? Es un sueño, algo que siempre quisimos hacer”, expresó.

El director del CNM explicó que la temporada pretende acercar la mayor cantidad de público a la Orquesta Sinfónica, llevando a las comunidades de la Gran Área Metropolitana la experiencia de uno de sus conciertos.

Guier opinó que de seguro esta será una gran oportunidad, tanto para los artistas como para el público asistente. “Compartir con tantos músicos talentosos y de géneros tan diferentes, realizando colaboraciones entre las bandas, con la soprano y el tenor, supone un gran aprendizaje y una experiencia cargada de mucha energía que esperamos que la gente también pueda vivir”.

Adicionalmente, anunció que Gandhi estrenará, durante Verano Sinfónico, al menos una de las piezas que se incluirán en el disco que están preparando y que esperan esté listo este año.

 

Los seis conciertos del verano

 

Los conciertos de Verano Sinfónico tendrán lugar del 16 al 23 de febrero. Todas las funciones serán de entrada libre y gratuita, excepto la que se llevará a cabo en el Teatro Popular Melico Salazar.

El domingo 16, a las 5 p.m., será la primera fecha, en el gimnasio del Polideportivo Monserrat, en Alajuela.

El martes 18 el concierto será en el Teatro Popular Melico Salazar en San José, a las 7 p.m. La entrada general tendrá un costo de ¢5000.

El miércoles 19, a las 7 p.m., la función será en la plaza de fútbol de Santo Domingo de Heredia. El jueves 20, a las 7 p.m., Verano Sinfónico hará vibrar el área de restaurantes de Multiplaza Escazú y el viernes 21, a la misma hora, la de Multiplaza del Este (Curridabat).

La gira cerrará el domingo 23 de febrero, a las 5 p.m., con un espectáculo en el parque de Ciudad Colón.

 

RECUADRO

Este 2014, ¿cuándo toca la Orquesta?

 

Además de los conciertos del verano, la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) ya tiene listo su calendario de conciertos del 2014.

La Temporada Oficial 2014 arrancará con dos conciertos el viernes 7 y el domingo 9 de marzo, conducidos por Carl St. Clair, director general de la Orquesta.

El Segundo Concierto será el viernes 28 y domingo 30 del mismo mes; en esta ocasión, se presentarán bajo la conducción del director invitado Christophe Campestrini.

El viernes 25 y domingo 27 de abril continuarán las presentaciones, bajo la dirección de John Nelson.

El Cuarto Concierto será el 23 y 25 de mayo, con dirección a cargo de Carl St. Clair; una semana después, el 30 de mayo y 1 de junio, la Orquesta tocará de nuevo dirigida por John Nelson.

Los siguientes dos conciertos serán conducidos por el Director general y tendrán lugar el 17 y 29 de junio, y luego el 22 y 24 de agosto. En los conciertos de agosto participará el Coro Sinfónico Nacional.

El 19 y 21 de setiembre tendrá lugar el octavo de los conciertos de temporada, a cargo de John Nelson.

El 2, 3 y 5 de octubre habrá un espectáculo especial, pues la Orquesta se unirá a la celebración de los 40 años del Coro Sinfónico Nacional. Allí se estrenarán dos obras corales de autores costarricenses, cuyos títulos aún no han sido divulgados.

En el Décimo Concierto de la OSN, planeado para el 31 de octubre y 2 de noviembre, se estrenará una obra del compositor costarricense Carlos Castro, bajo la dirección de St. Clair.

El penúltimo concierto del año será dirigido por Mark Laycock, invitado especial. Se llevará a cabo el 14 y 16 de noviembre.

La Orquesta cerrará el 2014, con presentaciones el 28 y 30 de noviembre que serán dirigidas por el Director titular.

 

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Cimarronas y filarmonías resurgen con más ritmo

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La Cimarrona Original Domingueña amenizó un cumpleaños el 25 de enero en Santo Domingo y puso a bailar a la cumpleañera y su familia.

Se escucha un redoble y suena la trompeta – a veces desafinada-: ¡Farafarachín farafarachín farafarachín! Más o menos de esta forma cliché se podría reproducir la música que interpreta una cimarrona o una filarmonía.

Quién no la ha escuchado en turnos, fiestas patronales, funerales, desfiles y topes. Quién no ha sentido ganas de bailar y de seguir a las mascaradas que en dúo junto al ensamble musical hacen un espectáculo alegre, bullicioso, a veces malicioso e incluso amenazante, sobre todo para niños y niñas -adultos incluidos- que ante los chilillazos, la giganta o el diablo se asustan (y lloran).

Hay más de una hipótesis sobre su origen semántico. Según el sitio Sicultura (Sistema de Información Cultural Costarricense) del Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ), “se les llamaba cimarronas en alusión al escándalo que producen algunos animales llamados así -como lo los gatos cimarrones en los techos- o el ganado cimarrón porque andan en manadas”.

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Cimarrona: Jefferson Ramírez, con tan solo 10 años, acompaña con el güiro cada vez que puede a la cimarrona La Fabulosa, de San Rafael de Heredia.

La antropóloga y máster en lingüística Giselle Chang Vargas también valora esta tesis, al decir que cimarrón se le dice al animal salvaje que en grupo hace mucho escándalo. Agrega el dato que así se les decía a los esclavos que se escapaban al monte, en época colonial.

Podría concluirse que la palabra se refiere a aquellos músicos que conforman un grupo establecido fuera de los parámetros de una banda institucional estructurada (municipal y militar –de antaño-) y que interpretan música, tanto local como popular tradicional (heredada de España), aunque también original, anónima en su génesis, alegre y bullanguera, para acompañar las fiestas del pueblo y ciertas actividades sociales, religiosas y familiares.

Esta premisa la apoyan Raziel Acevedo, director y docente de la Sede de la UCR en Guanacaste y músico estudioso de la cultura tradicional de la provincia, así como Ronald Villalobos, vicepresidente de la Asociación de Grupos e Intérpretes de las Culturas Populares Costarricenses (AGICUP).

Ambos aclaran, sin embargo, que en Guanacaste no se conocen con el nombre de cimarrona. En la provincia se les denomina filarmonía, espantaperros, revientacinchas, saltaescobas, y levantaterrones, entre otros.

Diferencias locales

Queda claro, luego de consultadas varias fuentes, que las cimarronas o filarmonías tienen sus diferencias de origen, como el café o el vino. No es lo mismo una guanacasteca, a una de Santo Domingo, Escazú, Aserrí o de Barva.

Para Villalobos de AGICUP, esta diversidad corresponde, entre otras causas, al cambio cultural relacionado con la evolución de la tecnología de las comunicaciones. Es decir, con la introducción de la radio, los repertorios y los instrumentos que integran algunas cimarronas cambiaron en forma negativa.

“Es preocupante cómo han ido transformándose. Ya no es aquella banda del pueblo que tocaba música popular tradicional de herencia europea y española, como polcas, jotas y mazorcas, que también motivaba a la gente a componer piezas originales”.

Villalobos sostiene que cuando apareció la radio y al desarrollarse la cultura de masas se abrió el panorama musical con la consecuente introducción de los géneros como el merengue, la cumbia y el reggaetón.

“Las cimarronas tenían su identidad local con un fuerte componente popular tradicional no solo desde el punto de vista de las piezas que interpretaban sino de los instrumentos que las integraban. Ahora, por ejemplo, incorporan la timbaleta para tocar ritmos caribeños. Ha perdido su raíz folclórica y atenta contra una sociedad de tradiciones y costumbres”, afirma de manera categórica.

Sin embargo, esta transformación la viven de manera menos traumática otros grupos. Tal es el caso de la Cimarrona Cimalokera de Alajuela, que lo asume sin resquemor. El conjunto nació hace 6 años y está constituido por jóvenes sin formación académica. Cuenta Luis Carlos “Tití” Fallas, parte del grupo durante cinco años y retirado hace unos meses, que la cimarrona nació por iniciativa de unos amigos con deseos de hacer música pero que nadie sabía cómo.

“Las cimarronas nacieron con la idea de interpretar composiciones folclóricas o típicas y nosotros empezamos tocando un repertorio consecuente. Luego agregamos la timbaleta, sumamos la cumbia y el merengue, y fuimos dejando el paso doble, la jota y las parranderas, aunque siempre se tocan algunas. También metimos versiones de Los Ajenos y República Fortuna porque están de moda y al público le gusta”, explica Fallas. Con la premisa de estar actualizados, la Cimarrona Cimalokera ameniza quinceaños, matrimonios, graduaciones, serenatas, procesiones, funerales, conciertos con grupos de ska y ya casi no tocan en turnos ni corridas de toros.

Raziel Acevedo explica que las filarmonías en Guanacaste son distintas más allá de cómo se denominan, porque mantienen el repertorio popular tradicional de la región, una de cuyas características es que tiene un tempo más veloz; “además, la música es muy sonora y de gran volumen. Cinco o seis músicos de Guanacaste suenan como 20 de San José”.

Freddy Navarro y La Rejunta es un vivo modelo de una Espantaperros. Navarro, que estudió en la UCR y la Universidad Nacional (UNA) y es profesor, afirma que su filarmonía se creó hace 15 años con el objetivo de participar en la Semana Cultural que se celebra antes del 14 de enero, organizada por el Comité de Cultura de Santa Cruz. “Cuando nos buscan para otras actividades, llamo a los compañeros, que son parte de distintas agrupaciones musicales, para tocar. Por eso se llama La Rejunta. La lista de composiciones incluye parranderas, danzas y pasillos de la tradición popular, así como originales escritas por mí”. Resultado de su creatividad música, recientemente grabó un CD cuyas temáticas se relacionan con sus vivencias.

La Rejunta, asimismo, tiene un miembro particular. Se trata de la hija de Navarro, Noelí, de 17 años. La joven interpreta la flauta traversa, la marimba y los platillos. Desde los 6 años inició su formación en la Etapa Básica de la Escuela de Música de la UCR, en Guanacaste, y actualmente toca con la filarmonía en la festividad del Cristo de Esquipulas y en la Semana Cultural. “Soy la única mujer en el grupo y aunque toco sólo cuando mi papá me llama, me siento muy alegre porque me identifico con la música santacruceña, que es diferente a la que se escucha en San José, que es aburrida.”.

En contrapartida, se ubica la Cimarrona Original Domingueña, de Santo Domingo de Heredia. Juan José Carazo, su líder, cursa percusión en la UNA. Expresa que lo motiva tener una cimarrona para conocer la música local y armar el rompecabezas de la historia de este tipo de conjuntos. “De niños tocábamos en la de Santo Domingo que dirigía Freddy Bolaños. Hace 9 años decidimos hacer nuestra banda que se distingue porque nuestro repertorio es experimental y latinoamericano, sin dejar de lado las piezas tradicionales”. Pero ante todo, asegura Carazo, el objetivo es elevarla a un nivel profesional. “Queremos eliminar el estereotipo de que estas agrupaciones suenan desafinadas. En los últimos tiempos, existe una mayor posibilidad de formarse como músico porque prácticamente hay una banda del Sistema Nacional de Educación Musical (SINEM) o una academia privada en cada cantón; y si no tenés la oportunidad de estudiar, buscás clases en Youtube y te aparecen miles de videos”.

Carazo argumenta que hay varios pueblos en el Valle Central que poseen una fuerte identidad “cimarronera”, como Barva y Santo Domingo, en Heredia, y Escazú y Aserrí, en San José. Para él, las diferencias son palpables y enriquecen el panorama cultural de nuestro país. 

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Para Villalobos de AGICUP, esta diversidad corresponde, entre otras causas, al cambio cultural relacionado con la evolución de la tecnología de las comunicaciones. Es decir, con la introducción de la radio, los repertorios y los instrumentos que integran algunas cimarronas cambiaron en forma negativa.

“Es preocupante cómo han ido transformándose. Ya no es aquella banda del pueblo que tocaba música popular tradicional de herencia europea y española, como polcas, jotas y mazorcas, que también motivaba a la gente a componer piezas originales”.

Villalobos sostiene que cuando apareció la radio y al desarrollarse la cultura de masas se abrió el panorama musical con la consecuente introducción de los géneros como el merengue, la cumbia y el reggaetón.

“Las cimarronas tenían su identidad local con un fuerte componente popular tradicional no solo desde el punto de vista de las piezas que interpretaban sino de los instrumentos que las integraban. Ahora, por ejemplo, incorporan la timbaleta para tocar ritmos caribeños. Ha perdido su raíz folclórica y atenta contra una sociedad de tradiciones y costumbres”, afirma de manera categórica.

Sin embargo, esta transformación la viven de manera menos traumática otros grupos. Tal es el caso de la Cimarrona Cimalokera de Alajuela, que lo asume sin resquemor. El conjunto nació hace 6 años y está constituido por jóvenes sin formación académica. Cuenta Luis Carlos “Tití” Fallas, parte del grupo durante cinco años y retirado hace unos meses, que la cimarrona nació por iniciativa de unos amigos con deseos de hacer música pero que nadie sabía cómo.

“Las cimarronas nacieron con la idea de interpretar composiciones folclóricas o típicas y nosotros empezamos tocando un repertorio consecuente. Luego agregamos la timbaleta, sumamos la cumbia y el merengue, y fuimos dejando el paso doble, la jota y las parranderas, aunque siempre se tocan algunas. También metimos versiones de Los Ajenos y República Fortuna porque están de moda y al público le gusta”, explica Fallas. Con la premisa de estar actualizados, la Cimarrona Cimalokera ameniza quinceaños, matrimonios, graduaciones, serenatas, procesiones, funerales, conciertos con grupos de ska y ya casi no tocan en turnos ni corridas de toros.

Raziel Acevedo explica que las filarmonías en Guanacaste son distintas más allá de cómo se denominan, porque mantienen el repertorio popular tradicional de la región, una de cuyas características es que tiene un tempo más veloz; “además, la música es muy sonora y de gran volumen. Cinco o seis músicos de Guanacaste suenan como 20 de San José”.

Freddy Navarro y La Rejunta es un vivo modelo de una Espantaperros. Navarro, que estudió en la UCR y la Universidad Nacional (UNA) y es profesor, afirma que su filarmonía se creó hace 15 años con el objetivo de participar en la Semana Cultural que se celebra antes del 14 de enero, organizada por el Comité de Cultura de Santa Cruz. “Cuando nos buscan para otras actividades, llamo a los compañeros, que son parte de distintas agrupaciones musicales, para tocar. Por eso se llama La Rejunta. La lista de composiciones incluye parranderas, danzas y pasillos de la tradición popular, así como originales escritas por mí”. Resultado de su creatividad música, recientemente grabó un CD cuyas temáticas se relacionan con sus vivencias.

La Rejunta, asimismo, tiene un miembro particular. Se trata de la hija de Navarro, Noelí, de 17 años. La joven interpreta la flauta traversa, la marimba y los platillos. Desde los 6 años inició su formación en la Etapa Básica de la Escuela de Música de la UCR, en Guanacaste, y actualmente toca con la filarmonía en la festividad del Cristo de Esquipulas y en la Semana Cultural. “Soy la única mujer en el grupo y aunque toco sólo cuando mi papá me llama, me siento muy alegre porque me identifico con la música santacruceña, que es diferente a la que se escucha en San José, que es aburrida.”.

En contrapartida, se ubica la Cimarrona Original Domingueña, de Santo Domingo de Heredia. Juan José Carazo, su líder, cursa percusión en la UNA. Expresa que lo motiva tener una cimarrona para conocer la música local y armar el rompecabezas de la historia de este tipo de conjuntos. “De niños tocábamos en la de Santo Domingo que dirigía Freddy Bolaños. Hace 9 años decidimos hacer nuestra banda que se distingue porque nuestro repertorio es experimental y latinoamericano, sin dejar de lado las piezas tradicionales”. Pero ante todo, asegura Carazo, el objetivo es elevarla a un nivel profesional. “Queremos eliminar el estereotipo de que estas agrupaciones suenan desafinadas. En los últimos tiempos, existe una mayor posibilidad de formarse como músico porque prácticamente hay una banda del Sistema Nacional de Educación Musical (SINEM) o una academia privada en cada cantón; y si no tenés la oportunidad de estudiar, buscás clases en Youtube y te aparecen miles de videos”.

Carazo argumenta que hay varios pueblos en el Valle Central que poseen una fuerte identidad “cimarronera”, como Barva y Santo Domingo, en Heredia, y Escazú y Aserrí, en San José. Para él, las diferencias son palpables y enriquecen el panorama cultural de nuestro país. 

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Camus el rebelde

Albert Camus (1913-1960) no deja espacio para la duda ni para el egoísmo. Sin lugar a equívocos, más que ateo, fue un blasfemo (Camus, 1975, 29), no pretendió negar –a Dios–, pero sí desafiar… a las estructuras de poder, no importa cuáles fueran (religiosas o políticas), pues toda estructura que no promociona radicalmente al ser humano debe ser desmantelada.

La rebelión

En El mito de Sísifo, se halla el sentimiento del absurdo, el cual puede ser contemplado, por un lado, como un estado de hecho: lo encontramos cuando caminamos por la calle, en el sinsentido de una guerra, en el gemido de los niños que no poseen ni siquiera lo básico para vivir, etc.; por otro lado, es la toma de conciencia lúcida de ese hecho, porque bien puede ser que, aunque vivamos en el mismo mundo, no todos no percatemos del absurdo en sí.  Este estado de tensión-divorcio entre la aspiración del hombre a la unidad y la dicotomía de espíritu y la naturaleza. Se da, pues, una polaridad entre el espíritu que desea y el mundo que decepciona: todo en la naturaleza nace y muere. El mundo niega los deseos del hombre. No obstante, a Camus son las verdades relativas las que le conmueven, los bienes irrisorios y esenciales.

Así nace el absurdo como pasión, un estado de rechazo permanente que pare un hijo bastardo: la rebelión. No parece raro pensar que la rebelión, la única alternativa al suicidio (Camus, 1976, 64), no puede basarse en el sentimiento de la ternura como compasión más que indirectamente, sino en el sufrimiento como estadio primario. Este estado de permanente tensión es contradictorio (Camus, 1975, 15), por ello es necesario algo que lo supere: la rebelión, evidente en sí misma, pues no puedo dudar de mi grito. “Yo me rebelo, luego nosotros somos”. El amor a la humanidad puede ser una fuga mundi, si la humanidad es una abstracción que me hace incapaz de amar a quien tengo a mi lado. Cualquier dolor hiere la carne y el esqueleto.

Ser rebelde, en esta sociedad que crea sus santos a su medida para que no se emancipen, es decir “No”. Con obstinación el rebelde reconoce que “algo vale la pena” (Camus, 1975, 15). Es creer en la lógica (acto de lucidez) por encima de los escrúpulos (acto de fe). Frente al reino de la gracia, el rebelde opta por el reino de la justicia. Quiere respuestas humanas a los problemas humanos. Quiere que venga el reino de la justicia cojeando con el tiempo a abrazarse con la dicha. El rebelde es una fiera herida: celoso porque desea que Dios no sea tan frugal y sí más espontáneo cuando da. El rebelde metafísico desafía a Dios por la contradicción de su condición: cuestiona los fines del hombre y de la creación. Ni la negación absoluta ni la afirmación absoluta. Sencillamente porque lo primero no deja espacio para el valor positivo de la protesta, no queda campo para esa toma de conciencia. Lo segundo porque asume falazmente que todo está bien, cuando en realidad la rebelión nace de la situación absurda y de la presencia del mal (Camus, 1976, 51). Pero la misma rebelión pone un límite a la historia, naciendo en las fronteras de este la promesa de un valor: se debe “construir pacientemente una fraternidad siempre amenazada” (Moeller, 1970, 99), en la que el ser humano sea dios: principio de la vida y eternidad de esta.

El hombre rebelde no salva, solo cura. Es ser capaz de cumplir obrar sublimes: “El ser humano es capaz de grandes cosas, pero si no es capaz de un gran sentimiento, no me interesa.”

La religión de la dicha

En consecuencia, el rebelde no se avergüenza de ser dichoso. Dicha que parte del goce que infunde el placer de vivir. “Las ideas de Camus nacieron siempre de las sensaciones, jamás del cerebro; era un hombre que analizaba con lucidez las sensaciones y podía llegar hasta las raíces y las causas.” (Palomares, 1970, 33) No tiene miedo a gozar. Los recuerdos que conserva, por cierto, en La peste (Camus, 1991, 132), son los que le toca vivir en Argelia y en Orán: ciudades bañadas por el mar y los días soleados, que motivaban a vivirlos exprimiéndolos al máximo. Esta mística sensible contiene en sí la absolución; ya no hay pecado. En consecuencia, no hay una vida interior que preservar: no hay acceso para llegar a un Dios trascendente. No le obsesiona, como a otros, el pecado, pues declara que jamás él podría partir del hecho de que la verdad cristiana sea ilusoria, sino tan solo del hecho que él no ha podido entrar en ella.

El reino cristiano de la gracia es soslayado, de repente, porque ante el inminente peligro de las guerras, enfermedades, etc., solo queda estirar el presente de aquellos momentos de un placer fugaz, lo único que se nos ha dado en el tiempo y en el espacio. Y ser dichoso supone al otro. La dicha es colectiva, en su intimidad habla de un “nosotros”. Sísifo ahora es dichoso… Los rostros del reino de la dicha son la “salud, honradez, ternura”. La primera porque sin ella no hay goce; la segunda da el matiz que conservará a los varones y mujeres en ella; y el último, el sentimiento necesario para que el momento de la dicha sea disfrutable. Concluye: el “gran pecado contra esta vida es esperar la otra”. “La única manera de equivocarse es hacer sufrir a los otros.” En Camus no hay una retórica del amor…

 

Santidad sin Dios

Camus se presenta como un racionalista y un sensualista: este es el fundamento de su ateísmo en Noches. La dicha es un acto de lucidez, no menos importante que el acto de fe. “Donde reina la lucidez se hace inútil la escala de valores” (Camus, 1976, 12-13). Sin embargo, Camus no tiene una refutación racionalmente sistemática, tan solo para él Dios no es un problema; su incredulidad es un punto de partida, una negación previa que archivó en la gaveta.

A Camus el duelen los hechos cotidianos. El silencio de Dios es una de las formas que el P. Panelou, en La peste, conoce cuando pide un milagro que permita la recuperación del hijo del juez Othon, y que finalmente muere, aunque se trate de un inocente. El mal en el mundo es inaceptable e incomprensible. Ante esta negativa, Camus sale al paso con Tarrou: “lo que me interesa es cómo se puede llegar a ser santo (…) Justamente. Puede llegarse a ser un santo sin Dios; ese es el único problema concreto que admito hoy día” (Camus, 1991, 199). Tarrou es un santo desesperado, aquel que busca una santidad siendo fiel a la religión de la dicha y, más que eso, siendo fiel a la religión de las Bienaventuranzas, pero sin creer en Jesús. El “anacoreta” de la santidad sin Dios es como el médico: cura, no salva. Rieux lo dice sintéticamente: “La salvación del hombre es una frase demasiado grande para mí. Yo no voy tan lejos. Es su salud lo que me interesa, su salud, ante todo” (Camus, 1991, 171). Definitivamente, el ser humano es comido en la mayor parte por sus circunstancias, tanto por las que él crea como por las que llegan sin anunciarse.

La santidad sin Dios se encarna en el oficio de Rieux, aunque Tarrou sea el santo. No se busca convertirlo en héroe, sino en ser hombre (Camus, 1991, 200). Hacer su oficio, en el caso de Rieux, actuar con honestidad, que se consuma en la “ternura” para con los otros. La peste anuncia “el problema de una fe sin Dios, capaz de cumplir las obras sublimes” (Rigobelo, 1961, 49).

La rebelión establecerá una sociedad perfecta, en la que el hombre será Dios y expresará que “la verdadera generosidad con el porvenir consiste en dar todo al presente”.

 

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DONDE EL MORBO NADA

Dos mil catorce. Era digital, era rápida e instantánea. Era de contactos inmediatos y pixeles concentrados en la alta definición de nuestras pantallas.

Creamos. Agregamos. Leemos. Vemos y comentamos. Gustamos. Disgustamos. Todo a través del monitor, tan familiar (Amor y Odio). Somos la generación más veloz y más conectada que se ha visto jamás. Pero ¿cuáles son las partes involucradas en esta repentina adicción? y, de paso, ¿qué ha provocado?

ELLA

Webcam, conectándonos con una combinación de canales, de sistemas que reciben información y nos traduce una imagen en movimiento. En Brasil. En Guatemala. París o Kuala Lumpur. India o Estambul. Del Katmandú a Malibú. Del Congo a Buenos Aires. De Hawaii a San José.

Portamos en nuestro bolsillo un objeto que nos permite accesar todo lo que el ser humano ha creado y mostrado al mundo como información, electricidad que se muestra en letras, en conocimiento (banal o trascendental), en conexión (débil o poderosa) bajo una forma que entendemos. Por lo que leemos, observamos, creemos y compartimos. Esto. Información.

No más telégrafos, no más mensajeros, no más cartas. Contraseñas, clicks y scrolls. A la punta de mi índice, al alcance de mis dedos y a la altura de mi mirada (y un café en mi mano izquierda). Bajo control. Sentado. El mundo entero. Virtual sí. Pero entero e infinito. Libros. Música. Fotos. Clases. Videos. Películas. Juegos. Cortos. Tips. Foros. Direcciones. Porno y más Porno. Facebook. Twitter. Instagram. Waze. Angry Birds. Aplicaciones. Manifestaciones. Revoluciones y Discusiones. Relaciones. Corporaciones. Casinos y Poker. Dinero (más más dinero) Idiomas. Dialectos. Hashtags. Gramáticas y conjugaciones. Poetas. Mártires. Héroes y genios. Los caídos, corruptos. Los más tarados. Los ignorantes. Los sabios que olvidan. Los que nunca cambian. Los que estuvieron. La historia. La historia de ellos. “Ese” que nunca veo y probablemente nunca lo haré. Esa preocupación general por lo que pasa “ahí afuera” de la cual todos fingen gran consternación. El fantasma. Ahí en la red. Lo que pasa aquí.

Todo esto frente a nosotros. Es una relación. Hemos llegado al punto de establecer una relación profunda, dependiente y hasta morbosa de este portal. Entrada del millón de preguntas y del trillón de respuestas. Portal de un mundo que llevamos a donde vayamos y lo alimentamos de contenido, pero que al final es de nuestras vidas. Funciona gracias a que está en constante y permanente estímulo.

Facebook y Twitter siendo las más interesantes por mucho (en materia social). Siendo un espacio donde la gente por lo general, comenta sobre cosas cotidianas. Sin mucha importancia por un lado. Por el otro también hay detallada, minuciosa información de nuestra vida (y formas de vida). Sobre cuánto –al menos– creemos que merece saber esta página. Un fenómeno. Donde podemos encontrar todo sobre el vecino. La vecina. O el bar de la esquina. En donde hay peleas y censuras. Spam. Publicidad. “Selfies” (la palabra del 2013 según el diccionario de Oxford #pa’quesepan). Fotos de amigos. De la familia. Fotos de ella o de él.
Lugar donde es fácil ser un amigo. Donde se existe y se deja de existir al click. Donde hay novios y casadas. Viudos y en relación abierta (o complicada). Donde el morbo nada y el sexo todo. 

ÉL Y LA.

El cibernauta. El geek. La empresaria. La consumidora. El estudiante. El Ingeniero, contratista, abogado, cineasta, fotógrafo. El aburrido. El iluminado. Todos conectados. Conscientes de su aparente inexistencia en el mundo real, pero inconscientes –muchas veces– del tiempo que consume, del impacto que tiene y del tiempo que le dedicamos. Paul Gillins lo resume de la siguiente manera: “Convencionalmente el consumidor insatisfecho tenía la capacidad de influenciar unas diez personas. Hoy, en la nueva era de las redes sociales, él o ella tiene la capacidad de influenciar diez millones” (The new influencer, 2010) El ser un humano moderno implica necesaria e indispensablemente esa relación. La red. La conexión con el mundo de forma inmediata.
Cuando era niño no existía o apenas comenzaba por ahí de mis diez años. La velocidad y el vértigo de la altura donde estamos ahora preocupa (¿Pink floyd alguien?). Tenemos acceso a todo. La película que sea. Pirata. La canción que queramos. Pirata. La tarea que no queremos. Google. Wikipedia. Titanes. Pilares de la búsqueda de la información, así como de la historia.
Algunos extrañarán el olor del libro. De las pilas de estos acumulados en los estantes. En el escritorio. Sentir la textura, del viejo amor. Nos acercamos cada vez más a una era digital donde se vuelven fugaces e inexistentes para algunos. Para otros, prácticos. Veloces. Saber elegir, frente a un océano de información, la cantidad de agua correcta para tener en nuestras peceras será, sin duda alguna, el secreto.  

EL NIÑO

Hemos creado un nuevo tipo de sentimentalismo cibernético. O más bien: Un nuevo amor. Un nuevo amor al que revisamos todos los días. Un amor que nos hace crecer. Del cual no nos despegamos. Al cual vemos fijamente y ponemos atención. Un amor tormentoso. Dudoso y sombrío. Lleno de nuevas historias. Historias cotidianas, pasajeras. De tesis y doctorados. De leyes e idiomas. El amor más culto e inculto que existe. Un amor al que forzamos a que cargue y maldecimos cuando no avanza. Le tenemos poca paciencia a este amor. A veces le agredimos (solo a veces) para darle una lección. Pero siempre volvemos a disculparnos. Esperando fluidez. Recuperación y cierta paz. Porque hace parte de la rutina. Un artículo publicado por Ilana Gershon explica por qué hoy las relaciones terminan dos veces, primero en persona y luego en Facebook. “En la era digital a las personas les rompen el corazón dos veces, primero les terminan. Luego, pierden el control de sobre como sus amigos y familia se enteran. Un control, que se supone, que ellos deberían tener.” (The Guardian, 2013). Definitivamente es un amor que nos coge. A Todos. Placenteramente o no. Depende del día. Pero lo hace. Nos manipula. Nos hace sentir bien para luego decepcionarnos. No sólo le hemos dado vida pero nos enamoró y nos cogió.

Ahora a la merced de tener que vivir a través de ella, no nos queda de otra más que seguir invirtiendo. Comprándole cosas. Complaciéndola. Haciéndola más inteligente. Para así, de paso, volverme yo más inteligente. Simbiosis. Aunque algunos, todavía algunos, la utilizan sólo para el sexo lo cual, al final, también se vale.

 

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ENCUENTROS CON JUAN GELMAN

forja-2024-juan-gelman-20grandeHay múltiples lugares donde es posible encontrar a Juan Gelman; en sus libros, en un barrio, en una carta, en la mirada crítica del escenario social, en una calidad de emoción, en sus silencios y en esa voz cincelada a tabaco que a la vez que dice, se está diciendo. Espacios todos que remiten a una frondosa inventiva y a una conciencia lúcida. También puede encontrárselo en un verso, una línea a la que llega puntual como suele hacerlo al café Village de la colonia Condesa, cerca de su casa en el Distrito Federal de México. Lo retrata un verso que alude al exilio (“no me dejés de vos/ país/ paisame”), al anhelo (“En el revés del mundo crece el cosmos”), al amor (“Esa mujer se parecía a la palabra nunca”), al extrañamiento de la paradoja (“ayes que no pudieron decir ay”) o a la fugacidad (“la mano del organillero/ mueve el instante”).

Son muchos los versos que dan cuenta de sus empeños verbales que se mueven entre la oralidad expansiva y la sequedad del silogismo, el libre fluir del inconsciente y el repliegue místico. Uno de ellos escrito en los años ‘70, titulado “Confianzas”, integra uno de sus libros principales, Relaciones. Dice: “se sienta a la mesa y escribe”. Es la mesa que da a la ventana desde donde el poeta cavila, observa en la calle un viento que arrastra jirones del pasado y aromas de lo que vendrá, olfatea el silencio, se pasa la mano por la cabeza en un gesto característico y pide otro café.

Si un poema puede albergar en su interior las claves de una producción vasta, “Confianzas” remite a algunas marcas sustanciales: es ansia y pensamiento utópico; se desglosa en vocación, “manía” y obsesiones en marcha; y desemboca en constancia. Ese empeño funciona como corolario de algunos de sus poemas iniciales –“Seré lo que debiera”, “Ni a irse ni a quedarse, a resistir”, “te voy a matar/ derrota” –­­ y eslabona a versos resignificados en dos títulos últimos: de atrásalante en su porfía y El emperrado corazón amora. Ambos compartiendo una actitud que sienta posición sobre todo aquello en lo que cree, explora, ama, aspira, apelando a las figuras del empecinamiento del porfiado y la tenacidad del emperrado.

Ya antes de “Confianzas” Gelman había deslizado el tema de la escritura como dilema: “estas palabras suaves ásperas ayuntadas por mí/ me van a costar la salvación” (“Los poemas de John Wendell”/ CCLXI), para enlazar posteriormente el sentimiento y la expresión en una imagen rotunda: “El corazón/ vuelca cajas de infierno en/ rincones del decir”. En “Confianzas”, esas expectativas enumeradas que supuestamente la poesía no puede cumplir (“ni para enamorar a una le servirán (…) no conseguirá tabaco o vino por ellos// ni papagayos ni bufandas ni barcos/ ni toros ni paraguas conseguirá por ellos (…) no alcanzará perdón o gracia por ellos”), van a  contrastar con el remate de: “se sienta a la mesa y escribe”.

Solía decir Luis Cardoza y Aragón que la poesía no le hace los mandados a nadie; es por ello que prevalece un gesto de certidumbre y tesón en ese verso que, colocado al inicio y repetido al final, le otorga circularidad al texto. La enjundia de la poesía no radica en aquello que posibilita, que puede hacer, sino en lo es y conlleva: intensidad. Por su parte el verso aludido –que encuentra un complemento en el título de “Confianzas” – tiene que ver con un arranque, un lanzarse en pos de sus búsquedas expresivas y sus fundamentos éticos; una línea que antes que un colofón instala una apertura, el paso hacia un hacer abierto: un indagar a fondo.

De modo que el verso en cuestión podría leerse de este modo: “se sienta a la mesa y pregunta”, ya que la interrogación juega un papel primordial en esta obra profusa. Las indagaciones a ratos van dispuestas en forma de secuencia vertiginosa; superpuestas semejan un jadeo intermitente que agrega una gestualidad corporal al discurso, como si  también el cuerpo preguntara. En otras ocasiones se da un movimiento oscilatorio entre aseveraciones que inquieren y preguntas que afirman. Son los interrogantes los que refunden y muelen como los dientes de un engranaje las obsesiones del poeta: el amor, el exilio, la revolución, la clave solidaria, la esperanza, la memoria, la espesura del vacío,  la infancia de las cosas y la poesía como diálogo repujado por la “belleza incesante”.

Aquel que escribe: “con estos versos no harás la Revolución”… “ni con miles de versos harás la Revolución”, se sienta a la mesa y cuestiona. En el centro de este ejercicio de indagación se hospeda una perplejidad rastreable desde sus versos  iniciales: “¡Quién pudiera agarrarte por la cola/ magiafantasmanieblapoesía!”, “¡Qué cuestión!”, “¡qué asunto raro!”, “quién me manda”, “¡Cómo decir las cosas más simples de la vida!”, “¿Y entonces, qué?”, “¡Qué cosa seria!”. Aquí, las  exclamaciones preguntan por medio de una perplejidad que es asombro pero más, es reclamo; que es desconcierto, pero más, es interpelación. Actúa como detonante de un modo de cuestionar;  de despachar un cuestionario de preguntas evidenciando una urgencia por resolver esas cuestiones –término que figura ya en el título de su primer libro donde se constata la instancia lírica del violín, enlazada a los asuntos candentes de la realidad.

Esa perplejidad, entonces, como una toma de conciencia que es vislumbre, sospecha, corazonada. ¿Pero quién es el interlocutor de los interrogantes que cruzan la poesía gelmaniana? ¿Se dirige a sí mismo, a un “nosotros”, a un grupo determinado, a la sociedad en general, a la especie? Julio Cortázar señala que: “Cuando Juan se pregunta se diría que nos está incitando a volvernos más lúcidamente hacia el pasado para después ser más lúcidos frente al futuro”; ese indagar, dice Cortázar, es “una manera a la vez reflexiva e intuitiva de buscar lo que de veras somos” (1).

En esa misma mesa bulle un imaginario tensionado por antinomias; lo que arde y lo oprimido delimitan un territorio de fuerzas contrarias que se reúnen y se desbaratan: el vuelo y lo estático, la inocencia y lo degradado, belleza y espanto, esperanza y derrota. Ese espacio de mutaciones dinamizado por la colisión semánticas, neologismos, disloque sintáctico y otras torsiones del lenguaje, que deriva en una escritura que se abre, entre otros tonos, al de una salmodia que resuena en Citas y comentarios y martilla sobre las pérdidas, la niñez, el destierro, el pesar, la fusión-pasión del yo en el tú. En esta dirección cobra espesor el diálogo que Gelman entabla con los místicos Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.

Hay además una palabra molida en el farfulleo, un onirismo en estado de vigilia, expansión lúdica que liga lo habitual y lo irracional, testimonio y trance. En ese estado de posesión fluye un lenguaje que se des-figura para expresar el desvarío con visiones que alternan deleite y pesadilla. La imagen estalla y sus fragmentos  serpentean en el espacio de lo irracional. El poema es un cuerpo que convulsiona, se retuerce, se comba, se contrae y se expande a fuerza de palabras inventadas, acopladas, barbarismos, ambivalencia, maridajes inesperados, correspondencias subterráneas.

Y el poeta se sienta a la mesa y dialoga. Ya que otra de sus aperturas tiene que ver con el coloquio urbano; una voz a distancia del vate oracular intérprete del universo y cercana a un hablante perdido en la multitud, ocupando lugares precarios, movedizos, transitorios.  Sobre estos goznes se articula un zigzagueo del monólogo dramático en el que intervienen locuciones populares, refranes, jerga callejera y onomatopeyas. El circunloquio deviene en merodeo, coronado siempre por un remate contundente. Este aire de espontaneidad, va permeado por comentarios sesgados, con filo de parodia, en los que no falta la ironía descarnada.

Dentro de esta trama se ubica el jadeo tanguero, ladeado, el chamuyo (Gelman titula con el anagrama de Gotán a uno de sus primeros libros), con una filiación (la ciudad de Buenos Aires) y  un cuño (la porteñidad). Un talante que en el trasiego de la urbe se hace argot,  guiños al interlocutor a la mano y que, con un tono confesional y confidencial, baña dilatadas franjas de su poesía. En esta línea, no duda Gelman en firmar coautorías con poetas -destacados y populares letristas de tango, para arrullar con una voz coral la melodía de ausencia del destierro.

Ese exilio que se irá convirtiendo, libro a libro, en uno de los ejes de su poética, más allá de la sanción política y el desacomodo geográfico, abarcando temas que hacen a la memoria, el tiempo trastocado, las pérdidas y el interregno de la espera, la otredad, la escritura en los márgenes, y el hallazgo y extravío del propio ser.

Por momentos esa mesa se puebla de personajes y resuenan las voces de John Wendell, Sydney West, José Galván y eliezer ben jonon, entre otros heterónimos surgidos del desdoblamiento de los juegos de identidad, simulacros y camuflajes. Un ejercicio de segmentación que comprende traspasos de palabra, reescrituras, remedo, pastiche, “traducciones” y coautorías.

En los libros últimos este tránsito poético se repliega sobre sí con imágenes compactadas; en esa trama de condensación de sentido resaltan el aire de reflexión y el apunte deductivo.

La poesía de Juan Gelman –una de las propuestas poéticas más original y reveladora de los últimos tiempos– respira en el centro mismo de lo humano, y va urdida con la música de las preguntas y las marcas de una intensidad que alberga por igual dramatismo y anhelo. Un Guernica hablado con trazos que integran las cuestiones candentes, el sosiego atravesado por hebras de un furor y el deseo, que es la medida de la vida. Y de nuevo y siempre, contra todo, pese a todo, el poeta que “se sienta a la mesa y escribe” para entregar una palabra inconforme que sale en busca de su significado y en su largo camino “nombra en silencio/ los animales del azar”.

 

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La ausencia de dos pilares de la poesía

forja-2024-pacheco-grandeEl 14-1-14 la muerte del gran poeta argentino Juan Gelman marcó de luto y ausencia este inicio del año: pero, apenas empezábamos a asimilar esa falta cuando este 26 de enero se divulgó la partida de otro gran poeta, su amigo, diez años menor, el mexicano José Emilio Pacheco. La poesía ha quedado dos veces sonta, de alguna forma disminuida. Ahí está su maravilloso legado, pero nuestro codicioso amor quisiera la ilusión de más textos de sus plumas.

Estos dos grandes pilares de la poesía latinoamericana dejan un legado que cruza e integra generaciones, que hilvana lo erudito y lo popular, que reconoce y exalta el vínculo indisoluble de su voz con los acontecimientos de actualidad en que se expresa. Ejemplos éticos y estéticos de una literatura que recogió la agitada segunda mitad del siglo XX para depositarla como cimiento para las jóvenes generaciones literarias del siglo XXI.

Ambos fueron amigos de este suplemento cuyos lectores les guardan especial afecto, por lo que aquí le rendimos un sentido homenaje a su partida. Primero con el último texto del mismo Pacheco, dedicado a su amigo Juan Gelman y otro del poeta Jorge Boccanera, antologador, biógrafo y también amigo cercano de Gelman, que sirvió de prólogo del libro Animales al azar de editorial Temblor de Cielo de México.

 

Para la revista mexicana Proceso José Emilio Pacheco escribía la sección Inventario, una serie de artículos, crónicas y reflexiones donde hacía gala de su sabrosa erudición y atinado sentido crítico. Precisamente el último Inventario que escribió, la noche del viernes antes de sufrir el accidente del que ya no despertó, se lo dedica a Juan Gelman, de ahí ofrecemos el siguiente extracto.

 

“Un acontecimiento trágico para Argentina y muy benéfico para nuestro país fue el exilio argentino de los setentas. Pero la consumación, hasta el momento, de estas relaciones fue la presencia durante veinte años de Juan Gelman. Sobre todo aquí concluyó su admirable Obra poética con libros de primera línea que no ceden, ni por un instante, a la decadencia ni al agotamiento: Incompletamente, Valer la pena, País que fue será, Mundar, Deatrásalante en su porfía, El emperrado corazón amora.

Estos libros, unidos a Violín y otras cuestiones, El juego en que andamos, Velorio del solo, Gotán, Los poemas de Sidney West, Cólera buey, Fábulas, Relaciones, Hechos, Notas, Carta Abierta, Comentarios, Citas, Hacia el sur y Bajo la lluvia ajena forman los dos tomos de su Poesía reunida, publicada por el Fondo de Cultura Económica en 2011. Las mil 372 páginas constituyen por su extensión y calidad una auténtica hazaña de la poesía en lengua española. Gelman escribió hasta el último día. Hay dos libros a punto de aparecer. Uno de ellos, Amaramara, es un gran homenaje a su esposa.

Su apartamento en la colonia Condesa fue quizás el último refugio en que escritores de todas partes pudieron reunirse para hablar de letras y política, en un ambiente tan propicio como el que hallaron los republicanos en los viejos cafés de la Ciudad de México.

 

El exilio y el reino

 

Si uno hace un leve repaso de lo que se ha escrito en este continente verá que gran parte de nuestras literaturas se ha hecho fuera del suelo natal. Desterrar significa quitar la tierra bajo los pies, dejar a la intemperie, derruir la casa, demoler la ciudad de cada uno con todas sus memorias y sus costumbres. “El que se va no vuelve aunque regrese.” Contra la separación del país y de su lengua sólo quedan la defensa y la venganza de escribir. Gelman es el gran poeta del exilio. Su dimensión continental y panhispánica no niega sino acendra su argentinidad esencial, su pertenencia imbatible a Buenos Aires”.

 

Elena Poniatowska, escritora y amiga dijo a La Jornada.

“Cuando busco un adjetivo para José Emilio Pacheco encuentro la palabra fundamental. Para México él era indispensable, no sólo para la gente que vivió el movimiento de 1968, los terremotos, la corrupción gubernamental, sino también para los chavos de ahora que devoran los libros El principio del placer y Las Batallas en el desierto, además de su poesía.

“Sus Inventarios eran la realidad que todas las mañanas a él lo golpeaba, no sólo los acontecimientos políticos, sino el horror que se practica en México contra los humillados y los que tienen hambre. Él nunca creyó en la celebridad, a pesar de que era el intelectual más reconocido del país y académico de la lengua y miembro de El Colegio Nacional. Su cultura es piedra de toque en nuestra literatura y nadie tenía su cultura”.

 

 

RECUADRO

La voluminosa producción bibliográfica de José Emilio Pacheco incluye novelas, ensayos, poesía, traducciones, crónicas y artículos periodísticos.

 

En 1958, a los 19 años, se dio a conocer con La sangre de Medusa, un cuento que le publicó Juan José Arreola en Cuadernos del Unicornio.

Para 1963, publicó su primer libro de poemas Los elementos de la noche. Ese mismo año su libro de cuentos El viento distante.

El reposo del fuego de 1966, es su segundo libro de poesía. Le sigue la novela Morirás lejos (1967.

Luego, No me preguntes cómo pasa el tiempo (1970), El principio del placer (1972), Irás y no volverás (1973), Islas a la deriva (1976), Desde entonces (1979), Tarde o temprano (1980) y Las batallas en el desierto (1981), Miro la tierra (poemas de 1983 a 1986), Los trabajos del mar y Fin de siglo y otros poemas (1984), Zona de desastre (1986), Ciudad de la memoria (poemas de 1986 a 1989), Tarde de agosto (1992), El silencio de la luna (1996), La arena errante (1999), Siglo pasado (2000), Como la lluvia y La edad de las tinieblas (2009).

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El Semanario Universidad de nuevo bajo ataque informático

 

El director del Centro de Informática de la Universidad de Costa Rica, Alonso Castro, confirmó que el sitio web del Semanario Universidad volvió a sufrir un ataque informático en la tarde de este 27 de enero, conocido como “ataque de denegación de servicios”.

La agresión ocurrió minutos después de publicar una noticia según la cual el periódico La Nación había suspendido la divulgación de la más reciente encuesta de opinión de la empresa Unimer.

Según Castro, “es un ataque distribuido desde cientos de direcciones IP en muchos países”, y en su criterio no hay duda de que es una acción ejecutada por alguien con el fin de sacar  de servicio el sitio web del Semanario Universidad.

Un ataque de denegación de servicios consiste en la programación de redes de computadoras, a menudo desde el extranjero, para que de manera simultanea soliciten acceso a un servidor, en cantidades muy superiores a las que el sitio puede procesar, para sacarlo de operación.

El Centro de Informática de la UCR logró bloquear el ataque y la página web de nuevo está en funcionamiento, desde las 6:45 p.m., pero es posible que salga de servicio de manera intermitente. 

El pasado miércoles 22 de enero el Semanario Universidad ya había sido víctima de una maniobra similar, que lo mantuvo fuera del aire durante casi nueve horas, el mismo día que publicaba la más reciente encuesta de opinión electoral, elaborada por el Centro de Investigación y Estudios Políticos de la UCR.

Para el director del Semanario Universidad, Mauricio Herrera, lo ocurrido constituye un serio ataque a la libertad de expresión y al derecho a la información y significa una amenaza para todos los medios de comunicación.  En su opinión, la agresión es especialmente grave al producirse al final del proceso electoral para elegir al presidente, diputados y diputadas. El Semanario Universidad y la Universidad de Costa Rica presentarán ante el Ministerio Público una denuncia formal por estos hechos, con base en lo establecido en la Ley de Delitos Informáticos. 

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